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Crítica de Memorias de un caracol (2024): una poderosa reflexión sobre el dolor, la soledad y la familia

Los caracoles siempre van hacia delante, nunca hacia atrás

Memorias de un caracol o, en su título original, Memoir of a snail es una película que no decepciona. Desde que me topé por casualidad con su tráiler por los mundos de YouTube, me creó unas expectativas muy altas. Sin embargo, a diferencia de lo que me ha ocurrido con otras películas al esperar grandes cosas de ellas, Memorias de un caracol no solo ha cumplido con lo que prometía, sino que lo ha superado.

Me recuerda muchísimo a los buenos tiempos de Tim Burton con Pesadilla antes de Navidad (The Nightmare Before Christmas) de 1993, La novia cadáver (Corpse Bride) de 2005 o Frankenweenie de 2012. Tienen en común ese toque gótico que tanto me fascina y la animación en stop motion (animación fotograma a fotograma, en castellano) y, aun así, no llegan a ser iguales. Del mismo modo que las obras de Tim Burton me parecen únicas en su especie, Memoir of a snail posee un algo especial que la hace brillar sin necesidad de ser comparada con nada.

Las emociones básicas que estuvieron confabulando en mi cerebro durante la película fueron tristeza, esperanza y rabia. También hubo un poderoso destello de injusticia y de lástima por los protagonistas principales, Grace y Gilbert Pudel. Podría decirse que Memorias de un caracol da sentido a la frase; «Cuando piensas que has tocado fondo y descubres que puedes caer aún más«. Esa simple oración es capaz de resumir la trama entera en trece palabras.

A pesar de que, en España, Memorias de un caracol se estrenó el 31 de enero de 2025, su primera proyección fue en el Festival Internacional de Cine de Animación de Annecy, que suele celebrarse en la ciudad francesa de Annecy a principios de junio. Se proyectó el 10 de junio de 2024 y se alzó con el premio de Cristal al Mejor largometraje. En Australia, país del que son oriundos la cinta y su director, se estrenó el 17 de octubre de 2024. Cuenta con una duración de una hora y treinta y cuatro minutos.

Ha ganado otros premios como el de Mejor película de 2024 en la edición número 68 del Festival de Cine de Londres del British Film Institute, el de Mejor film internacional en 2025 en el Festival de Göteborg en Suecia y el de Mejor largometraje de animación en la edición cincuenta y siete del Festival de Cine de Sitges en Cataluña. También fueron agraciadas dos de sus actrices en Los Premios de la Academia Australiana de Cine y Televisión en 2024; Sarah Snook, que hace de Grace Pudel, como Mejor actriz, y Jacki Weaver, que interpreta a Pinky, como Mejor actriz de reparto.

Memoir of a snail fue dirigida, producida y escrita por Adam Elliot y distribuida por la compañía australiana de Madman Entertainment. Adam Elliot es conocido por dirigir el cortometraje Harvie Krumpet (2003), que dura 23 minutos y sigue la historia de un polaco con síndrome de Tourette que llega como refugiado a Australia en la Segunda Guerra Mundial, y Ernie Biscuit (2025), que es un corto de 20 minutos y narra las aventuras de un taxidermista ciego de París.

El primer largometraje de Adam Elliot no es Memorias de un caracol, sino Mary and Max (2009), que nos ilustra y nos emociona con la relación de amistad entre Mary Daisy Dinkle, una niña australiana que batalla con una baja autoestima y sufre de bullying por una mancha de nacimiento que tiene en la frente, y Max Jerry Horowitz, que es un hombre soltero, judío y con obesidad que reside en la ciudad de Nueva York. Mary and Max tardó cinco años en filmarse, frente a los ocho que costó rodar Memorias de un caracol. Creo que podemos afirmar que a Adam Elliot le gusta tomarse su tiempo con sus proyectos y esa siempre es una virtud.

Además, Memorias de un caracol fue nominada al Globo de Oro por Mejor largometraje animado. Competía con Flow, Del revés 2, Vaiana 2, Wallace & Gromit: La venganza se sirve con plumas y Robot salvaje. Finalmente, Flow se llevó el premio. Pero, en mi opinión, Robot salvaje y Memorias de un caracol eran claras ganadoras también.

¿En qué se basa Memorias de un caracol?

Como suele ocurrir con muchos artistas, escritores y creadores de obras originales, Adam Elliot vertió una parte de sí mismo en Memoir of a snail. Para la esencia de la cinta, se inspiró en su propia vida y se acogió a dos ideas, aparentemente muy distintas, y las mezcló en una sola. La primera fuente de inspiración fue la muerte de su padre y la segunda una condición médica con la que nació una amiga cercana a él.

