Atención: la siguiente crítica contiene spoilers de la película de El Rey León y de Mufasa (2024).
Voy a iniciar esta crítica asumiendo que todos los lectores han visto El Rey León. Y, no hablo del live action de 2019, sino de la película original de 1994. Aunque, la película de acción real también es válida, ya que es la misma historia contada con una animación diferente. Puede que yo la odie un poco sin motivo, porque la versión original de El Rey León fue mi infancia y de mis películas favoritas de todos los tiempos. Me molesta que toquen y alteren productos que están bien como están y que no necesitan modernizarse solo para poner en marcha la máquina del dinero. Honestamente, no he visto el live action de El Rey León y, después de haber presenciado y disfrutado de la cinta de Mufasa, admito que tal vez lo juzgué de forma errónea.
Sin exagerar, estimo que habré visto El Rey León más de cien veces. El disco del DVD terminó rayado y roto y costaba bastante que el reproductor lo detectara. Me sé de memoria la mayoría de las canciones que surgieron de las creativas manos de Elton John y Tim Rice. Entre ellas destaco; El Ciclo de la Vida, Hakuna Matata y Preparaos. No he llorado con ninguna película de Disney y la verdad es que no soy de lágrima fácil, pero la trágica muerte de Mufasa y el destierro de Simba acongojaban mi corazón infantil y siguen provocando que mis ojos adultos se aneguen de agua.
A los mandos de la dirección de Mufasa está Barry Jenkins, que comenzó con el proyecto en 2020. Jenkins quería hacerle justicia a la obra maestra que es El Rey León y seguir la senda marcada por la primera película de acción real de la franquicia. Se esforzó mucho para que el resultado final fuera grato, espectacular y emotivo para el público. Además de buscar homenajear a los personajes de la cinta original y de no incluirlos en Mufasa de manera forzada. La película mezcla fragmentos de animación real con imágenes generadas a ordenador y se ambienta en distintos lugares del amplio continente africano.
Un punto muy favorable es que muestra diversos climas; desde el árido, seco y desolador propio del desierto, hasta el gélido, puro y blanco de las montañas nevadas. En El Rey León nos limitamos a ver las Tierras del Reino, el cementerio de elefantes, la guarida de las hienas, el entorno selvático por el que vagan Timón y Pumba y la devastación que deja Scar a su paso en el que solía ser el territorio de Mufasa. La entrega de 2024 nos da todo esto, pero al cuadrado.
En mi opinión, la música es buena, aunque no llega a ser tan mítica e icónica como en su predecesora. Sé que compararlas es un error, porque ambas películas saben destacar como productos independientes y no necesitar tirar el uno del otro para brillar. Las canciones corren por la cuenta de Lin-Manuel Miranda, que también compuso la música de Vaiana 2, y de Dave Metzger. Nos encontramos con piezas como; Milele, Siempre He Querido un Hermano, Bye Bye y Hermano Traicionado.
La tragedia es marca de la casa
La película arranca con un cachorro de león ágil, veloz, intrépido y travieso. El joven Mufasa vive con sus padres, Afia y Masego, en un entorno devastado y arreciado por la sequía. La madre de Mufasa, Afia, le canta canciones y le narra historias de un lugar fantástico, próspero y abundante, más allá del horizonte y las nubes. Milele, cuyo significado es para siempre, es el destino final del viaje de la familia de Mufasa. Su hogar temporal es un hábitat en el que la caza, el hallazgo de agua y la subsistencia son cuestiones muy complicadas. Desde un principio, Afia le inculca a su hijo la perseverancia, confianza y esperanza de encontrar un lugar mejor y la importancia de proteger el ciclo de la vida.
Masego es una figura paterna digna del padre en el que se convertirá Mufasa para Simba. Es un líder, guía y protector nato. Enseña a su hijo a cazar, a valerse por sí mismo y, al igual que Afia, a respetar la vida que inspira al ciclo. Esta es una lección que el propio Mufasa inculcaría a Simba en El Rey León; “Todo cuanto ves se mantiene unido en un delicado equilibrio, como rey, debes entender ese equilibrio, y respetar a todas las criaturas, desde la pequeña hormiga, hasta el veloz antílope.” Me gusta que hayan incluido esa idea en la película y que forme parte del pasado de Mufasa.

