Atención: la siguiente crítica contiene spoilers del desarrollo y desenlace de la serie y está fundamentada en opiniones personales.
Entre los títulos de Netflix de 2024 que despertaron mi interés y se sumaron a mi interminable lista de series pendientes, se encuentra La última noche en Tremor. Se trata de una miniserie cortita de ocho episodios, cada uno con una duración aproximada de una hora. Hasta la fecha, cuenta con una temporada y, viendo el cierre de tramas y el desenlace, no parece que vaya a existir una segunda. Se posiciona como un thriller con ciertos toques de drama y con el misterio como motor principal de la serie. De hecho, la mayoría de los capítulos te dejan con un cliffhanger al terminar. Lo cual, está bien para mantenerte enganchado y, al mismo tiempo, te sienta fatal cuando quieres darle al play del siguiente episodio, pero no puedes por circunstancias de la vida. Se basa en la novela La última noche en Tremore Beach de Mikel Santiago.
El nombre del director de La última noche en Tremor no me resulta extraño ni nuevo. Hablamos de Oriol Paulo. Es un guionista y director de cine español que ha colaborado en unas seis películas y ocho series, siendo La última noche en Tremor la más reciente. Entre sus trabajos, yo destacaría la serie de El inocente, que también forma parte del catálogo de Netflix y cuenta con actorazos como Mario Casas y José Coronado en el reparto, y la película de Los renglones torcidos de Dios, que adapta los contenidos de una novela y le valió en 2022 para ganar el premio a mejor guion adaptado. Los renglones torcidos de Dios es, para mí, una cinta un poco complicada de seguir, pero con una historia muy buena.
La última noche en Tremor posee esa esencia que parecen tener los trabajos firmados por Oriol Paulo, al menos los que yo he presenciado. En su elenco, destacan Javier Rey como Álex y Ana Polvorosa como Judy. Álex y Judy son los protagonistas de la serie, aunque los actores secundarios no se quedan atrás, ya que también tienen su dosis de foco. Javier Rey era un desconocido para mí y, después de verle interpretar a Álex, se convierte en un descubrimiento a mis ojos. Probablemente, Ana Polvorosa es reconocida en toda España por haber interpretado a Lore en Aída. Como suele ocurrir con actores que pasan muchos años de su carrera protagonizando un mismo papel, temen quedar encasillados en él para los restos. En mi opinión, la vida que Polvorosa le insufla a Judy es la prueba viviente de que la actriz es muchísimo más que “la Lore de Aída”.
Bienvenidos a Tremor
En la ficción, Tremor es un pueblecito costero situado al norte de España, concretamente en Asturias. En la realidad, Tremor no existe. El escenario que inspiró la creación de Tremor y donde se grabó la serie es el pueblo de Puerto de Vega en el Concejo de Navia. Para todos aquellos que hayan visitado o sean oriundos del norte de España, en Tremor se plasma a la perfección y se respira a través de la pantalla esa inimitable sensación norteña. Desde el tempestuoso clima, el mar y sus acantilados, las angostas carreteras y los valles verdes que se extienden en el horizonte, hasta sus gentes. Tremor es el lugar idóneo al que retirarse y al que acudir para escapar del estrés y los fantasmas del pasado, tal y como reflejan los personajes de Álex y Judy.
Álex de la Fuente (Javier Rey) es un talentoso y reconocido pianista que ha compuesto numerosas bandas sonoras y merecido buena cantidad de premios. Tenía una vida relativamente normal con su esposa y sus dos hijos en Londres. Hasta que, una noche, en medio de un bloqueo creativo y con la mala fortuna de que una nota desafinada le hace perder la calma, se cierra la tapa del piano sobre la mano, rompiéndose varios dedos y falanges. Este es el detonante de su huida y su retiro a Tremor. Álex lleva muchos años manteniéndose en la ola del éxito y creando las melodías que se esperan de él. Pero, cuando decide que quiere ser más fiel a sí mismo, componer de acuerdo con sus visiones y sentimientos, se topa con un muro de hormigón armado.

