La manía de los estudios por revivir obras inmortales
Hay quien dice que el cine está muerto. Algunos ilustrados o nostálgicos, según se examine, realizan comparativas constantes con el arte de antes y el actual y se quejan de que las películas de ahora carecen de sentido. A nivel personal, no puedo opinar mucho ni aportar demasiado a la conversación, ya que no siento apego, gusto o pasión por lo que se suele definir como «los grandes clásicos de la historia del cine». Pero, sí sé que el mundo del espectáculo se recicla constantemente.
¿Crees que esa serie que estás viendo ha planteado un argumento único y revolucionario? Pues, ¡sorpresa! No. En realidad, se basa en la trama de una película que se publicó en 1956. La mayoría de veces, ese algo que identificamos como especial y único en su especie, no lo es. Suele ser un homenaje, una referencia o un cruce accidental, porque no existen ideas e historias infinitas. Me ha llevado bastante tiempo, pero me he dado cuenta de que un proyecto no necesita ser único para ser bueno. Basta con que tenga una base fuerte de personajes, varios giros argumentales y un final coherente. Tampoco es imperativo que el desenlace te vuele la cabeza.
El problema es que tantos creadores se enfocan en la opinión del público, las ovaciones y el reconocimiento a su trabajo, que se olvidan de la esencia de lo que pretendían inventar. Un buen ejemplo de ello es How I Met Your Mother. Los creadores de la serie tenían una visión muy clara del final de Cómo Conocí a Vuestra Madre y se aferraron a ella hasta el último capítulo. Hay que reconocerles esa constancia y perseverancia, pero también remarcar que una serie alargada en exceso, como un chicle demasiado estirado, es un lastre.
La popularidad y el éxito de un producto son parte del virus del ecosistema del entretenimiento. Ocurre que, cuando algo triunfa por encima de sus expectativas iniciales, se empieza a abusar de ello hasta la saciedad. Este factor gusta a algunos y horroriza a otros. Creo que la sobreexplotación de una franquicia o historia no está mal, siempre y cuando nos presenten un resultado final de calidad y no relleno barato.
Harry Potter es un ejemplo de lo contrario. Se trata de una saga atemporal, que cuenta con millones de fans en todo el globo y que se ha convertido casi en un hito cultural. Los siete libros de J.K. Rowling abren y concluyen la historia de forma magistral. Sin embargo, es un universo que se podría haber aprovechado y explotado mucho más allá. No hablo del desastre de Animales Fantásticos (Fantastic Beasts) o de la nueva serie de Harry Potter de Max, sino de muchas tramas, contextos e historias de personajes que se podrían haber explorado. Léase Voldemort, los merodeadores, la primera guerra mágica, los fundadores de Hogwarts o la vida de Albus Dumbledore.

¿Te parece que esa escena que has observado en cientos de series y pelis brotó de la nada? Pues, tampoco. Por ejemplo, en Misión Imposible hay una escena en la que Tom Cruise, que es conocido por protagonizar toda la acción y escenas de riesgo sin recurrir a dobles, se descuelga por un cable para colarse en un edificio. No solo es una marca de estas películas, sino que se ha reutilizado en otros proyectos. Sin ir más lejos, recuerdo un capítulo de la Pantera Rosa en el que utilizaban el cable para entrar en un museo y robar un diamante.
Dicho esto, sabemos que es difícil hallar algo original, pero que todo ha tenido que surgir de algún lado. Harry Potter no es la excepción. Es una historia fantástica, ambientada en un internado mágico y con adolescentes como protagonistas. La diferencia reside en que la creación de Rowling se ha globalizado y ha triunfado mucho más de lo que se esperaba la autora cuando presentó su manuscrito en doce editoriales distintas y se lo rechazaron. Hasta que, Bloomsbury Publishing, aceptó publicarlo.
Volviendo al tópico de este apartado, mi gran problema con el cine y con los productos de entretenimiento modernos es el empeño de los estudios por resucitar obras muy populares, que estaban mejor intactas. Ha pasado con Star Wars, El señor de los anillos, Jurassic Park, Harry Potter, Cazafantasmas, Indiana Jones y muchas más que no se me vienen a la cabeza. El objetivo tras ese retorno de la tumba es presentar a una nueva generación de personajes que tomen el relevo de los antiguos. En el caso de Harry Potter, es destruir con una bola de demolición diez años de películas y comenzar un nuevo borrador.