Pero, como no todo puede ser hermoso y de color de rosa, la desgracia se manifiesta en la vida de Mufasa. Lo que parecía un milagro, ya que llevaba muchísimo tiempo sin llover, se transforma en una tragedia sin precedentes. Una terrible inundación arrasa el paraje en el que reside la familia de Mufasa. El joven león es arrastrado por la corriente y el torbellino que se forma en lo que solía ser un cañón seco. En una escena que antes de ver su desenlace ya me producía escalofríos y que recuerda a la estampida de ñus, propiciada por Scar y las hienas, que mató a Mufasa, Masego se lanza al agua (como haría Mufasa con Simba) para rescatar a su cría. Cabe destacar que Mufasa no sabe nadar. Supongo que, al igual que yo, todos los espectadores sabían cómo iba a terminar el acto heroico de Masego.
Masego logra llegar a Mufasa e intenta que Afia, que se mantiene sobre unas endebles y resquebrajadizas ramas, agarre a su hijo. Sin embargo, Masego se hunde bajo el agua y la corriente se lleva a Mufasa. Aquí comienza de verdad la historia del Mufasa que conocemos. Mufasa se ve solo, huérfano y abandonado. No sabe cómo retornar a casa ni tampoco qué le ha ocurrido a su familia. El curso del agua le conduce hacia un escenario desconocido y Mufasa se siente completamente perdido. Otro joven león, de nombre Taka, le salva la vida. Cuando Mufasa está tratando de escalar una roca para salir del río, Taka pone sus zarpas sobre sus patas y le arrastra a la superficie.
No hacen falta muchos más guiños, aparte de ese breve instante entre los leones, para que sepamos quién será Taka en un futuro. La escena es una clara referencia a ese momento en que Mufasa escapa de la estampida y trepa por el desfiladero. Con dificultad y escurriéndose cada pocos centímetros, divisa a Scar en la cima y le hace una desesperada petición de ayuda. Su hermano, posicionando sus zarpas sobre las de Mufasa, le desea larga vida al rey y le arroja al vacío. Me parece brillante que hayan recurrido a ese preciso escenario para ilustrar el primer encuentro entre Taka y Mufasa. Crea un contraste muy esclarecedor y triste sobre la evolución que tendrá cada respectivo personaje.
Siempre he querido un hermano
Taka es un león joven, inexperto, bondadoso y juguetón. Es hijo de Eshe y Obasi. Su padre es el rey de la manada y de la selva, lo que convierte a Taka en el futuro heredero. Al provenir de un linaje real, Obasi es muy exigente y duro con su hijo, mientras que Eshe trata de enseñarle los principios de justicia, nobleza y respeto que, según ella, debe representar un rey. A Taka poco le importan las cuestiones de la realeza y de las responsabilidades adultas. Siendo el cachorro hiperactivo, revoltoso y feliz que es, lo único que quiere hacer es correr y jugar todo el día.
Mufasa y Taka se hacen amigos inmediatamente. Taka le lleva frente a su manada y Obasi no duda en rechazar a Mufasa por ser un león abandonado. El destino de Mufasa parece ser perder a sus padres y acabar en las fauces de otros leones. Sin embargo, Eshe se apiada de él y busca un resquicio legal. Le ofrece la posibilidad de desafiar a Taka a una carrera y, si gana, podrá quedarse con ellos, pero, si pierde, tendrá que marcharse para no volver jamás. Mufasa acepta. En parte convencido de su victoria, porque en su manada era conocido como el león más rápido y, también, porque no tiene nada que perder.
El resultado de la carrera nos confirma que la personalidad inicial de Taka es noble, sincera, generosa e inocente. En un inicio, ambos leones van empatados y Mufasa cae en desventaja, ya que, al haber varios tramos cubiertos de agua y no saber nadar, pierde velocidad y distancia. Taka se ve obligado a rescatar a Mufasa otra vez y a reiniciar la carrera. Al final, Taka era el claro vencedor, pero deja ganar a Mufasa para que pueda quedarse con ellos y le confiesa que siempre ha querido tener un hermano. Obasi expresa su vergüenza y la humillación que siente porque su hijo haya perdido y le dice a Mufasa que puede quedarse con la condición de que permanezca con las hembras. Así, Eshe toma bajo su tutela a Mufasa y le cría como a un hijo adoptivo.