El agente británico de Álex, Alan, muestra su desagrado con que su estrella empiece a experimentar delirios de artista y su empeño en que el exitoso pianista vuelva a componer bandas sonoras comerciales. Incluso después de haberse alejado del foco y de recluirse en Tremor, Álex recibe llamadas constantes de Alan. Álex está padeciendo un fuerte bloqueo creativo y no es capaz de terminar ni una sola partitura. Las pocas que consigue dejar a medias acaban hechas una bola y en la papelera más próxima. Quitando el aspecto profesional, la vida de Álex parece marchar viento en popa. Ha forjado nuevas amistades con sus vecinos, Leo (Guillermo Toledo) y María (Pilar Castro), y tiene un amorío con la dueña de la pensión, Judy (Ana Polvorosa).
La vida perfecta de Álex se desmoronó un año atrás. Su mujer, Paula (Carlota Olcina), le dejó por otro hombre y se mudó a Ámsterdam con sus hijos. La culpa no reposa solo en la traición y la infidelidad de Paula, Álex tiene gran parte de responsabilidad. El músico se fue distanciando de su familia y de la vida hogareña por la fama y el ámbito profesional. Álex dejó de estar presente para su esposa e hijos. Aquello derivó en que Paula se hartase y decidiese rehacer su vida fuera de la capital británica. Entonces, Álex sufrió el accidente y se alejó de la vida pública.
En Tremor, Álex alquila una vivienda que está bastante alejada del pueblo y se recluye. El personaje entra en una vorágine de creación y destrucción. No solo de sí mismo, sino también de sus obras. Sus únicos motivos para salir de la casona en la que se refugia son abastecerse de víveres en el pueblo, quedar con Leo y María o ir a la pensión a ver a Judy. El resto del tiempo permanece sentado frente al piano, con una copa en la mano y un cigarrillo en la boca, ignorando el ruido del mundo exterior y desoyendo sus propias responsabilidades como padre.
La tormenta
La noche que da origen al resto de la historia es una nublada y tenebrosa. Álex tiene programada una cena con Leo y María y con otra pareja amiga de sus vecinos. Judy ha pasado la tarde con Álex y se ha quedado dormida. Él experimenta la primera de sus visiones o delirios. En ella, puede ver a Judy pidiéndole que no salga de casa y a un pájaro enorme colándose y quedando atrapado en el interior de la vivienda. Aún así, decide sacudirse la cabeza, ignorar lo que ha visto y marcharse. Ya en casa de Leo y María, Álex está muy ausente y participa en la conversación con monosílabos. Cuando empieza a llover de forma desenfrenada, toma la decisión de irse antes de tiempo. En parte, preocupado por esa especie de premonición y por haber dejado a Judy sola.
La recia tormenta no deja títere con cabeza. Es prácticamente imposible conducir y divisar los márgenes de la carretera. El mar está embravecido y el cableado eléctrico se derrumba como los cimientos de un puente detonados con dinamita. Álex consigue llegar al camino de entrada a su casa, pero hay un árbol caído que impide el paso. El protagonista se enfrenta a una importante decisión que tendrá consecuencias en el futuro; bajar del coche y retirar el tronco o avanzar por la vieja carretera hacia Tremor y rodear el faro. Opta por la primera opción y desciende del vehículo. Un rayo impacta de lleno sobre Álex, dejándole malherido e inconsciente.
Álex es socorrido por Leo, que ha salido a buscarle. Despierta cinco horas después en el hospital rodeado por Leo, María y Judy. Cuando se levanta para ir al baño, Álex se da cuenta de que le han salido unas marcas extrañas en la espalda. Lo que parecen ser ramificaciones moradas con similitudes a venas latentes o terminaciones nerviosas. La médica explica que el término clínico de aquellas manchas es figuras de Lichtenberg. Se producen por la ruptura de los capilares al paso de la corriente eléctrica por el cuerpo. Se supone que deben desaparecer con el tiempo, aunque hay determinados casos en los que pueden llegar a provocar heridas mortales.
