Crítica de Tales of Kenzera: ZAU

Falta chicha para que me caiga la Baba.

El género metroidvania es uno de los más populares en la actualidad, sobre todo en el desarrollo indie. Debido a su bajo coste, ya que suelen ser de scroll lateral y tienen una estructura muy marcada que pocos se atreven a alterar. Mi relación con este género es curiosa, comencé odiándolo con todas mis fuerzas cuando probé Hollow Knight en PC allá por 2017 y más tarde en Switch en 2018. En ninguna de esas etapas me acabé pasando el título. Comenzaba motivado con su arte, combate y movilidad, pero a medida que te daban libertad me sentía perdido. No sabía donde ir y lugar por el que pasaba, muerte asegurada. Más tarde, en 2020 le di una última oportunidad. En aquel caso estaba suscrito a PlayStation Now en PS4 y pusieron en el servicio la edición Voidheart de Hollow Knight. Fue entonces cuando por fin entendí este género.

La parte que no me gustaba antes, ahora me encantaba. Perderme por todos los recovecos, buscar jefes opcionales y obtener todo tipo de mejoras para hacer de mi personaje una máquina de matar insectos fue demasiado gratificante. Fue a partir de ahí cuando me dispuse a probar todo tipo de metroidvanias. Blasphemous I & II, Metroid Dread, Metroid: Samus Returns, los Ori, Bloodstained: Ritual of the Night… Todos ellos te dejan con la misma sensación de no querer parar porque siempre tienes estímulos para continuar. Una mejora de movimiento para acceder a nuevas zonas, armamento mejorado con el que lidiar mucho más fácil con los enemigos, nuevas zonas con retos más elevados que pongan a prueba tu destreza, etc.

Es por esto que mi listón con este tipo de juego ha subido bastante y es el motivo por el que este Tales of Kenzera: Zau me ha dejado un poco frío. Entremos, pues, a explicar los motivos.

El juego comienza con una premisa interesante. Zau, nuestro protagonista, pierde a su padre, Baba, y hace un trato con el Dios de la muerte para traerle de vuelta. Para ello tendrá que vencer a los 3 poderosos espíritus mientras descubrimos más de la cultura y mitología Bantú. Este punto puede ser el más distintivo del título, tiene una ambientación poco explorada en el mundo audiovisual y pone mucho énfasis en la narrativa. Quizás demasiado, ya que entorpece muchas veces el ritmo de la historia con conversaciones, sobre todo con el dios de la muerte, que hacen que se sienta un poco atropellada la experiencia. La historia si bien tiene partes interesantes, como conocer más de esta cultura africana y algunos personajes secundarios que resultan más interesantes que los principales, acaba siendo algo predecible y falto de inspiración.

Zau se siente muy bien a los mandos. Es ágil y tiene movimientos como el doble salto y dash que hacen que la movilidad por el escenario sea satisfactoria. Haciendo que en los momentos de mayor frenetismo, cuando hay que huir de ciertos elementos amenazantes, se creen fases de plataformeo muy divertidas y retantes. Esta buena movilidad me parece poco aprovechada por un escenario, que si bien me ha parecido que tiene zonas preciosas en lo visual, palidece de pocos lugares opcionales en los que perderse a explorar y mejorar el personaje.

El mapa del juego se desbloquea por completo al llegar a cada nueva zona. Esto hace que ya veas donde están las pocas zonas ocultas que te permiten desbloquear amuletos y huecos para poder equipar más de los mismos, aumentos permanentes de vida, fragmentos de magia y cristales para mejorar el árbol de habilidades. Aparte de estas mejoras, también hay varios relatos ocultos que cuentan más, a modo de texto plano, del pasado de Zau, sus motivaciones y del mundo que le rodea.

En cuanto al combate, el juego pone prácticamente todo a tu disposición desde el principio. Tienes dos estilos diferentes para enfrentarte a los enemigos. Por un lado, está el tipo lunar, que te permite atacar a distancia y congelar a enemigos y zonas del escenario, como cascadas para poder escalar por ellas. Por otro, tenemos el tipo solar, que tiene fuertes ataques a corta distancia y te permite destruir ciertas partes del escenario para atravesar nuevas zonas. Ambos modos tienen habilidades que consumen fragmentos de magia y las cuales se pueden mejorar en un pequeño árbol de habilidades. Este se acaba completando al máximo a poco que exploremos un poco las zonas.

El problema del combate viene cuando el tipo de enemigos a los que nos enfrentamos son realmente escasos. Además, hay demasiadas zonas de combate que acaban siendo aburridas y repetitivas, ya que ni ponen reto ni tienen variedad. La mejor parte viene en los enfrentamientos contra bosses, aunque escasos, son increíblemente espectaculares, tienen varias fases y son un deleite visual. No son muy desafiantes, pero son divertidos y hace que merezca la pena mejorar al máximo a Zau.

Lo que más me ha gustado el juego es el plano artístico. Todas las zonas, desde desiertos y volcanes hasta las partes de jungla y pantanos, me han parecido preciosas y con unos muy buenos fondos. La música también acompaña muy bien en varios momentos. Sobre todo en combates, con unos coros que te motivan a matar a todo lo que se mueva.

En conclusión, Tales of Kenzera: Zau me ha parecido un buen juego y un buen metroidvania. Sin embargo, flaquea en escasez de enemigos, exceso de narrativa poco interesante y falta de back-tracking y exploración para este género. Si ya has jugado a los mejores títulos del género y tienes hueco para darle, durante unas 8 horas, aunque a mí me ha durado poco más de 5, creo que no te defraudará y pasarás un buen rato por estas preciosas tierras africanas.

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