Hermanos. Eso es lo que eran Scar y Mufasa en El Rey León, aunque su unión fuese inexistente y su relación muy problemática, ya que Scar es el villano. En Mufasa, no son hermanos biológicos ni de sangre, pero sí que comparten una conexión que nos hace entender por qué se refieren el uno al otro como hermano. Me entristece conocer cuál es su futuro y descubrir la naturaleza de un pasado en el que Scar no era un ser huraño, egoísta y malvado y distaba mucho de ser como Obasi. De hecho, mi compañero de sofá durante la peli estaba convencido de que Taka acabaría muriendo y de que era imposible que se convirtiese en Scar. Por otro lado, yo sabía que Scar y Taka eran el mismo, ya que las referencias son muy claras y Mufasa no tiene más hermanos.
Se suponía que Mufasa debía permanecer con las hembras y no juntarse con Taka, pero ambos cachorros hacen caso omiso a las advertencias y reglas de Obasi. En una escena muy parecida a la de cuando Simba y Nala se escapan para ir de aventuras al cementerio de elefantes y cantan “Yo Voy a ser Rey León”, hay una transición acompañada de música y Taka y Mufasa crecen mientras corretean por los lagos, trepan a los árboles y espantan a los avestruces.
Mufasa se convierte en un león fuerte, con habilidades innatas para la caza y el liderazgo, un agudo instinto y un olfato muy refinado. Taka, por su parte, ha aumentado de tamaño, pero, en esencia, sigue siendo el mismo león. La única diferencia de peso de su personaje es que las críticas, regaños y consejos de Obasi le afectan más. Su padre no tolera que Taka y Mufasa sean cercanos y advierte a su hijo de que no baje la guardia, porque su querido hermano le traicionará algún día, ya que esa es la naturaleza de los abandonados.
Los forasteros
Eshe y Mufasa han forjado un vínculo similar al de madre-hijo. Ella le ha enseñado todo lo que sabe sobre caza y supervivencia y él ha demostrado tener unas capacidades muy especiales y superiores a las del resto de la manada. Puede olfatear a un grupo de antílopes a varios metros y, a menudo, siente un aroma distante y efímero que le recuerda a su hogar. Eshe le explica que ese es el olor de su madre y que, si puede percibirlo, es porque ella sigue con él. Aunque, Mufasa parece haber aceptado las palabras de Obasi y se define a sí mismo como un huérfano, un vagabundo. Eshe contrargumenta que, mientras permanezca a su lado, siempre tendrá un lugar al que pertenecer.
Mufasa se lo agradece y, al mismo tiempo, reflexiona que, tal vez, el destino que Obasi predice para él o los orígenes que le atribuye sean la mejor opción. Al ser un abandonado, no tiene ninguna expectativa, responsabilidad o carga sobre el lomo. Está a años luz de ser como Taka, que, algún día, tendrá que sustituir a su padre como líder de la manada y rey de la selva. Mufasa recalca ese aspecto y Eshe le escucha pacientemente. Mientras tanto, Taka se encuentra agazapado en la hierba con un semblante pensativo y una mirada confusa siendo testigo de la conversación entre su madre y su hermano.
La paz en el valle y cualquier atisbo de vida tranquila y armoniosa que Mufasa y Taka hayan podido conocer, termina con la llegada de los leones blancos. La manada ataca a Eshe y Mufasa sin previo aviso. Taka observa desde la distancia y no interviene. Se ve paralizado por el miedo y cae víctima de una cobardía que Obasi definiría como indigna de un rey. Esto es hipócrita e irónico viniendo de él, ya que lo único que hace es dormitar y dejar que otros luchen sus batallas. Pero, siempre es más fácil tomarla con el que parece ser el más débil. Mufasa pelea y defiende a Eshe, logrando derrotar a uno de los leones enemigos, que resulta ser el hijo del jefe de la manada.