A partir del accidente, las visiones de Álex comienzan y van in crescendo. Un punto a recalcar es que las premoniciones no son consecuencias del rayo, aunque nos quieran hacer creer que sí, porque Álex ya había sufrido una alucinación previa al desastre. Puede que el impacto del rayo sobre su cuerpo acelere y empeore los delirios, pero no es la causa madre. Otro factor llamativo, clave y identificativo de la serie es que nos empezaremos a debatir y preguntar si Álex está descendiendo hacia la locura o si está profetizando alguna tragedia terrible. Lo único cierto es que todo parece estar conectado con Tremor, Leo, María y Judy.
Para añadir más responsabilidades y complicaciones a la vida de Álex, sus hijos, Bea (Carla Quílez) y Bruno (Jordi Catalán), llegan a Tremor para quedarse una temporada con su padre. Paula va a acompañar a su nueva pareja a Grecia por cuestiones de trabajo y necesita que los niños se queden con Álex. Al estar ilocalizable, Álex se entera de la noticia por una llamada de su padre, Isaak de la Fuente (Josean Bengoetxea). El abuelo se ofrece a recoger a sus nietos en el aeropuerto y quedarse unos días con ellos.

Álvaro Requena y Alicia Blanchard
Las visiones de Álex comienzan a estar cada vez más íntimamente conectadas con Leo y María. En una de ellas, el pianista presencia a María llegando a su casa con una herida de bala y pronunciando el nombre de Leo sin parar. Habrá dos factores que empeorarán las supuestas premoniciones; la mención de robos y asaltos que se están produciendo en algunas casas de la zona y los cuadros de María, que están firmados con un curioso pseudónimo, Alicia Blanchard. Llegando al grado de que Álex ya no sabe y no se fía de quiénes son sus simpáticos, serviciales y corrientes vecinos.
Álex realiza una visita al antiguo inquilino de su casa, ya que tiene el conocimiento previo de que existía una especie de enemistad entre él y sus vecinos. El hombre es un ornitólogo mudo que habitó en la casa durante un tiempo para estudiar la migración de las aves. Sin pretenderlo, la mira de su telescopio se posó sobre la vivienda de Leo y María y vio según qué cosas que le pusieron en alerta. El testimonio que le ofrece a Álex es que Leo tiene un arma escondida en el invernadero y no es la escopeta de su abuelo que exhibe en el salón. El ornitólogo cuenta que, una noche, vio a Leo coger la pistola y conversar con un grupo de hombres que llegaron en una furgoneta negra. Leo le descubrió espiando y fue a su casa para amenazarle. Razón por la que el hombre decidió huir precipitadamente.
No conocemos mucho sobre el pasado de Leo y María. Sabemos que son un matrimonio unido, feliz y perfectamente integrados en la sociedad de Tremor. Leo solía ser abogado y viajaba mucho por el mundo. María pintaba cuadros y los vendía en mercados populares. Se conocieron porque María acudió a Leo para pedirle asesoramiento legal con algún problema y, ahí, comenzó su relación. En el presente, Leo se ha retirado de su profesión y lleva la típica vida de un jubilado. Se dedica a pescar en alta mar, a salir a navegar y a hacer fiestas y reuniones sociales con sus amigos. Por otro lado, María, hace exactamente lo mismo, con una pequeña excepción; nunca ha dejado de pintar. Esta es la base que nosotros y Álex obtenemos de Leo Bazán y María Vargas.

Los sueños lúcidos de Álex siempre le conducen al mismo punto. Alguien va a tratar de hacer daño a sus amigos y no tiene ni idea de cómo evitarlo. Las premoniciones van avanzando. Empiezan con la tormenta, la ruptura de la valla de la entrada, la lluvia de peces y un golpeteo insistente en la puerta. María siempre entra con un camisón azul, mojado y manchado de sangre, y se desploma sobre la alfombra murmurando el nombre de su marido. Álex llega a ver personas armadas dentro de la casa de Leo y María, presencia los disparos y, en ese punto de las visiones, sabe que María va a morir.