De la fusión de ambas ideas, surgió el personaje de Grace Pudel. Para empezar, Adam Elliot reflexionó mucho tras el fallecimiento de su padre sobre la tendencia a acumular objetos innecesarios. Esta característica la podemos observar en Grace. La protagonista utiliza como mecanismo de defensa y escudo, frente al mundo exterior, a su propio dolor, sus trágicos recuerdos, el acoso y el rechazo, la acumulación compulsiva de objetos con forma o serigrafía de caracol. Todo esto se remonta a cuando un indigente, al que Grace solía ver de niña, le obsequia con un caracol.

Grace Pudel acumula de forma compulsiva objetos con forma de caracol en Memorias de un caracol.
Grace Pudel es un personaje que lidia con sus problemas acumulando objetos y, sin darse cuenta, se hunde más en su miseria.

Una de las preguntas más dolorosas que las personas se hacen cuando pierden a un ser querido es; ¿qué hago con sus cosas? Normalmente, la gente se debate entre guardarlas como si fueran un pequeño tesoro, donarlas a la beneficencia o deshacerse de ellas y tirarlas a la basura. Esta cuestión sorprendió a Adam Elliot cuando tuvo que hacer inventario de las pertenencias de su difunto padre y le llevó a reflexionar sobre la idea de agarrarse a los objetos materiales como si fueran recuerdos tangibles.

La segunda ocurrencia que contribuye a que Grace Pudel sea el personaje que conocemos en la cinta es la condición de labio leporino (si queréis información sobre qué es, haced clic en este enlace) con la que nació la amiga de Adam. Esta niña, al igual que Grace, sufrió acoso, señalamientos y burlas, pero logró superarlo y se transformó en una gran mujer. Si habéis visto Memoir of a snail, sabréis que eso resume más o menos la vida de Grace.

Las dos ideas por separado parecen inconexas. Pero con un poco de imaginación y la magia de la edición y la animación, nace un personaje basado en ambos planteamientos. La tendencia a acumular objetos y la hendidura en el labio superior son solo dos aspectos de la compleja personalidad de Grace. No os dejéis engañar por los clichés, por el clásico personaje triste y deprimido que no encuentra sentido a su vida, ni por las desgracias que ocurren sin motivo aparente, porque Memorias de un caracol carece de esas cosas.

Análisis de la trama de Memorias de un caracol

La película comienza con la defunción de Pinky y con Grace relatándole la historia de su vida a su caracol preferido, Sylvia. Desde el primer momento, podemos ver que Grace siente una obsesión bastante clara y evidente por dichos animales y que la lleva al extremo. No solo posee un tarro lleno de caracoles como mascotas, cosa que considero normal, sino que tiene la casa hasta arriba de objetos con forma de caracol.

Grace Pudel habla de cuál fue la primera desgracia de su tragicómica vida; nacer. Relata que le encantaba la sensación de estar protegida y aislada en el vientre de su madre. Esto, posteriormente, tiene sentido, ya que Grace se pasará el resto de su joven vida buscando jaulas en las que encerrarse. Las que sustituirán al vientre materno serán la concha de un caracol y su hermano gemelo Gilbert.

Cuando los gemelos vinieron al mundo, la doctora dijo que tenían dos almas y un solo corazón. Lo cual es cierto, ya que la unión de la pareja de hermanos no se remonta únicamente a haberse desarrollado en la misma tripa o a su característica gemelar, sino que va más allá. Ambos están sellados con firmeza por el dolor, los traumas y el abrupto inicio de una vida complicada.

La pequeña Grace nació prematura y con la condición de labio leporino. Tras el alumbramiento de Gilbert, su madre, Annie Pudel, no pudo soportar el parto y falleció a los veintidós años. Grace hace una comparación con el hecho de que las madres caracol mueren al tener sus crías, lo cual no es similar en humanos, pero en el caso de Grace es otro aspecto en el que su vida se parece a la de los caracoles.

Los gemelos Grace y Gilbert Pudel al poco de nacer.
A la izquierda, el pequeño Gilbert Pudel y, a la derecha, la prematura Grace con su condición de labio leporino.