Eshe y Mufasa regresan con su grupo y advierten a Obasi de la presencia y el peligro que representan los leones blancos. Mufasa, con voz firme, dice que los enemigos se encuentran a medio día de distancia y le sugiere al rey que, si no cree en su juicio, envíe a alguien a investigar. Obasi hace lo propio y se ve obligado a tomar en cuenta a regañadientes las admoniciones de Mufasa. En privado, mantiene una dura conversación con su hijo. Le expresa que, el hecho de haber abandonado a su madre a su suerte por miedo, es una vergüenza para su sangre. Obasi le dice a Taka que mienta, que no le confiese a nadie que se escondió mientras otro león intentaba matar a su madre. Deben proteger el linaje a toda costa. Taka se muestra contrariado y presa de un conflicto interno descomunal.
Este intercambio de palabras entre padre e hijo, provoca que Taka se reafirme como mi personaje favorito. Se nota que a Taka no le preocupa la opinión del resto de la manada ni los sacrificios que implica ser rey. Se siente culpable por no haber tenido el coraje de defender a su madre y agradecido con Mufasa por haberla salvado la vida. Taka le responde a su padre con una frase que, conociendo el futuro de su personaje, me encogió el corazón y me arrancó el impulso de querer despedazar a Obasi y abrazar a Taka; «no quiero ser rey, solo soy tu hijo«. El único propósito y deseo de Taka no es rivalizar con Mufasa, ascender al trono y dominar a los suyos, sino que su padre le acepte y le quiera tal y como es.

Por otro lado, los leones blancos se reagrupan. El jefe de la manada, Kiros, es un rey retorcido, sádico y narcisista. Uno de los leones que retorna vivo de la expedición le anuncia la muerte de su hijo a manos de Mufasa. Kiros, que comparte bastantes características y defectos con Obasi, se sorprende y se niega a aceptar que un león cualquiera haya podido acabar con su hijo, que portaba la sangre de un rey. Ordena a las leonas que maten al superviviente y mensajero y que lo devoren.
El león enviado por Obasi para tantear el terreno regresa. Anuncia que la manada de leones blancos se dirige hacia allí y que les superan en número. Obasi tiene que enfrentarse a un dilema y tomar una dura decisión. Le ordena a Taka que huya en busca de una nueva vida y le hace jurar a Mufasa lealtad a su hijo y que le protegerá bajo cualquier circunstancia. En un principio, Mufasa se niega, porque no quiere abandonar a Eshe. Pero, su madre adoptiva le convence de que es lo correcto y de que deben partir hacia aquella tierra prometida, verde y próspera de la que le habló Afia cuando solo era un cachorro.
El viaje hacia Milele
La manada de Kiros acaba con Obasi y sus súbditos, erigiéndose como el único rey de los leones y bramando que el ciclo se ha roto. Mufasa y Taka inician su huida. Una carrera contrarreloj mientras los leones blancos les pisan los talones. Los hermanos llegan a un acantilado con una enorme y terrorífica cascada. Sin otra salida que morir arrinconados o precipitarse al vacío, Taka empuja a Mufasa y se lanza tras él. Sobreviven a la caída y logran ganar algo de ventaja, aunque la manada de Kiros empieza a saltar por el precipicio para perseguirles. La corriente del río arrastra a Mufasa y Taka a su voluntad por otros derroteros. Ambos acaban exhaustos, empapados y desorientados.
En su camino se cruzan con una leona, que será la nueva integrante del grupo, que también ha escapado de los leones blancos y está rastreando a los supervivientes de su manada. La leona se llama Sarabi y, al igual que Taka, proviene de un lineaje real, lo que la convierte en una princesa. Llegados a este punto, todos sabréis que Sarabi es la futura compañera de Mufasa y madre de Simba. No sé por qué, pero no me esperaba que fueran a incluir al personaje de Sarabi en la película de Mufasa. Aunque, siendo quien es, tiene sentido que aparezca. Recuerdo que, cuando la leona hizo su aparición en pantalla, lo primero que pensé fue; «espero que esto no se convierta en la historia de dos hermanos enfrentados por la misma hembra«. Creo que ya tuve una sobredosis de triángulos amorosos y rivalidades fraternales con Crónicas Vampíricas.