Entonces, Álex repara en las obras de María y ve un nombre extraño, Alicia Blanchard. Cuando le pregunta a su amigo por ello, Leo le dice que aquel era el pseudónimo con el que María firmaba sus cuadros. Sin embargo, Álex realiza una búsqueda por internet y se topa con una noticia de la desaparición de dos personas en alta mar. Álvaro Requena y Alicia Blanchard habían alquilado un bote, con el nombre de Fury, en Brasil para salir a navegar. El velero fue encontrado a la deriva y, aunque no se hallaron los cadáveres de los tripulantes, ambos fueron declarados como muertos.
Álex empieza a dejarse llevar demasiado por sus visiones. En dos o tres ocasiones, se cuela en casa de sus vecinos, hasta que Leo le descubre y le invita a realizar un viajecito nocturno en barco. Leo le entrega a su amigo un sobre con fotografías y le explica que él y María no se conocieron en la plaza de los pintores de Caracas, como le había narrado en una versión inicial, sino en otras circunstancias muy distintas. María era una de las mulas de Souza, un narcotraficante y asesino muy peligroso, y acudió a Leo porque se había metido en un lío.
Souza era apodado por las autoridades como «El Carnicero» por la visceralidad, crueldad y sadismo de sus crímenes. Su identidad era un completo misterio. Nadie conocía su verdadero rostro. Algunos presumían que era portugués, brasileño y otros colombiano. La realidad es que su origen y su persona eran como el secreto de sumario de un caso sin resolver. Leo, que en aquel entonces era Álvaro Requena, se cruza en el camino de Alicia Blanchard cuando la policía la detiene en una aeropuerto por intentar pasar droga. A Alicia le ofrecen un trato para colaborar y desarticular la banda de Souza y librarse de una estancia en la cárcel de por vida. Alicia acepta, pero Souza descubre sus planes y se oculta. Para aquel momento, Álvaro y Alicia, ya se estaban locamente enamorados, así que deciden darse a la fuga.
Cuentan con la ayuda de la Interpol, que les proporciona nuevas identidades, y fingen su muerte en la tragedia del Fury. Álvaro Requena y Alicia Blanchard pasan a la historia y comienza la aventura de dos fugitivos. Pero, Souza sigue su rastro y, con él, un reguero de incontables víctimas. Los agentes descubren el paradero de Souza en Chile y lo matan en un intento de detenerle. María identifica el cadáver de Souza en una fotografía y la pareja, al fin, puede respirar con tranquilidad. Sin embargo, son golpeados por una nueva tragedia cuando su hijo, Daniel, de tres meses fallece por una insuficiencia cardíaca. Esa muerte les afectó profundamente y fue el motivo por el que no quisieron tener más hijos. La difunta criatura da nombre al barco que poseen Leo y María en la actualidad; el Daniel.
Una vez estuve muerta
La relación de Álex y Judy avanza paralela a las premoniciones imparables de él. En un principio, Judy cree que las visiones son inofensivas y fruto del accidente con el rayo e intenta ayudarle. No solo le realiza las curas pertinentes y duerme a su lado la mayoría de las noches, sino que también cuida a Bea y a Bruno y se complementa muy bien con ellos. Se nota que a los hijos de Álex les cae bastante bien Judy. Aunque, Bea es más rebelde y no se separa del teléfono móvil para poder chatear con su novio holandés y Bruno sufre un sonambulismo similar al que solía experimentar su padre de niño y tiene la rara manía de ser incapaz de hacer sus necesidades a no ser que haya un adulto mirando.