Tuvo una infancia bastante complicada. Entraba y salía constantemente del hospital por problemas de salud. Al final, decidieron operarla del labio. Pero, la situación se complicó cuando se disponían a cosérselo y Gilbert le donó sangre para una transfusión mientras le preguntaba al doctor cuándo iba a morir. Como regalo por haber sido tan valiente, el padre de Grace la obsequió con el antiguo joyero de su madre, que estaba decorado con caracoles. Grace le regaló a Gilbert un bonito anillo con forma de caracol, que su hermano no se quitaría jamás. Lo dulce de esta situación es que Gilbert se encontraba dispuesto a ayudar a Grace, aunque eso conllevase su muerte.

La pasión de Annie Pudel por los caracoles se debía a su rama de estudio. Ella era malacóloga, que son personas que se dedican a investigar un grupo concreto de animales invertebrados. Lo de Grace es una jaula heredada. Primero se protegió con el amor de su hermano y de su padre y, cuando ambos le faltaron, se encerró en sí misma con sus caracoles.

Grace se refiere en muchas ocasiones a las circunstancias de determinadas personas como vasos llenos o vacíos. Popularmente, se dice que ver el vaso lleno es ser optimista y verlo vacío es ser pesimista. Según Grace, el vaso de Gilbert estaba siempre casi vacío, mientras que el suyo no rebosaba, pero estaba medio lleno.

Gilbert Pudel era la roca de Grace, su guardián y protector. Grace sufría acoso en la escuela. A menudo, eran chicos de cursos superiores los que venían a insultarla y a gritarle «cara de conejo». Pero, Gilbert siempre acudía en su defensa y se peleaba con los otros niños para que la dejasen en paz. Gilbert no era un prodigio del combate cuerpo a cuerpo y tampoco poseía una fuerza exagerada, con lo cual, con frecuencia, salía peor tras la pelea de lo que quedaban sus contrincantes. En una ocasión, Gilbert le rompió el dedo a un chico que estaba haciéndole una peineta. Como agradecimiento, Grace le recolocó el diente que el niño le había volado de un puñetazo.

Su infancia temprana podría resumirse en libros, juegos y programas de televisión absurdos. La obsesión de Grace por los caracoles comienzó en aquel entonces, ya que, tal y como ella describe, sabía que las esculturas de caracol jamás la abandonarían, la harían daño ni morirían. Tenía varias figuras de distintos caracoles dispuestas en una estantería de ángulos rectos y con el tiempo iría fabricando y almacenando más.

Había un mendigo, llamado James, que fue el primero en regalar un caracol vivo a Grace. El caracol en cuestión sería la madre de Sylvia. Una Navidad, ella le envolvió con cartón y luces navideñas y le arrojó unas cuantas monedas. James era un alcohólico y un depravado. Solía ser un juez importante, pero le dieron la patada por masturbarse en el tribunal. Una historia un tanto extraña y poco recomendable para una niña de la edad de Grace. Dejadme deciros desde ya que esta película no es para niños.

James le regala a Grace un caracol en Memorias de un caracol.
El mendigo y antiguo juez, James, es quien regala a Grace su primer caracol.

Por su parte, Gilbert odiaba ver animales enjaulados o en cautividad y tendía a liberarlos, como a Mildred, la cacatúa de su vecino, o arriesgaba su propia vida para rescatar a un caracol varado en mitad de la carretera. Con los años, Gilbert se hizo vegetariano. También presentaba una particular obsesión por el fuego. Lo que tendría sentido a futuro, ya que la vocación de Gilbert era ser tragafuegos. De niño jugaba con petardos, cerillas y cohetes. A menudo, sufría heridas o quemaduras e iba acompañado de un permanente olor a cerilla consumida.

Gilbert volvía locas a las niñas del colegio, pero a él solo le interesaban la magia y todo objeto capaz de arder. Quería ser artista callejero en París. Los gemelos heredaron el lado artístico de su padre, Percy Pudel, que era de origen francés. Percy se dedicaba a la animación y, como muchos artistas, se veía obligado a trabajar de otra cosa para poder financiar su arte. Hacía malabares en la calle para impresionar a los viandantes y a los turistas.

Así fue como conoció a Annie, que estaba de vacaciones. La hizo reír y se enamoraron al instante. Él se marchó con ella a Australia, donde intentó seguir con el negocio de artista callejero y malabarista. Pero, su humor y su arte no fueron bien recibidos. Percy sufrió un terrible accidente. Fue atropellado por un conductor borracho y quedó parapléjico. La alegría, la chispa y la creatividad se borraron para siempre de su rostro, dejando a una silueta en silla de ruedas con una botella de Whisky pegada a la mano. A la par, Annie se enteró de que estaba embarazada.