Sarabi viene acompañada del consejero real. Zazú, es un calao de pico rojo enviado por el padre de la leona para custodiarla y protegerla. El pobre Zazú solo es capaz de presentarse y de pedir que no se le coman. Lo cual, me causa gracia, ya que en El Rey León, Scar, casi se traga al consejero real de un bocado y posteriormente le encierra en una prisión a base de costillas. Pero, en lo que nos concierne, Zazú es amigo y no comida para Taka. Los hermanos explican el destino de su travesía y la invitan a unirse a ellos. Sarabi se mofa, porque a sus ojos Milele no es más que una fantasía y un cuento para cachorros.

Paralelamente al emprendimiento del viaje hacia Milele de Taka, Mufasa, Sarabi y Zazú, conocemos a Rafiki. Rafiki es un madril que vive en un gran árbol con sus semejantes. Es repudiado, despreciado y motivo de burla entre los simios. Se le podría definir como a un chamán, vidente o hechicero, porque posee dones particulares. Sufre visiones que no han llegado a consagrarse, conversa con los insectos, la naturaleza y la luna y es capaz de sanar a los heridos. Rafiki toma la decisión de abandonar su hogar y a la única amiga que tiene para partir en busca de su familia. Parece ser que Rafiki tenía un hermano gemelo que desapareció o murió. Este aspecto no queda muy claro.
Rafiki se cruza en el camino de Taka, Mufasa y Sarabi. Los leones se plantean devorar al primate, porque llevan días sin comer, pero Rafiki no les muestra temor alguno. Cuando hablan con él, se dan cuenta de que también se dirige a Milele. Intentan hacer un pacto beneficioso para ambas partes y Rafiki lo rechaza, exponiendo que sin él jamás llegarán a Milele. Asegura que su hermano le está esperando en aquellas tierras tan lejanas como maravillosas. Mufasa accede de buen grado, Taka permanece reacio y Sarabi hambrienta. Así, Rafiki se incorpora a la manada.
Mufasa y Rafiki tendrán una conexión muy poderosa e importante, que derivará en una gran amistad. Rafiki ejerce de maestro, consejero y guía para el león. Le proporciona una sabiduría vital que definirá el futuro carácter de Mufasa y su manera de reinar. Ambos tienen en común el dolor de una familia perdida y el haber sido abandonados y despreciados por los suyos. Mufasa experimenta sueños de cuando era cachorro y vivía con sus padres y todavía puede sentir el aroma de su madre. Rafiki le otorga un punto de vista y una justificación parecida a la de Eshe. Del mismo modo que su hermano le espera al otro lado, la voz de Afia guiará a Mufasa hacia Milele. Según Rafiki, sus padres nunca se han marchado ni le han abandonado. Continúan a su lado.

El grupo llega a un cañón de dimensiones desproporcionadas. Se enfrentan a la tesitura de atravesarlo saltando por las rocas o por debajo. Finalmente, optan por descencer. En esta parte de la cinta, mi peor miedo y pesadilla se hace realidad. Taka empieza a cantar «Vayamos Juntos«, canción en la que declara su amor por Sarabi. Es el momento que más detesto de toda la película, porque es cuando se empieza a percibir que la conversión de Taka a Scar es una realidad.
Taka le pide consejo a Mufasa para conquistar a Sarabi. Su hermano le recomienda que hable con ella y le mencione la Flor de Pato, planta originaria del hogar de Sarabi que puede olerse en su presencia. Taka se dispone a seguir la recomendación de Mufasa y la conversación que mantiene con Sarabi me chirria bastante, porque yo ya tengo el conocimiento de que Mufasa y Sarabi acaban juntos. Aún así, el intercambio de palabras entre Taka y Sarabi no va mal y, aunque la leona no se muestra interesada por él, tampoco le rechaza.