Todo cambia cuando Álex tiene una visión que no corresponde ni al futuro ni al presente, sino al pasado. Al pasado de Judy, en específico. Álex abre el piano y, en su interior, observa a Judy amordazada, atada de pies y manos y con una lluvia de golpes sobre la piel perlada de su cuerpo. Cuando comparte con ella lo que ha visto, Judy no reacciona del modo en que Álex vaticinaba. Se retira a su habitación a llorar y entra en una especie de episodio de ansiedad. Asustada, paralizada y desencajada, habla con Álex y le confiesa que lo que ha visto es real. Ella se encontró en esas mismas circunstancias y con los detalles exactos que él había descrito, porque una vez estuvo muerta.

Nos remontamos al silenciado pasado de la regente de la pensión. Judy no siempre vivió en Tremor. De hecho, acudió allí con los mismos propósitos que Álex. Huir de todo y empezar una nueva vida. Ocho años atrás, con la ambición y vitalidad que caracteriza a las personas más jóvenes e inexpertas, Judy decidió que iba a comerse el mundo en Toulouse, Francia. El detonante de su partida de España fue la muerte de su madre por un cáncer reincidente. Judy fue criada por una madre soltera y su madre estuvo enferma durante la mayor parte de su vida.
En Toulouse comenzó a trabajar en un hospital como enfermera y conoció a la que sería su mejor amiga allí, Miray (Annick Weerts). Juntas, trabarían una amistad que las llevaría a disfrutar, reír y vivir una libertad que solo proporciona la frescura de los nuevos comienzos. Judy sería muy feliz, exploraría y se descubriría a sí misma, hasta la noche de la pesadilla.
Una fiesta parece el lugar idóneo y predilecto para un par de jovencitas que buscan divertirse, bailar y charlar un rato. De manera casual, de manera inofensiva. Sin mayor intención que tomar un par de tragos y botar al ritmo de la música. Pero, tal y como decía la madre de Ted en Como Conocí a Vuestra Madre; «nunca pasa nada bueno a partir de las dos de la mañana». Miray y Judy conocieron a un grupo de cinco chicos, cuyos nombres quedarían grabados para siempre en la memoria de Judy, Alphonse, Claude, Kadir, Clément y Pierre.
Judy sintió una atracción instantánea por Pierre. Parecía un chico sencillo, amable y que, del mismo modo que ambas mujeres, solo buscaba algo de diversión. Miray se marchó con otro hombre que la invitó a su casa y, antes de irse, le ofreció a Judy llevarla a su apartamento. A lo que Judy, que estaba empezando a conectar con Pierre en todos los niveles, le dijo que no. Judy le asegura a su amiga que sabe que mañana se arrepentirá y quedan en verse en el hospital al día siguiente.
Pierre y Judy se van a un lugar mágico, que resulta ser el sótano de la vivienda-discoteca. Mantienen relaciones sexuales sobre una mesa de billar. Pero, todo se tuerce cuando Judy descubre que Pierre la está grabando con el móvil. Judy se altera y le exige que le entregue el teléfono. Entre insultos y faltas de respeto, Judy coge su bolso del suelo y está a punto de abandonar la estancia. Los amigos de Pierre entran por la puerta en ese preciso instante y la impiden salir. Lo que sucede a continuación es un episodio asqueroso, bochornoso, abusivo y denigrante. Los cinco amigos se turnan para violar y abusar de Judy, además de maltratarla físicamente y torturarla psicológicamente.
Cuando Judy se despierta, el alba empieza a asomar por el horizonte. Los chicos están desmantelando su bolso y sustrayendo su teléfono. Uno de ellos, decide que no han humillado y abusado de Judy lo suficiente, así que intenta violarla de nuevo. Pero, Judy sí que ha tenido suficiente y le golpea con una botella en la cabeza, matándolo en el acto. Si lo anterior era una pesadilla, lo que viene después es una película de terror. Los chicos ya no se enfrentan a haber violado a una chica en una fiesta y destruido las pruebas. Ahora, lidian con el asesinato de uno de los cinco y el testimonio de una víctima que puede tener algo a lo que agarrarse para meterlos en la cárcel de por vida.