Si el dinero había brillado por su ausencia anteriormente, la pensión de invalidez de Percy a penas les mantenía a flote. El hombre se gastaba lo poco que tenía en boletos de rasca y gana y, como suele ocurrir, rara vez ganaba algo. Además padecía apnea del sueño. Lo que implica que, mientras estás durmiendo, tu respiración puede interrumpirse y reanudarse varias veces. Es por eso que muchas de las personas que sufren ese trastorno duermen con una máscara de oxígeno. En el caso de Percy, sus hijos aplaudían para despertarle.

Percy Pudel como artista callejero en París.
El magnífico Percy Pudel como artista callejero en París en el momento en que conoció a Annie.

La voluntad de Percy Pudel era que sus hijos arrojasen sus cenizas desde lo alto de Big Dipper, una montaña rusa de Luna Park, un parque de atracciones situado en Sydney. Este lugar era especial, porque, cuando montaba con sus hijos en la atracción, Percy se sentía vivo de nuevo y escapaba de su cuerpo. Ya no era un hombre atado a una silla, sino una mariposa. Odiaba depender de sus hijos. No le gustaba que tuvieran que bañarle, ayudarle a incorporarse ni que estuvieran constantemente pendientes de él. Aunque, la mayoría de las veces no se daba cuenta por su severo alcoholismo.

Otras de sus aficiones eran hacer punto con lana negra y engullir gominolas del mismo color. Tejió para Grace un gorro que la acompañaría hasta su vida adulta. El gorrito simulaba la cabeza de un caracol y Percy utilizó sus viejas pelotas de malabares para construir los ojos. Percy dejaba que sus hijos hicieran lo que quisieran. Les hacía reír con sus ridiculeces y su don innato para la comedia. Decía que la infancia era la mejor etapa y que había que permitir a los niños ser niños.

En la que se puede intuir desde un comienzo que es su última noche de vida, Percy cantó «Alouette, gentille alouette» con Grace y Gilbert. Enseñó a Grace a animar con su antigua cámara Bolex y se implicó en una competición con sus hijos por ver quién lograba hacerse el mejor peinado. De repente, Percy se quedó dormido. Por más que los gemelos aplaudieron y aplaudieron, su padre no despertó.

El gobierno australiano les entregó las cenizas de su padre en una caja de cartón y Grace las metió en su tarro para gominolas. No llegaron a arrojarlas desde Big Dipper, pero Grace se las quedó. Los servicios sociales llegaron después y separaron a los hermanos, ya que nadie quería adoptar a gemelos. Acabaron en distintas casas de acogida.

Grace y Gilbert Pudel son separados por los servicios sociales tras la muerte de su padre.
Los gemelos fueron separados por los servicios sociales y enviados a distintas casas de acogida.

Grace fue adoptada por un matrimonio sin hijos que residía en Canberra, ciudad que había sido escogida como la más segura durante tres años seguidos. Ian y Narelle eran contables en una empresa que fabricaba semáforos, adictos a los libros de autoayuda y a regalar diplomas absurdos como; «Premio al mejor corte de pelo» o «Premio a los zapatos más brillantes». Eran personas extrañas. Ambos sonreían más de lo necesario, sobre todo Ian que tenía una dentadura equiparable al tamaño de su cabeza.

La nueva casa de Grace estaba inundada por el color favorito de sus padres adoptivos, el beis. Hasta sus tres cobayas, Parsley, Basil y Cinnamon, era de color beis. De cara a la galería eran un matrimonio convencional, recatado y tradicional, pero los sábados por la noche dejaban a Grace sola y se iban a un club de swingers.

Grace intentó hacer amigos en el colegio. Sin embargo, se encontró con más rechazo, abuso y menosprecio por parte de sus compañeros, así que se encerró en sí misma y se refugió en las cartas que intercambiaba con Gilbert. Su hermano gemelo había sido enviado con una familia de granjeros cerca de Perth. La granja en cuestión se llamaba el manzanar del Jardín del Edén. Sus nuevos padres, Ruth y Owen, eran unos fanáticos religiosos. Tenía cuatro hermanastros, Wayne, Dwayne, Shayne y Ben (hasta los nombres riman). De los cuatro, Ben era el más amable.