Una vez han terminado de cruzar el desfiladero, se percatan de que la manada de leones blancos les ha alcanzado. Se entremezclan con un grupo de elefantes que avanza con lentitud. Mufasa quiere dialogar con ellos para que les ayuden, Taka provocar una estampida y Sarabi toma cartas en el asunto sin consultar a nadie. Trepa por un árbol y derriba varias colmenas de abejas, que caen sobre los elefantes y los alteran. Zazú alza el vuelo para huir del desfile caótico de trompas y patas enormes y Sarabi se cae de la rama en la que se había asentado. Sin dudarlo ni un segundo, Mufasa sale disparado hacia ella, esquivando elefantes y pisotones por doquier. Taka, como cuando los leones blancos atacaron a su clan, se queda paralizado y se esconde.
Mufasa arrastra el cuerpo inconsciente de Sarabi bajo una roca y la tranquiliza susurrando; «te tengo, Sarabi«. Cuando la estampida se ha disuelto y los leones blancos se han perdido de vista, Rafiki sana a Sarabi con sus oraciones incomprensibles y sus manos mágicas. Mufasa, sabiendo de los sentimientos que su hermano alberga por la princesa, atribuye el mérito de haberla rescatado a Taka. Taka acepta complacido el gesto de Mufasa y se muestra agradecido.
Finalmente, llegan a la última etapa del viaje; una cadena montañosa con nieve. Mufasa sabe que los leones blancos podrán rastrearlos sin problemas gracias a las huellas que van dejando a su paso. Se le ocurre una idea y es que Zazú vaya arrojando nieve de las laderas colindantes para encubrir su rastro. El plan funciona. La manada de Kiros no entiende cómo sus enemigos han podido esfumarse y eliminar sus huellas. Mufasa y compañía se detienen a pasar la noche. Están cansados y hambrientos, pero más confiados que nunca en llegar a Milele.
La traición de un hermano
Sarabi increpa a Mufasa, ya que ha recordado que fue el quién la salvó de los elefantes y no Taka. Por ende, deduce que también fue Mufasa el que notó el aroma de la Flor de Pato en ella. Ella piensa que Mufasa está destinado a ser rey. No solo por su ferocidad, consideración, gentileza y balance, sino también por haber tenido el coraje de ponerse en peligro para salvarle la vida. Mufasa no quiere oír hablar de reinados. Sabe que es su hermano quien, como Sarabi, porta sangre real y que ocupará el puesto de Obasi cuando llegue el momento. Mufasa respeta la posición y el lugar de Taka y, además, se siente en deuda con él, porque le salvó de morir ahogado cuando era un cachorro.
Sarabi insiste en que el destino de Taka no es reinar. Su destino era salvar a Mufasa para que pudiese convertirse en el león que es y en el futuro rey de las Tierras del Reino. Mufasa y Sarabi empiezan a cantar «Di que eres tú» y a profesarse su amor con la letra. Mientras tanto, Taka está escuchando la conversación y presenciando la escena. Se siente fuertemente traicionado por Mufasa. A sus ojos, Mufasa le ha quitado el amor y la atención de Eshe, el lugar de rey que le correspondía por derecho y los afectos de su querida Sarabi. Este es el punto de ruptura definitorio para Taka. Nos despedimos del joven león amable, leal y familiar y somos testigos del nacimiento de Scar.
El desarrollo de la relación entre Sarabi y Mufasa es uno de los aspectos de la película que no me gustan. Es cierto que se ve química entre ellos y que tienen esa chispa de llevarse la contraria, discutir y desafiarse. Pero, no me parece que Mufasa mostrase interés alguno en Sarabi hasta que ella se decide a hablar con él y a exponer unos sentimientos que brotan de la nada. Desde luego, Sarabi no da la impresión de estar infatuada por Taka y tampoco de albergar la más mínima curiosidad por Mufasa. Por lo que, la relación entre ambos, me resulta lineal, predecible y argumentativa. Pienso que ocurre porque, en El Rey León, Mufasa y Sarabi son pareja y, en Mufasa, necesitaban una razón de peso para que Taka se pasase al lado oscuro.