Los cuatro hombres toman la decisión de deshacerse del cadáver de su amigo y de matar a Judy. La amarran de pies y manos y la silencian con una mordaza. Pierre estrangula a Judy y la da por muerta. Cuando, en realidad, solo ha caído en un estado de inconsciencia. Ese pequeño instante, ese movimiento de jaque mate de su cerebro es lo que salvará la vida de Judy. Los cuatro amigos salen del sótano y se van a su caravana para buscar el material necesario para desprenderse de los cuerpos. Judy aprovecha la oportunidad para cortar las cuerdas que la mantienen cautiva con los cristales de una puerta rota, provocándose las cicatrices que tendrá a futuro en la espalda, y escapa por una ventana. Corre a la carretera, pidiendo socorro, y lo siguiente que vemos es a Judy y a los acusados sentados frente a un juez.
Judy no solo fue torturada por sus abusadores, sino también por la corte cuando tuvo que revivir y relatar todo lo acontecido. Los cuatro hombres relataron sus propias versiones tergiversadas de los hechos, haciendo ver que Judy había consentido y pedido explícitamente que los cinco mantuvieran relaciones con ella. Judy, en sus palabras a Álex, lo define como una nueva violación pública. Los amigos se han puesto de acuerdo para invertir los hechos y se apoyan con firmeza en el único factor real que tienen; que Judy mató a Clément. Sin embargo, no logran salirse con la suya y son declarados culpables.
La pesadilla de Judy no concluye aquí, porque, aunque los terrores sucumban ante el peso de la ley, su efecto perdura, causando estragos en la mente y en el futuro de la superviviente. Quiero recalcar en este punto una frase que dice Judy, que me provoca tristeza y rabia a partes iguales; «me sentí culpabilizada por defenderme, por no ser la víctima perfecta, que se supone que debemos ser, para merecer justicia«. Se presupone que «una víctima perfecta» o, ni siquiera perfecta, una víctima real, no planta batalla. Solo se encoge en un rincón y se dedica a llorar, porque una víctima no puede ser víctima y atacar al mismo tiempo. Este hecho me genera una impotencia descomunal. Afortunadamente, en este caso termina con los culpables entre rejas. Pero, me hace cuestionarme; ¿cuántas historias similares habrán sufrido un desenlace injusto, agridulce e, incluso, con consecuencias nefastas para la víctima real?
Judy abandona Toulouse y regresa a Santander. Lejos de conseguir escapar de sus traumas y fantasmas del pasado, entra en una espiral de autodestrucción y de abuso de fármacos para abstraerse de su oscura realidad. La pesadilla real ha terminado, pero sigue viva en su cabeza. Es auxiliada por una compañera de trabajo que le recomienda visitar a la Doctora Kauffman. Hay dos aspectos que logran encauzar y devolver a la vida de Judy parte de la luminosidad que solía tener; el primero es la visita al Instituto Clínico Kauffman.
La Doctora Kauffman ayuda a Judy a enfrentar a los demonios de su mente, a aceptar las cicatrices como parte de su piel y a dejar de huir de un enemigo invisible que la perseguiría hasta el fin del mundo si continuaba dándose a la fuga. Judy deja su vida entera atrás y parte en un viaje de descubrimiento personal por la naturaleza. El segundo encuentro, que convierte a Judy en la mujer que es, ocurre cuando conoce a Aurora. Aurora convive con un grupo de personas en una granja. Están en contacto con los animales y el espacio natural y representan una especie de retiro espiritual. Judy comparte su historia con Aurora y esta la cuida y la protege como haría una madre.
Aurora invita a Judy a pasar unos días en su pueblo natal, Tremor. Allí, tiene una pequeña y humilde pensión al lado de la costa, en la que acoge a Judy como a una huésped más. Judy va a pasar unos días que se transforman en semanas, meses y años. Trabaja codo con codo con Aurora en la pensión y cada vez se involucra más en el negocio. Hasta que, Aurora, decide tomarse su merecido retiro a Tenerife y le lega la pensión a Judy. Aquí, la historia se vuelve a enlazar con la llegada de un famoso pianista a Tremor y con el primer encuentro de Judy y Álex.