¿Se justifica la creación de una nueva serie de Harry Potter?
La respuesta es no. La película de Harry Potter y las reliquias de la muerte: parte 2 salió en 2011. Está muy reciente y los personajes ficticios se han fusionado con la cara de los actores. Por lo tanto, si pienso en Harry, veo al pequeño Daniel Radcliffe con sus gafitas redondas yendo por primera vez con Robbie Coltrane (Hagrid) a Diagon Alley. Si me acuerdo de Ron Weasley, es Rupert Grint quien aparece volando con Harry, Fredy George en el Ford Anglia. Y, si percibo la brisa de la capa negra de Severus Snape, es Alan Rickman quien la lleva puesta.
Mi queja contra el proyecto de Max no se fundamenta en que hagan una nueva serie de Harry Potter. El problema es que había muchos temas que explorar e historias que contar y todo eso queda descartado para reconstruir un universo que no necesita remodelaciones. Pienso que las pelis de Harry Potter no han envejecido tan mal (en realidad, no han tenido tiempo ni de envejecer) como para que tengan que rehacerlas en formato de serie.

Volvemos al mismo asunto de siempre, la misma canción pero con melodía diferente; el dinero. En España existe un refrán popular que dice así; «por dinero baila el perro» y, de nuevo, el vasto y sabio refranero español da en el clavo. Al igual que Disney con su Mufasa, Lilo y Stitch (2025) y la aberración de Blancanieves, Max y Warner se frotan las manos pensando en las ganancias que obtendrán de Harry Potter. Lo importante es exprimir hasta la última gota de las obras de J.K. Rowling sin pensar en los fans.
Ahora, todo debe ser dicho. Los amantes de Harry Potter llevan años pidiendo una adaptación fiel a los libros. No es que las películas de entre 2001 y 2011 sean una mala representación del contenido de la obra, sino que estamos hablando de 8 películas, con una duración promedio de dos horas y media cada una, y de algunos monstruos con ochocientas, seiscientas y quinientas páginas. Lo mires por donde lo mires, es imposible recrear quinientas páginas en tres horas a gusto de todos. Evidentemente, habrá muchos detalles imprescindibles y escenas icónicas que se quedarán fuera.
La culpa de esto no la tiene J.K. Rowling, ni los actores, ni los directores, ni Warner. Simplemente es así. Tal vez debieron hacer una serie desde el principio. Si la pregunta de este apartado fuera; ¿es una buena idea hacer una serie de Harry Potter con una temporada por libro? Diría que sí. Es más, incluso me atrevería a afirmar que algunos libros, como El cáliz de fuego, La orden del fénix y Las reliquias de la muerte, podrían abarcar dos temporadas tranquilamente.
¿Es Harry Potter una adaptación fiel a los libros u otro producto de la cultura woke?
Este punto va a ser interesante y gratificante de escribir. En primer lugar, nos venden que la nueva serie de Max va a ser un proyecto cien por cien apegado a los libros. Algunos, como yo, tal vez desconfiasteis al principio y os acabó emocionando la idea. Mi única súplica era que no se repitiese el episodio de J.K. Rowling asegurando por Twitter, o X bajo el yugo de Elon Musk, que jamás había descrito en los libros a Hermione Granger como blanca.
Todo esto vino a raíz del revuelo que generó la obra de teatro «Harry Potter y el Legado Maldito» (Harry Potter and the Cursed Child) por escoger a una actriz británica y de raza negra para interpretar a Hermione Granger. La actriz en cuestión se llama Noma Dumezweni. Recalco que aquí no se busca lanzar odio contra la actriz ni contra su trabajo, simplemente narrar los hechos. Para empezar, ni he visto Harry Potter y el Legado Maldito ni tengo pensado leerme ese absoluto crimen contra el universo que tanto queremos. Rowling apoyó públicamente a Noma Dumezweni, alegando que ella jamás había especificado que Hermione fuera blanca. Lo cual, es falso.