Obligaban a Gilbert a rezar de un modo muy raro y pegaban a sus hijos imanes por el cuerpo para equilibrar sus auras. Los niños no iban a la escuela. Estudiaban y asistían a la iglesia desde casa, ya que la granja tenía su propio lugar de culto y Owen era el pastor. Gilbert debía trabajar en el huerto, recogiendo y etiquetando manzanas. Él solía prometerle a Grace que cuando fueran un poco más mayores cruzaría el gran desierto que los separaba y se marcharían a París a cumplir sus respectivos sueños. La realidad era que le pagaban una miseria por su labor y que después le quitaban las monedas como contribución a Dios.

Los Appleby son la nueva familia de acogida de Gilbert Pudel.
La nueva familia de Gilbert, los Appleby, son unos fanáticos religiosos que viven en una granja en medio de la nada.

Pasaron cinco años y Grace aplastó las penas con sus zapatos (expresión que se usa en la película y quiero repetir, porque me encantó) mientras que Gilbert sobrevivía como podía. Grace se apuntó como voluntaria en la biblioteca y se dedicaba a borrar los dibujos groseros de los libros, que, a esa edad, os podréis imaginar que eran bastantes. Entonces, conoció a Pinky, una excéntrica anciana que confundía la papelera con el buzón para devolver los libros. Grace le explicó la diferencia y se hicieron amigas. Pinky fue, aparte de Gilbert y Sylvia, la primera amiga de Grace.

El nombre de Pinky le viene de cuando perdió el meñique de la mano derecha seccionado por un ventilador de techo al bailar sobre la barra de un bar en Barcelona. Pinky fumaba puros, olía a jengibre y a tiendas de segunda mano. Había tenido una vida muy larga e interesante. Se bañó en el Mar Muerto, ganó un concurso de barbas de abejas y compitió al ping pong con Fidel Castro. Se casó en dos ocasiones y enviudó a una semana escasa de la boda. Tenía muy mala suerte con el compromiso y no con los hombres, ya que ambos eran buenos partidos.

Pinky trabajó en multitud de empleos; ayudando a los niños a cruzar la calle, promocionando trozos de piña y conduciendo la furgoneta de correos de su difunto marido, entre otros. Su casa era un auténtico museo de lo extraño y de objetos coleccionados de segunda mano. Guardaba sus ahorros en una caja de galletas (como nuestras abuelas escondían sus hilos y agujas en esa típica caja azul de galletas), porque desconfiaba de los bancos. Poseía un huerto, al que apodó como foso de pena, y quería que sus cenizas se esparcieran allí. Cada lunes, Pinky, visitaba la residencia de ancianos para sostener a los viejos de la mano en silencio. Más tarde, haría un negocio de esto.

Grace se aferró a las cartas de Gilbert y a la amistad de Pinky para seguir adelante. La pubertad fue una etapa especialmente dura. Grace se refugió en los caracoles, en Pinky y en la comida para soportar el temporal. Ian y Narelle cada vez estaban menos presentes. Intentaron ayudar a Grace con su verborrea de la autoayuda y teorías de que forzar una sonrisa ayudaba a sonreír de forma genuina. Pero, descubrieron los cruceros nudistas y se borraron del mapa. Esto era bueno por un lado, porque Grace no se veía forzada a colaborar en sus sandeces y malo, ya que Grace no tenía supervisión adulta y podía hacer lo que quisiese.

En esa época, su sensación de vacío aumentó. Comenzó a llenarlo con más comida, sobre todo con chiko rolls, y con la acumulación compulsiva de objetos con forma de caracol, desde relojes, lápices y tazas hasta libros, muffins y pantuflas. La situación no pintaba mejor para Gilbert. Ruth le hacía la vida imposible y le tenía esclavizado trabajando, Owen se empeñaba en raparle la cabeza al cero y le quitaban los pocos ahorros que reunía. Sus hermanos le despreciaban y le llamaban «maricón». Obligaban a Gilbert a leer la Biblia y a comer carne (recordemos que él era vegetariano).

Grace acumula objetos con forma de caracol sin control alguno.
En una de las peores etapas de su vida, Grace, se convierte en una acumuladora compulsiva de objetos con forma de caracol.

Su pasión por el fuego y la magia era descartada como un vicio del diablo y no se le permitía practicarla. Aunque, Gilbert se escondía con Ben tras la iglesia y jugaba con fuego y un bidón de gasolina mientras su hermanastro se deshacía en aplausos. Intentaron bautizarle, controlarle y drogarle, pero Gilbert fue más listo y engañó a Ruth. Owen les confiscaba sus ahorros como «dinero para Jesús» y después se lo gastaba en una botella de Whisky en la taberna. Gilbert se vengó soltando a los cerdos y a los periquitos de Ruth, lo que le costó que quemaran el joyero de su madre.