Es de vital importancia para el crecimiento que experimenta Álex como personaje. / Netfix
Judy confiesa que el propósito de contarle su historia a Álex no es solo sincerarse con él, sino convencerle de que pida ayuda. Está convencida de que la psiquiatra Kauffman podrá ofrecerle un diagnóstico y solucionar los problemas hereditarios que Álex está empezando a desarrollar. En parte, acierta, ya que la Doctora Kauffman le ofrecerá la clave esencial para resolver el puzle. No huir del dolor. Dejarle entrar y enfrentarse a él. Álex accede y emprenden un viaje hacia la consulta de Kauffman. Donde, la doctora, le plantea una cuestión muy interesante; ¿es un hombre de ciencia o de fe?
La nota de la discordia
Al principio de su reunión con Kauffman, Álex se muestra reacio a escuchar las palabras de la doctora. Está convencido de que las visiones que ha tenido y el peligro que ha vaticinado es real, pero le ha prometido a Judy que se dejaría ayudar. Kauffman describe su caso como insólito y a su cerebro como interesante. La mente de Álex es como una gran ópera desorganizada y desacompasada. La teoría inicial de Kauffman es que la mente artística de Álex, acentuada por el impacto del rayo, le está jugando malas pasadas.
Guiado por la Doctora Kauffman, Álex se somete a una sesión de hipnosis con el propósito de descubrir el origen de su patología y decidir si es un hombre de ciencia o de fe. Lo primero que debe hacer es visualizar una puerta y abrirla. Cuando Álex acciona el pomo, nos adentramos en un movido y esclarecedor viaje por el pasado de Álex de la Fuente.
Hemos mencionado de pasada que el trastorno o el don que Álex está manifestando es hereditario. Le viene de su madre, Elvira de la Fuente (Nora Navas). Elvira era profesora de música en una escuela. Desde las etapas más tempranas de su embarazo, Elvira reproducía música clásica para su hijo y le tocaba canciones al piano. Parecía albergar la certeza de que su futuro hijo sería un gran músico.
El primer episodio que se nos describe de Elvira sucede una noche en la que ella se ve sobrepasada por un dolor y una sensación extraña en su abultado vientre. Acuden al hospital y, tal y como Elvira había predicho, el bebé se había movido, estando a punto de estrangularse con el cordón umbilical. Gracias a la insistencia de su madre y a su fe ciega en sus visiones, Álex nació siendo un bebé sano y fuerte.
Los siguientes recuerdos a los que accede el paciente nos demuestran que la pasión por la música de Elvira rozaba la obsesión. Le compró su primer piano a Álex con cuatro años y el niño daba conciertos para sus padres. Álex pasaría su infancia entre partituras, tempos y teclas. Siempre con la presencia de Elvira sobre el hombro, como si fuera un halcón vigilando a su presa. Con diez años, tocó frente a un jurado para ingresar en la mejor escuela de música de Oviedo.
Elvira tenía un plan en mente para el futuro de su hijo, una visión de la que se negaba a desprenderse. Tal vez, Álex era su método para expiar aquellos sueños inalcanzables a los que nunca se aproximó. No sabemos si Elvira contaba con ser una gran intérprete, pero sí que somos conscientes de que no lo fue. No llegó lejos. Se limitó a enseñar música en un colegio y a torturar a sus alumnos con nociones incomprensibles para sus tempranas mentes y, después, se enfocó en la educación musical de su hijo.

Álex estudiaba solfeo, composición y música todos los días. Al llegar a casa, practicaba durante horas bajo la inquebrantable e inamovible supervisión de su madre. Álex, a pesar de no sumar más de doce años, no podía permitirse distracciones, no podía ser como los otros niños. Este es un aspecto que condicionará su carácter futuro y su propia relación adulta con la música. En su vida de estudiante, el cansancio y la sobreexplotación de sus capacidades se empiezan a reflejar con malas notas, déficit de atención y quedarse dormido en clase.