En 2025 y con la nueva serie de Harry Potter en boca de todos, se repite esta situación. Tras habernos vendido la parafernalia de que la adaptación no se separaría ni un milímetro del contenido de los libros, se confirma la elección de casting para Severus Snape. El profesor de pociones será interpretado por Paapa Essiedu. Paapa Essiedu es un actor británico y de raza negra con una trayectoria bastante impresionante. Apareció en un episodio de Black Mirror, en la miniserie Podría destruirte y en la película En islas extremas.

Vuelvo a repetir que el propósito de este artículo no es arrojar odio contra Paapa Essiedu. Aquí vamos a hablar de los hechos. Y, el hecho principal, es que el 7 de mayo de 2025 se confirmó oficialmente que Paapa Essiedu daría vida a Snape e internet explotó. Mucha gente argumenta que la elección del actor va a fomentar los prejuicios raciales y estereotipos, ya que, como todos sabréis, Severus Snape sufre acoso y agresiones por parte de James Potter, Sirius Black, Remus Lupin y Peter Pettigrew.
Lo cierto es que a mí todo eso me da igual. Sin embargo, la parte que me molesta es que nos prometiesen un casting fiel a las descripciones que se dan en los libros y que incumpliesen su palabra. Paapa Essiedu no tiene la culpa. Pero, su confirmación como Severus Snape me ha hecho perder interés en la serie y me ha quitado las ganas de verla.
Hay opiniones muy variadas al respecto. Algunos opinan que es un personaje imaginario y ya está. Otros, como yo, están bastante decepcionados, aburridos y cansados de que esta situación se repita constantemente. Y, hay un tercer grupo al que no le agrada la decisión, pero la afrontan desde la indiferencia y resignación, más que partiendo del enfado.

Hasta ahora, el único personaje cuyo actor no ha sido escogido acorde con su apariencia en los libros es Snape. El resto del casting oficial que ha sido revelado es bastante fiel a su descripción literaria. John Lithgow interpretará a Albus Dumbledore, Janet McTeer hará de Minerva McGonagall, Nick Frost pondrá rostro y envergadura a Rubeus Hagrid, el retorcido Quirrel será interpretado por Luke Thallon y el squib más odiado de toda la comunidad mágica, el conserje Argus Filch, se reflejará en Paul Whitehouse.
Por último, el trío dorado será representado por debutantes, es decir, nuevos actores. La intención tras esta decisión creo que es obvia; convertir al actor y al personaje en una misma entidad. Dominic McLaughlin será Harry Potter, Alastair Stout como Ron Weasley y Arabella Stanton hará de Hermione Granger.
Como decía, las elecciones de casting para los tres protagonistas de Gryffindor no ha decepcionado. Al contrario, son de lo más acertadas. Aunque, la noticia no mitiga mi enfado. Seleccionar de forma adecuada seis papeles para redimirte de que has engañado a tu audiencia con la terrible elección de casting de Snape, me parece igual de malo que modificar el género, la apariencia y la melanina de todos los protagonistas.
Conclusión
La huella que han dejado en la cultura popular la saga de películas de 2001-2011 será difícil de opacar. Reemplazar los rostros de Daniel Radcliffe como Harry, Rupert Grint como Ron y Emma Watson como Hermione, se me antoja una tarea imposible. Tal vez, para las nuevas generaciones y para aquellos que no han visto las películas originales, sea más sencillo separar una cosa de la otra. En el fondo, opino que esta serie está pensada para una nueva remesa de niños y no para los fans más viejunos.
A los hijos de la nostalgia, siempre nos quedarán los libros y unas pelis tan icónicas como imperecederas. Para los más valientes, habrá una nueva serie de la que carezco de expectativas. Me da pena, ya que me había llegado a ilusionar la perspectiva de ver los libros en formato de serie. Pero, si Severus Snape no va a ser el único personaje que difiera del canon, no sé si querré ver la serie cuando salga.
Harry Potter es un fenómeno de talla mundial, que ha convertido a su autora en una de las escritoras más ricas. Harry Potter es la infancia de muchos, la adolescencia de otros tantos y, en mi caso, la madurez. Creer en la magia siempre es necesario y bienvenido en un mundo que está plagado de conflictos, guerras, hambre y discursos políticos. Los muros de Hogwarts representan evasión, un remanso de paz y de viajar muy lejos solo con el poder de la mente.