Atención: la siguiente crítica contiene spoilers sobre el desarrollo de la película y está fundamentada en opiniones personales.
Immaculate es otra de las muchas películas de terror que juegan con la religión. Hay quienes piensan que estos dos tópicos están inevitablemente conectados y quienes creen que solo son patrañas. Sea como sea, es algo que ya hemos visto una centena de veces en películas diferentes. Los protagonistas se protegen con un crucifijo, se esconden o se arrodillan ante una figura religiosa y salen despavoridos en busca de la iglesia más próxima. Las que tratan sobre posesiones y exorcismos recurren a un sacerdote. El resto, esperan que el poder de Dios venza y les salve del mal.
En Immaculate, vemos que el mal está dentro de la propia iglesia, entremezclado con la religión. Ya conocemos otras películas que han utilizado a monjas como figuras demoniacas o como víctimas del horror. Por ejemplo, en La Monja I y II, el demonio valak toma la apariencia de una religiosa. Mientras que, en Hermana Muerte, la novicia tiene dones particulares y sufre el acoso de una presencia sobrenatural. Immaculate va por otro camino, lo cual no quiere decir que sea algo bueno.
Mis razones para ver esta película, aun sabiendo que podría no gustarme, fueron tres muy concretas. Primero, el papel principal es representado por Sidney Sweeney, que interpreta a Cecilia. Considero que es una actriz bastante buena, además me causaba curiosidad verla en un rol tan distinto a los que suele desempeñar. Segundo, aparece Alvaro Morte, que es conocido por interpretar al Profesor en La casa de papel, haciendo del Padre Sal Tedeschi. Este señor es un actorazo y tenía que seguir su trayectoria al otro lado del charco. Tercero, me interesa todo lo que entre dentro del género del terror.
Los actores hacen un trabajo impecable y defienden muy bien sus papeles. Me impactó ver a Alvaro Morte hablando en inglés y haciendo su propio doblaje al español. Fue algo que agradecí muchísimo. Sidney Sweeny demuestra que no es una actriz encasillada en el papel de Cassie (Euphoria) y que, al contrario de lo que algunos piensan, no solo tiene dotes físicas.
En lo tocante a la película, la idea no es mala. El fundamento es sencillo. Cecilia es una chica estadounidense y pertenece a una iglesia que es como su hogar, pero que desaparece por falta de feligreses y religiosos. Por lo tanto, parte a Italia para instalarse en un convento perdido en las montañas y ordenarse como novicia. Desde el primer segundo en que los pies de Cecilia tocan el empedrado suelo del convento, sabemos que algo no va bien. Y no solo por el pequeño adelanto que se nos proporciona al inicio de la película.
La trama
A su llegada es recibida por Isabel, una monja joven que parece llevar entre las paredes del convento más tiempo que la mismísima madre superiora. Isabel es la encargada de manejar el cotarro, de enseñarle los alrededores a Cecilia y hablarle de las tareas que desempeñará. Hablamos de una mujer severa, seria y tajante, que antepone la religión a sus deseos personales.
El convento es un lugar tan viejo como impresionante. Tal vez en el pasado fuera una boyante casa de monjas, en la que la cantidad de novicias superaba a la de enfermos. Sin embargo, en la actualidad, se ha convertido en una especie de sanatorio u hospital de campaña. Las monjas más jóvenes, sanas y fuertes asisten, cuidan y curan a las mayores. Se aseguran de mantener la maquinaria que sostiene al convento en funcionamiento.
Allí conoce a Gwen, que se convierte en su única amiga, y al Padre Tedeschi, que, en un principio, parece una buena persona. Descubrimos que, de niña, Cecilia fue bendecida con un milagro. Estaba jugando sobre el hielo cuando, este, se rompió y ella cayó al agua congelada. Fue rescatada demasiado tarde. Se ahogó y su corazón estuvo parado durante siete minutos. Aun así, de algún modo, recuperó la consciencia y se salvó. Ese es el núcleo de su devoción. Los miembros del convento están más interesados en ese milagro de lo que Cecilia piensa.
Tedeschi, por su parte, se muestra muy amigable con Cecilia. Le confiesa que, en su día, estudió y se dedicó a la rama de la ciencia, especialmente a la biología. Más adelante, parece ser que recibió la llamada de la religión y acudió a ella sin dudarlo.

Cecilia experimenta diversas alucinaciones y visiones. Entre ellas se cuentan el rostro de una monja cubierto por una tela roja, unas manos que la agarran mientras se está confesando con el cura, inscripciones en la pared de su alcoba y algún objeto que se mueve solo. En uno de esos viajes termina en una parte de la iglesia, donde tienen una valiosa reliquia guardada con recelo. Se trata de uno de los clavos con los que crucificaron a Cristo.