No creo que el único motivo de que Taka se transforme en el antagonista sea un corazón roto, aunque sí es el punto crítico. Taka ha sido opacado por Mufasa desde que se convirtieron en hermanos y las advertencias de Obasi sobre la traición inminente de Mufasa adquieren sentido para él. Puede que esto sea buscarle tres pies al gato y mi reticencia a aceptar que Taka es un villano, pero lo encuentro incoherente por dos sencillas razones; Taka nunca ha ambicionado ser rey, sino ser querido y valorado por Obasi, y no ha expresado envidida ni celos hacia Mufasa, sino más bien admiración. El caso de Taka, más que el de alguien frustrado por los logros de su hermano, es el de un tipo con demasiadas expectativas que está asustado y acomplejado por no ser lo suficientemente bueno.

Taka traiciona a Mufasa, Sarabi, Zazú y Rafiki y hace un pacto con la manada de Kiros. Se ofrece a guiarles hasta Mufasa y Milele y recalca que Mufasa no es el futuro rey, sino el asesino del hijo de Kiros. El león blanco se aprovecha de la debilidad de Taka y del hecho de que ambos han perdido a un hijo y a un padre, respectivamente. Así que, Taka, termina rindiendo lealtad a Kiros y uniéndose a su manada. Retorna con su grupo original y va dejando rastros para que los leones blancos puedan seguirles la pista con sigilo.
Por fin, se ve la frondosidad, riqueza e inmensidad de Milele. Los protagonistas han alcanzado el culmen de su viaje. Rafiki divisa el Árbol de la Vida que siempre presenciaba en sus visiones, junto al cual le esperaba su hermano. Sin embargo, no hay otro mandril al pie del árbol aguardándole, sino un fiero león y Rafiki se da cuenta de que Mufasa era ese hermano que él había estado buscando todo ese tiempo. Este detalle me encanta, porque le da mucha profundidad a la relación que Mufasa y Rafiki tienen en El Rey León.
Los leones blancos también llegan a Milele y rodean a Mufasa y a los animales de la zona. Kiros delata la traición de Taka y Mufasa, herido y sorprendido, se pregunta el porqué. Taka le recrimina que le ha arrebatado todo en la vida y que todos sus seres queridos han elegido a Mufasa por encima de él. Mufasa les pide a los animales que habitan en Milele que combatan a su lado, recurriendo a la importancia del ciclo de la vida y al papel fundamental que cada criatura representa en él, y Sarabi busca apoyo en un grupo de leonas.
El enfrentamiento entre Kiros y Mufasa se desata. Las leonas blancas arrojan a Mufasa por un precipicio y Kiros le persigue. El rey blanco acorrala a Mufasa y se dispone a propinarle el golpe de gracia. Taka, que ha estado observando el combate a una distancia prudencial, se interpone entre Kiros y su hermano, recibiendo la cicatriz que Scar tiene sobre el ojo izquierdo. En la superficie, un terremoto sacude la tierra, provocando la formación de la Roca del Rey y el derrumbamiento de las cuevas en las que están Taka, Mufasa y Kiros.
Kiros y Mufasa caen al agua. Mufasa consigue zafarse del león blanco, que termina sepultado por una roca enorme. Taka le ayuda a salir y le salva la vida una vez más. En el exterior, todos los animales se postran ante Mufasa y le reconocen como su rey. Él rechaza el cargo y dice que no le corresponde reinar. Rafiki le alecciona con que poco importa la sangre real y los títulos hereditarios. Lo que cuenta es que Mufasa les ha unido a todos y, por eso, debe ser su rey. Zazú le sugiere que destierre a Taka por su traición, pero Mufasa anuncia que, dónde esté él, siempre habrá un lugar para Taka.
Aún así, es evidente que no perdona a su hermano, porque le dice que jamás volverá a pronunciar su nombre. Entonces, Taka se cambia el nombre a Scar para no olvidarse nunca de lo que hizo. En mi opinión, Mufasa es muy injusto con Taka. Es verdad que Taka le traicionó con todas las de la ley y jugó sucio. Por otro lado, Mufasa, que siempre ha destacado más que su hermano, le ha robado el amor de Sarabi. Robar es mucho decir, ya que Taka no contaba con el cariño de la leona. Pero, siguiendo esa misma línea argumental, Mufasa no había expresado ningún interés por Sarabi. La traición de Taka es terrible. Sin embargo, parece dar igual que acabe redimiéndose y salvando a su hermano. Quedará marcado para siempre por esa decisión egoísta.