Ian y Narelle acabaron por mudarse a una colonia nudista en Suecia y Grace se quedó con su casa. Siguió trabajando en la biblioteca y autocompadeciéndose por no tener novio. Su dependencia con la comida, los objetos y las novelas fue a peor. Se vio rodeada por cobayas, que procrearon en exceso, y encontró una nueva afición; la cleptomanía. No necesitaba robar, pero la emoción del hurto la entretenía y la divertía. Traía algo de emoción a una vida tan solitaria, fría y vacía. Grace esperaba que Gilbert acudiese a rescartarla de la prisión que ella había edificado para sí misma.

Entonces, conoció a Ken, un hombre obsesionado con su soplador de hojas 2000. Para Grace fue amor a primera vista y quedó deslumbrada por la presencia de Ken. Aunque no era muy complicado que Grace se enamorase del primer hombre que le prestase un poco de atención, ya que estaba muy sola, no había tenido novio nunca y no había perdido la virginidad. Ken arreglaba hornos y microondas. Le gustaba el arte japonés del Kintsugi, que consistía en reparar cerámica rota. Ken percibía a Grace como un cuenco roto y aseguró que rellenaría sus grietas, pero no especificó con qué.

La relación de Ken y Grace en Memorias de un caracol.
Ken llega a la vida de Grace como su salvador y acaba siendo otra persona más que la utiliza con fines egoístas.

Si prestas atención a la relación de Ken y Grace, te das cuenta de que hay algo oscuro desde el principio. Grace era muy dependiente y quería a Ken de forma sincera. Pero, Ken lo único que hacía era ofrecer batidos, chiko rolls y salchichas a Grace y observarla con prismáticos. Al cabo de un mes de noviazgo, le propuso matrimonio y Grace aceptó. Le entregó el anillo en una salchicha. Se mudaron juntos e intentaron tener un hijo, pero Ken resultó ser estéril por la radiación de los microondas. Aun así, Grace se sentía en la cima del mundo.

Invitaron a Gilbert a la boda y Ken le envió dinero para que pudiese comparse un billete de avión. Escogieron a Pinky como la niña de las flores. Sin embargo, Gilbert nunca llegó. Grace recibió un paquete con una carta de Ruth y las cenizas de su hermano. La carta explicaba que Ruth había descubierto a Ben y Gilbert besándose tras la iglesia y que se vio obligada a actuar para «curar» su homosexualidad. Curar se traduce en torturar.

Utilizaron el desatanizador y sometieron a Gilbert y Ben a una agresiva y casera terapia de electroshock. Los ataron y llenaron de imanes y, mientras Owen expulsaba a satanás, uno de los hijos accionaba el aparato para electrocutar a Ben y Gilbert. Le dieron tanta potencia que casi se les salen los ojos de las cuencas. Aparentemente, el experimento surtió efecto en Ben, pero no en Gilbert, que se liberó de las cuerdas y atacó a Ruth. Ben distrajo a su familia y Gilbert escapó. En vez de marcharse para no volver, agarró su bidón de gasolina y le prendió fuego a la iglesia.

Los Appleby electrocutan a Ben y Gilbert para tratar de expulsar al demonio y curar su homosexualidad.
Ben y Gilbert son sometidos a electroshock para tratar de «curar» su homosexualidad. Otra prueba más de que los Appleby están mal de la cabeza.

Aunque en la carta Ruth decía que hicieron cuanto pudieron para rescatar a su hermano, la realidad fue que Ruth cerró la puerta de la iglesia, condenando a Gilbert a morir quemado en su interior. Todos observaron impasibles como se consumía la iglesia. Menos Ben, cuyo rostro estaba anegado de lágrimas. De Gilbert solo quedaron cenizas, que fue lo que Ruth le mandó por paquetería a Grace.

En este punto de la película, la vida de Grace se desmorona por completo. Pinky y sus caracoles fueron sus únicos aliados. Ken la consolaba con bandejas de comida y batidos, mientras que Grace no salía de la cama. Grace engordó aún más y continuó acumulando objetos y robando. La pillaron llevándose un sacapuntas con forma de caracol y recibió una citación judicial. Cuando parecía que la situación no podía torcerse más, Grace descubrió la verdad sobre Ken.