Sin saber cómo, Cecilia se queda encinta y ahí es donde empieza a desbobinarse toda la trama. Los altos mandos de la iglesia ponen en duda su fe, sus votos y su castidad, pero ella demuestra no haber mentido. En su juramento inicial, ella aseguró ser virgen, pura y casta. A posteriori, podemos ver en la soberbia, la fanfarronería y el tono acusador, la parafernalia que se ha montado la iglesia. Los eclesiásticos colaboran como peones sedientos de su pan y su perdón, o como hombres y mujeres corrompidos por la ambición. Cecilia solo es el pobre conejito que cayó en la trampa y fue capturado para experimentar con él.
Empiezan a considerarla como una especie de Virgen María, que porta en su vientre a la reencarnación de su salvador. Al principio, Cecilia se siente halagada, atendida y colmada de afectos y oraciones, pero conforme avanzan los trimestres de su embarazo (la película nos muestra los acontecimientos que acompañan al período de gestación del bebé divididos en tres partes) se va dando cuenta de qué algo no va bien.
Gwen intenta convencer a Cecilia de que hay algo extraño en ese convento. Cosas que hasta un ciego podría ver. Pero, quizá, Cecilia se encuentra demasiado cerca de la imagen como para poder ganar perspectiva. Gwen destaca la rareza de que mantengan a Cecilia oculta y recluida, la anomalía de que no la permitan ir a un hospital y ser examinada por un especialista, el hecho de que decidan todo por ella y no la dejen opinar sobre su destino y el del bebé. Cecilia le quita hierro al asunto.
La impulsiva Gwen, que posee la cualidad de decir lo que piensa, ser transparente y de no saber cuándo callarse, acaba perjudicada por bocazas. En público, insiste en la inverosimilitud de que Cecilia haya sido fecundada por el Espíritu Santo y en que los bebés no se fabrican solos milagrosamente. Gwen desaparece sin dejar rastro. La misma Cecilia va en su búsqueda de noche y ve como una figura encapuchada le secciona la lengua a su amiga. Se derrumba y se desespera, lo que conduce al carácter del desenlace.
En un comienzo, Cecilia, confiaba en que su embarazo había sido milagroso. No había otra explicación posible. Pero, tras la desaparición de Gwen, sus sospechas empiezan a acrecentarse. Se da cuenta de que su amiga tenía razón; hay algo oscuro en el interior del convento. Ya entrando en el tercer trimestre, Cecilia solo alberga un deseo; huir de allí. A través de la pantalla, te sacude la sensación de urgencia, de peligro, de amenaza y catástrofe inminente. Casi podemos adivinar la carne de gallina en los brazos de Cecilia.
Cecilia pone en marcha un premeditado plan de huida. Asesina un pollo y mancha con la sangre las sábanas, sus ropas y sus partes bajas. Finge sufrir un parto prematuro o lo que parece un aborto espontáneo. Al Padre Tedeschi no le queda otra opción que cargar con Cecilia y partir hacia el hospital más próximo. Cecilia demuestra ser igual de buena como actriz que como monja. Grita, se retuerce, llora y nubla el gesto con expresiones de dolor. Los hombres que conducen el coche no dudan en ningún momento.
La madre superiora descubre el cadáver de la gallina bajo el camastro de Cecilia y telefonea al Padre Tedeschi para ponerle en sobre aviso. El Padre ordena que detengan el vehículo y Cecilia nota inmediatamente que su fachada se está derrumbando. Se baja del coche de forma precipitada y escapa campo a través. Ahora huye por su vida porque, si la atrapan, no sabe cuál será su paradero. Pero, con un estado tan avanzado del embarazo, no llega muy lejos. La pillan y la llevan de vuelta al convento.
Los días siguientes transcurren entre el movimiento de una silla de ruedas, las ligaduras que mantienen a Cecilia anclada a la silla, rezos y temor. Cecilia está muy vigilada y asustada y se pregunta constantemente; ¿qué pasará con ella cuando nazca el bebé? El momento del parto se acerca y la incertidumbre acecha en las sombras de las maquinaciones de los miembros de la orden religiosa.
El Padre Tedeschi lleva toda su vida esperando ese momento. Como científico y biólogo, sus experimentos no fueron bien recibidos. Se los consideró amorales, descabellados y desproporcionados. Sin embargo, en la iglesia halló su lugar. Los religiosos se mostraron intrigados e interesados por su trabajo. De buena gana, le explica a Cecilia que ella es otro de esos experimentos. Es el envase perfecto. Un recipiente que llevaban mucho tiempo buscando y que representa el secreto de la resurrección.

Según Tedeschi, en el clavo que jugó un papel en la crucifixión de Cristo, encontraron sangre y ADN. Para poder investigar y utilizar tal hallazgo, necesitaban romper el código genético. Cecilia es solo una de las muchas mujeres con las que esta oscura rama de la iglesia experimentó. Probablemente, el noventa por ciento de monjas ancianas pertenecieron a esta especie de secta y se ofrecieron de buen grado a portar al fruto de su creador en las entrañas. A todas las engañaron y el experimento no resultó en ningún caso. Hasta que apareció Cecilia.
