Crítica de Senua’s Saga: Hellblade II

Un deleite gigante para los sentidos

Desde aquella presentación de la actual generación de consolas de Xbox hace más de cuatro años, uno de los títulos que más ganas me despertó de catarlo fue, sin duda, Hellblade II. El primer título fue todo un éxito para Ninja Theory en ventas y crítica. Esto hizo que Microsoft comprase el estudio por 117 millones de dólares en 2018. A partir de ahí le fueron encargados dos títulos por parte del gigante tecnológico. El primero fue Bleeding Edge, un título multijugador por equipos que, aunque tuviese muy buenos diseños de personajes, acabó con un número de jugadores irrisorios.

Y, por otro lado, estuvieron haciendo el juego que tenemos hoy delante. Uno que sí sigue la estela de lo que suele hacer Ninja Theory, una aventura para un jugador sin online ni multijugador de ningún tipo. Esto es algo que parece que no le acaba de entrar en la cabeza a los encorbatados que dirigen estas grandes compañías. Gastan recursos y talento en crear videojuegos clónicos multijugador para ver si alguno de ellos triunfa y así llenarse los bolsillos más de lo que ya lo hacen. Pero eso es otro tema y el juego que tenemos aquí es todo lo contrario en este aspecto.

Senua mirando la luna en Hellblade II

Han pasado cuatro años desde aquel espectacular tráiler en el que se veía a Senua cantar en una especie de ritual, con unas expresiones faciales nunca antes vistas. Aquella fue la promesa por parte de Microsoft de que la nueva generación a nivel de gráficos tendría su pico con este título. Y no ha defraudado ni un poco en ese aspecto. He podido disfrutar de la versión de PC a la máxima calidad gráfica y el resultado es apabullante.

Es, sin duda, el techo gráfico en el mundo de los videojuegos. Que sí, que es un juego lineal y scriptado hasta la más mínima secuencia, pero aquí no estamos hablando de magnitud. Hablamos de un detalle enfermizo en cada textura de cada piedra, gracias a la fotogrametría, haciendo que cada uno de los escenarios luzca prácticamente como la realidad misma. Comenzamos en una zona de costa con tormenta, lo cual te impacta de lleno la espectacular meteorología que maneja. Durante el juego veremos nieve, lluvia o lava y cada uno de esos efectos son los que mejor realizados están de cualquier videojuego.

Por otro lado, están los modelados de los personajes y sus animaciones faciales. Son humanos reales. No tiene ningún sentido cada uno de los primeros planos a los diferentes personajes. Alberga unos modelados en los que hasta los dientes, que suele ser de las tareas más difíciles de replicar, se sienten reales. Es una barbaridad lo que ha conseguido Ninja Theory en este aspecto. Le da el sentido a los diferentes retrasos que ha tenido el título, por mucho que el juego acabe teniendo una duración de aproximadamente 7 horas. Hay varias escenas que se te quedarán grabadas en la retina por lo espectaculares que son. Solo resaltaré dos; una zona de lava y otra de un huracán. Me parecen 2 secciones que son históricas a nivel visual y de inmersión.

Senua mirando un río en Hellblade II

Porque esa es la gran virtud de este juego, la inmersión. Es absolutamente obligatorio jugarlo con cascos. El sonido binaural crea una atmósfera con las voces en la cabeza de Senua, que la acompañan desde el primer título, que hacen que sientas exactamente lo que ella vive. Te están susurrando durante toda la aventura, por la izquierda, centro y derecha. A veces haces el amago de darte la vuelta por si hay alguien de verdad detrás de ti, tal es el nivel de inmersión. El sonido ya fue de las principales bazas en la primera parte y aquí sigue esa línea. Con unas interpretaciones brutales, una banda sonora que acompaña en momentos álgidos, provocando alguna que otra erización de la piel y unos sonidos ambientales que te meten de lleno en su mundo.

La historia me ha parecido un punto peor que la anterior entrega. En la primera entrega, Senua luchaba contra sí misma y su psicosis con el objetivo de salvar el alma de su amado. Aquí no es tan íntima, aunque sí más reflexiva y coral. En esta ocasión, Senua conocerá otros personajes que la acompañarán en la aventura, haciendo de ella un viaje mucho menos solitario que el anterior. Tendremos momentos de angustia e incluso terror, pero también otros de gran belleza o tristeza. Todos ellos fluyen perfectamente y se adecuan al escenario que estemos visitando. Es una historia más de sensaciones que de hechos.

Podríamos catalogar este juego de Walking Simulator. Aunque cada vez más los géneros de los videojuegos están diluyéndose y ya no sabes como categorizar un juego, ya que estos cogen características de varios y las mezclan a su gusto. Aquí pasaremos la gran parte de la aventura andando y tendremos algún que otro puzzle. Desde encontrar símbolos en el escenario para abrir puertas, hasta coger unas esferas y colocarlas en huecos, haciendo que el escenario cambie en tiempo real. Algunos de ellos ya estaban en la anterior entrega, son sencillos de completar y entorpecen a veces el ritmo de la aventura, ya que no son especialmente divertidos.

También tendremos dos tipos de coleccionables distintos, unos postes son símbolos que narran un poco más de la historia del mundo y unos árboles que hacen lo propio y se ocultan tras rostros de piedra que hay que encontrar por el escenario. Sirven para que haya un poco de exploración y te den ganas de mirar cada recoveco del escenario, así que en lo personal los he agradecido.

Senua y la gigante en Hellblade II

Por último, toca hablar del combate. En la anterior entrega este se basaba en enfrentamientos directos con espada en los que podía aparecer más de un enemigo y tenías que cambiar la vista para vencerlos a los dos. Aquí solo habrá combates 1 vs 1, manteniéndose la misma habilidad de ralentización del tiempo que había en la anterior entrega. Cuentas con la esquiva y bloqueo, que si lo haces en el momento exacto dejarás al enemigo aturdido y te dará tiempo a clavar un par de golpes.

Aunque simple, el combate es realmente funcional para lo que pretende, que es seguir con toda la espectacularidad que dan los otros apartados. Habrá varias zonas de arena donde lucharás con muchos enemigos. Siempre de uno en uno. Sin embargo, entre la ambientación que hay en ellas y las transiciones entre un enemigo y otro, hacen que combatir sea muy divertido. Hay momentos realmente memorables en estos combates, por lo que este apartado me parece la mejor apuesta jugable del título.

Senua’s Saga: Hellblade II me parece una espectacular experiencia audiovisual. Te mantendrá pegado a la pantalla las pocas horas que dura y te dejará con ganas de más (hay un extra al pasarse el juego que permite rejugabilidad y es bastante interesante). Por fin han llegado aquellas promesas de nueva generación y aunque nivel jugable sea algo limitado, la experiencia en conjunto es una de aquellas que inflan de optimismo de cara a una industria cada vez más centrada en el dinero y juegos como servicio y menos en dar momentos que se te graben en la retina para siempre.

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