Encontró un álbum de fotografías en el que el fetiche de Ken quedaba expuesto. Almacenaba cientos de imágenes de mujeres obesas y de la evolución de su peso, incluida Grace. A Ken le gustaba engordar a mujeres y tenía hasta un gráfico detallando el aumento de masa corporal. Grace tomó la mejor decisión de las disponibles. Puso a Ken de patitas en la calle y anuló el compromiso.

De nuevo, Pinky le salvó la vida. La ayudó a hacer dieta, a lidiar con sus traumas y a reincorporarse. Finalmente, Grace se dio cuenta de que tenía un problema. Si hubiese invertido el dinero que se había gastado en acumular objetos en visitar a Gilbert, tal vez su hermano no estaría muerto. Pero, Grace siempre había necesitado que alguien la rescatase y eso era algo que se escapaba a su control. Poco a poco, fue recuperándose. Adelgazó y logró levantarse de la cama.

Tristemente, Pinky fue diagnosticada con Alzheimer y Grace tomó el relevo para cuidar de su mejor amiga. Pinky buscaba algo, pero no recordaba el qué. Grace la dejó disfrutar de sus pequeños caprichos. Le horneó galletas y le compró sus puros. En su lecho de muerte, Pinky le dio las gracias a Grace y gritó; «las patatas». Hasta aquí, llevamos una hora y cuarto de película y es cuando la trama vuelve al momento presente. Grace está sentada frente al huerto de Pinky y arroja sus cenizas donde ella quería descansar, mientras reflexiona sobre sus últimas palabras.

Pinky acaba sucumbiendo a su enfermedad y muere con Grace a su lado.
Pinky permanece tozuda como una mula y fuerte como un toro hasta su última respiración.

Como símbolo del final de una etapa, Grace libera a los caracoles para que se queden en el huerto. Sylvia empieza a trepar por el letrero que reza «patatas» del jardín y Grace toca fondo. Ha perdido a sus padres, a su hermano y a su mejor amiga. No le quedan razones por las que vivir, porque hasta su propia jaula de caracoles le hace daño sin pretenderlo. Toma un puñado de veneno para caracoles y se lo lleva a la boca, con intención de quitarse de en medio. Entonces, repara en Sylvia y en el cartel del huerto.

Se levanta y comienza a excavar en la tierra. Allí, se encuentra la caja de galletas en la que Pinky guardaba sus secretos y ahorros. Dentro hay una carta para Grace en la que, la aún lúcida, Pinky le revela algunas verdades antes de perder la memoria. Le habla sobre su infancia. Pinky era huérfana y se crio en un orfanato después de la Primera Guerra Mundial. No entra en muchos detalles sobre las tragedias de su vida, pero le aconseja a Grace que no se encierre más en su jaula. Le da un consejo propio de la sabiduría de los años; «las peores jaulas son las que creamos para nosotros mismos«.

Grace sigue las recomendaciones de su amiga y quema toda su colección de objetos de caracol, menos el gorro que su padre tejió para ella. Pinky le recuerda que los caracoles jamás vuelven sobre sus pasos y que, aunque la vida solo pueda entenderse hacia atrás, la única manera de avanzar es hacia delante. La habitación de Grace queda irreconocible. Podemos decir que, al igual que la cacatúa que liberó Gilbert cuando eran niños o los periquitos de Ruth, Grace está volando libre.

Poco después, se celebra el juicio por el sacapuntas que robó Grace en la tienda. El juez le lee sus delitos, pero es bastante considerado y transigente con ella. Explica que él tuvo un mal momento en su vida, pero que una niña fue amable con él y le dio el valor para enfrentarse a sus problemas. El juez no es otro que el vagabundo al que Grace envolvió en luces de Navidad y que, en respuesta, le regaló su primer caracol. James no reconoce a Grace, pero ella sí a él. El juez la perdona, la absuelve de sus cargos y desestima el caso.

Un año después, Grace estudia en la escuela de cine de Canberra y empieza a vivir la vida a su manera, como Pinky le aconsejó. Realiza una modesta proyección de su primera película, que trata sobre su vida y se titula «La venganza del caracol«. No asistieron muchas personas. La película era más bien mala. Trataba sobre su fallida relación con Ken. Los asistentes no hicieron muchas preguntas. Una mano se alzó por encima de las del resto, era Gilbert.

El reencuentro de Grace y Gilbert en la proyección de la película de Grace.
Gilbert y Grace se reencuentran tras un sinfín de tragedias y estar separados durante la primera mitad de su vida.