Ya sabemos qué ocurre en El Rey León. Se puede asumir que Taka, Scar, solo va a peor. Aunque, yo no puedo evitar preguntarme qué habría sucedido si Mufasa hubiese perdonado abiertamente a su hermano y le hubiera aceptado como parte de su familia y su clan. Scar es la prueba fehaciente de que un villano no nace, se hace y Mufasa tiene bastante responsabilidad y culpa de que Scar termine siendo quién es.
Para que el círculo se cierre por completo, Mufasa se reencuentra con Afia, que ya estaba en Milele. Se entera de que su padre murió tras la inundación. Los sueños de Mufasa, el persistente aroma y la voz de su madre cobran sentido cuando vuelven a verse. Ella ha estado esperándole durante todo ese tiempo. Para seguir en la tónica de El Rey León, Mufasa pierde a su padre igual que Simba quedará huérfano. Esperemos que este ciclo sí que se rompa y que Kiara no sufra el mismo destino.
Conclusión
La película de Mufasa no es más que un flashback, una historieta narrada por Rafiki. Kiara, hija de Nala y Simba, se queda al cuidado de Rafiki, Zazú, Timón y Pumba. Simba debe partir en busca de Nala, que ha desaparecido, y, antes de irse, pone una única condición; nada de cuentos. Evidentemente, en cuanto Simba abandona la Roca del Rey, Kiara le pide a Rafiki que le relate una historia. El mandril opta por ilustrarle con la vida de su abuelo y su ascenso al trono. Durante la peli, hay pequeñas interrupciones en las que regresamos al presente y presenciamos las reacciones de Kiara, Timón y Pumba a la historia.

/Disney +
Kiara escucha muy atenta, aunque echa de menos a sus padres y quiere que vuelvan a casa. Timón y Pumba están indignados por no aparecer en la historia y porque Rafiki se incluye a sí mismo en el relato. Pero, tal y como él explica, no hay historia de Mufasa sin Rafiki. Zazú revolotea por allí y tiene bastante más protagonismo en el pasado que en el presente.
Un dato muy curioso es que, cuando vi el tráiler de Mufasa, me quedé con la impresión de que Timón y Pumba iban a aparecer junto con Mufasa. Eso hizo que rechazase la cinta sin siquiera verla, porque que el suricato y el jabalí hubieran compartido hazañas con el padre de Simba sería un agujero de guion importante. Pensé que, por el mero hecho de forzar su aparición en la película, les habían incluido como acompañantes y amigos de Mufasa, tal y como serían de Simba. Menos mal que me equivoqué y que decidí ver la película.
A pesar de mi miedo inicial, los personajes están perfectamente integrados, la historia de Scar-Taka es convincente y el camino de Mufasa hasta convertirse en rey es magnífico. Mufasa como cachorro es similar a Simba, como personaje es evolutivo e interesante y como rey es justo. Tiene muy arraigadas las creencias del ciclo de la vida que le inculcó su madre y reina en base a ellas. Como hermano empieza bien, pero acaba siendo un completo desastre.
El destino de Mufasa y Taka me entristece mucho. No deja de ser una reflexión sobre como las visiones de los adultos, a menudo erradas, condicionan las vidas y el futuro de los más pequeños y una demostración de la inocencia infantil y de que a los niños no les importa de dónde vienes, cuál es tu sangre o tu origen. La dureza de un padre moldea a un hijo imperfecto y deriva en la construcción de un villano que podría haber sido muchísimo más que el malo de la película.
Lo Mejor:
- ✅ El desarrollo de la relación entre Taka y Mufasa.
- ✅ La inclusión de Timón y Pumba no se siente forzada.
- ✅ Conocer el pasado de una leyenda de Disney como es Mufasa.
- ✅ Buen apartado audiovisual...
Lo Peor:
- ❌ ... que se queda muy lejos de El Rey León (1994) por la falta de expresividad y de canciones memorables.
- ❌ La conversión de Taka a Scar no está bien lograda.