En un descuido del Padre Tedeschi, Cecilia aprovecha que la madre superiora está distraída contemplando la ecografía y la golpea con un crucifijo. La mujer muere asesinada y la embarazada sale huyendo como alma que lleva el diablo. Cecilia rompe aguas. A duras penas avanza hasta el laboratorio donde almacenan los fetos, artilugios y material de experimentación. Comienza a esparcir alcohol por toda la estancia con la intención de prenderle fuego. El Padre Tedeschi la sorprende e intenta chantajearla. Tienen un forcejeo y Tedeschi termina encerrado en el laboratorio, agarrando a Cecilia por el cabello a través de la puerta. Ella hace girar la rueda del mechero y lo arroja a la habitación. Tedeschi debería haberse quemado vivo, pero logra apagar el incendio con un extintor. Sufre quemaduras parciales y bastante graves en el rostro y parte del cuerpo.
Cecilia se dirige a las catacumbas del convento en busca de una salida. Allí, donde todo es oscuridad, polvo y tierra, se topa con el cadáver en descomposición de Gwen. Tedeschi la persigue de cerca y, cuando ella cree divisar un agujero en la pared terrosa por el que poder arrastrarse hacia el exterior, la agarra por la pierna. El Padre empuña un bisturí y trata de practicarle una cesárea para extraer al bebé. Cecilia cierra sus dedos en torno al clavo, que ha robado de la iglesia en su huida de la enfermería, y apuñala a Tedeschi en el cuello.
La mujer se arrastra como puede fuera de las catacumbas y da a luz al bebé completamente sola. No sabemos qué cara tendrá el recién nacido, pero si vemos la expresión horrorizada de Cecilia. Se sobreentiende que es una aberración, un experimento terrible que jamás debió llegar a término. Ella levanta una piedra y le aplasta la cabeza al bebé, asesinándolo. Nos queda la duda de si el niño es verdaderamente un monstruo o si Cecilia se ha quedado traumatizada por todo lo que ha sufrido desde que viajó a Italia.
Conclusión
La película tiene una trama un poco lenta. Da la sensación de que casi no avanza hasta el final. Es decir, Cecilia aparece en el convento, se compromete con sus votos y se queda embarazada. Ahí se frena la trama. Hasta que no descubrimos las motivaciones ocultas del Padre Tedeschi y que todas las monjas están compinchadas, el misterio del convento queda flotando en el aire.
Yo me elaboré bastantes teorías. La más sensata era que ese convento fuese una clase de secta y que hiciesen ofrendas al diablo en forma de jóvenes hermosas, fértiles y puras. Aunque, el hecho de que fuera un convento dedicado al culto del cristianismo, convertía a mi idea en improbable. Se me cruzó por la mente que, tal vez, los sacerdotes tuvieran a las mujeres confinadas allí para poder abusar de ellas a su antojo y que les convenía que estuvieran enfermas.
Pero, ni en un millón de años, ni cuando nos enseñan el clavo de Cristo al principio, se me habría ocurrido pensar que pretendían resucitar a Jesús o engendrar a su heredero. Es una idea tan absurda y poco creíble, una majadería nacida de la mente de Tedeschi, que resulta una genialidad. Esa parte de la trama me parece brillante, porque refleja el fanatismo y el radicalismo que padecen algunos religiosos. En contraposición, tenemos a Gwen, que es la parte más lógica y afirmada al realismo, y a Cecilia, que es creyente, pero racional.
En el fondo, los propios fanáticos saben que están cometiendo una locura. Por eso mantienen en secreto el embarazo de Cecilia y las salvajadas que han tenido que hacer a multitud de mujeres. Cuando Cecilia descubre que su bebé no es una semillita que ha llegado a su útero por arte de magia, lo asume como lo que es; una aberración. Renuncia a creer en la idea del milagro. Entonces, al igual que el cazador que se queda solo en la selva a merced de las fieras, despierta su instinto de supervivencia. Y, al final, termina siendo o ella o el bebé.
La revelación del entramado es buena y avanza con dinamismo. La conclusión de los últimos segundos de película también me gustó. Sabemos que Cecilia no quiere al bebé y lo mata. Sabemos que los antagonistas principales están muertos, aunque no hayan enfrentado consecuencias reales más allá de la muerte. Podemos asumir que el castigo les espera en esa «otra vida» que tanto anhelaban y protegían. Pero, nos dejan con la incógnita de que pasará con Cecilia después. ¿Seguirá siendo religiosa? ¿Abandonará los hábitos? ¿Se marchará de Italia? ¿Denunciará lo ocurrido a las autoridades?
Podría interpretarse en cierto grado como un final abierto. Son preguntas que no se responden y está bien que queden a la imaginación del espectador. Para mí, Cecilia se alejó de Italia y de la religión e inició una nueva vida en otro país. Aunque, lo más probable es que se desangrase por el bosque tras dar a luz, que se perdiese entre los árboles y las montañas mientras intentaba buscar ayuda o que se colgase de una encina porque no podía vivir con los horrores que le habían acontecido.