Gilbert y Grace se abrazan. Él explica que escapó por la ventana trasera de la iglesia y que huyó. Atravesó el gran desierto con la finalidad de llegar hasta su hermana y lo logró. Los Appleby pensaron que entre las cenizas del incendio se encontraba el cadáver de Gilbert y eso fue lo que enviaron a Grace. A tiempo presente, Gilbert y Grace cambiaron el contenido de la urna por gominolas negras y Sylvia puso sus huevos y dejó la concha. Los gemelos vuelven a ser una familia y resuelven el único asunto que les quedó pendiente de niños; arrojar las cenizas de su padre desde lo alto de Big Dipper.

Conclusión

Desde que vi el tráiler, supe que esta película me iba a gustar. Ya solo por la estética, la animación y porque sea una cinta pensada para adultos se ha ganado un hueco en mi corazón. Después de verla, solo he reafirmado mi primera impresión. Puede que los personajes solo sean una bola de plastilina y arcilla, pero se sienten muy reales. No existe un solo personaje del que me pueda quejar, porque hasta tipejos como Ken tienen personalidad y profundidad.

Grace es la protagonista estrella de la historia. Gilbert también se encuentra en un plano protagónico, pero posee menor relevancia que su hermana. La única pega que le puedo sacar a Memorias de un caracol es que Gilbert se merecía más protagonismo. Me hubiera gustado ver más de su vida en la granja de los Appleby, de su historia de amor con Ben y de cómo atravesó el gran desierto. Aunque, tampoco se puede decir mucho sobre este tema, ya que Grace es la narradora de la película y tiene sentido que sea la principal protagonista.

Memorias de un caracol se mete de lleno en el fango y habla de traumas, trastornos y hasta hace referencia a algún que otro fetiche. Lo interesante de Grace es que es más caracol que persona. Vive recluida en una concha y necesita ser supervisada y cuidada. Cuando pierde la protección de Gilbert, se encierra aún más en sí misma y se protege con libros, muros de objetos y comida. Acaba construyendo los barrotes de una jaula, que hubieran terminado de asfixiarla si no llega a ser por Pinky.

En su infancia, Grace menciona que el vaso de Gilbert está siempre vacío y que su tristeza es como el cuarto miembro de su relación. Si lo piensas, es lógico que Gilbert esté triste todo el tiempo. Lidia con la pérdida de su madre, el alcoholismo de su padre y carga con los problemas de Grace. A pesar de ser menor que ella, adquiere el papel de hermano mayor y hace un muy buen trabajo representándolo. Todos los adultos de las vidas de Grace y Gilbert Pudel son unos irresponsables. Empezando por su padre, siguiendo por el fanatismo religioso de los Appleby y cerrando con la manía de Ian y Narelle de comportarse como Mr. Wonderful.

Aunque, la mejor parte de Memorias de un caracol es su mensaje. La metáfora final sobre las jaulas es simplemente genial, porque es cierta. Las peores jaulas son las que creamos para nosotros mismos, porque, a menudo, somos nuestros peores enemigos y no nos damos cuenta del daño que nos estamos haciendo. Afortunadamente, Grace tenía a Pinky para abrirle los ojos.

Memoir of a snail es una cinta de la que guardaba muchas expectativas y que las ha superado con creces. Un viaje repleto de altibajos y emoción que reflexiona sobre la pérdida, la depresión, la soledad, los mecanismos de defensa frente al dolor, la superación y la decisión de liberarse de las cadenas. Nunca se me habría ocurrido pensar que los caracoles fueran tan fascinantes, a pesar de que, como Grace, de pequeña eran mis animales favoritos.

Lo Mejor:

  • ✅ La profundidad del diálogo, las escenas y los personajes.
  • ✅ La calidad de la animación.
  • ✅ La evolución y la resolución del conflicto de Grace.
  • ✅ Cada personaje es perfectamente distingible del resto, porque tienen personalidades muy detalladas.

Lo Peor:

  • ❌ La película se centra mucho en la historia de Grace y no tanto en la de Gilbert.

Autor

  • Avatar de Marina - Wanheda de Los 100

    Mi abuelo me compartió el amor por la escritura. Sus manos ancianas me enseñaron que para escribir hacen falta dos cosas; corazón y verdad. Ya lo dijo Stephen King: "escribe sobre lo que sabes que es cierto". Así, aprendí que la inspiración es el mayor regalo y maldición de un escritor. Hay dos cosas que vería y leería en bucle para el resto de mi vida y son; Harry Potter y Los 100.

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