Las premoniciones de Elvira no solo se reducen al futuro de Álex, también ocurren con circunstancias externas como un accidente de trenes o el fallecimiento de un compañero de escuela de su hijo. Las pruebas médicas revelan que Elvira no es ninguna médium o vidente, sino que padece esquizofrenia. Explicación que razona por qué Elvira percibe la realidad de forma distinta y experimenta delirios o alucinaciones. Elvira no confía en la ciencia y es consciente de que no está loca. Sin embargo, no le queda más remedio que tratarse o acabar incapacitada.
Álex crece al compás de la enfermedad y el deterioro de su madre. Elvira deja de ejercer como profesora y su hijo pasa a ser su único alumno. Álex entra en una orquesta y, por primera vez en su vida, parece encontrar su lugar. Al estar en contacto con gente de su edad y ver la clara oportunidad de rebelarse, comienza a desafiar a su madre. Álex escucha otra música que no es clásica, bebe y sale de fiesta con sus amigos, asiste a conciertos y se divierte. Hasta que sufre un accidente de moto que casi le mata.
Como consecuencia de sus actos, Álex se apunta al conservatorio y aquí sucede el segundo acontecimiento que Elvira no pudo predecir; Estrella Escudé (Laura Gaja). Álex y Estrella conectan enseguida. Se complementan a la perfección, tanto sentados frente al piano como en el ámbito personal. Comienzan una relación y Álex, en su monólogo a la Doctora Kauffman, se refiere a Estrella como el amor de su vida.
Todo marcha bien para ellos. Álex conoce a su suegro, Ramiro (Antonio Buíl), que trabaja en una constructora y se gana la vida bastante bien. Aunque, Álex guarda sus reservas sobre la profesión real de Ramiro. Por otro lado, Elvira desconoce que su hijo tenga una enamorada, a pesar de que lo intuya. Isaak de la Fuente sí que está al corriente del noviazgo de Estrella y Álex.
Elvira sufre una visión diferente al resto, una muy terrible y desgarradora sobre el futuro de su hijo. Asalta a Álex mientras duerme y le suplica que salga de «esa casa». Si no hemos visto la serie entera, podemos entender que ha entrado en un episodio psicótico y se refiere a que quiere que Álex se marche del hogar familiar. Pero, conociendo el desenlace y prestando atención a las palabras que Elvira le dice a Isaak hablando de una casa, una mujer junto a Álex que no es su esposa y una fosa, sabemos que hace alusión a la misma visión que Álex experimenta en el futuro.
A tiempo presente, Álex sabe que la visión que su madre tuvo aquel día no iba sobre Estrella. Era una premonición de su futuro, de Tremor y todos los acontecimientos horribles que vendrán. La Doctora Kauffman cataloga como sugestión la descripción de Álex. Según ella, esa visión puede explicarse razonando que Elvira tenía miedo de que su hijo la abandonase y viviese su propia vida.
Volviendo a la sesión de hipnosis, Álex se sumerge en la parte de la historia que lo destruirá todo; la beca. El Royal British Conservatory de Londres ofrece una beca de estudio para uno de los alumnos del conservatorio. Álex no quiere ganar la beca, porque teme que implique su separación definitiva de Estrella. Ella le tranquiliza. Su amor es fuerte, real y puede resistir cualquier tormenta, incluso una de las tempestades típicas de Tremor.
Los jóvenes deciden que, gane quien gane, se irán juntos a Londres y empezarán una nueva vida. Pero, Elvira no puede aceptar que su hijo no se alce con la victoria de un acontecimiento que ha estado profetizando durante toda su vida y que sabe que catapultará a Álex al éxito, la fama y el reconocimiento. Hace que su hijo practique al piano día y noche, completamente obsesionada con que obtenga la beca que, según ella, merece por derecho de nacimiento.
El día de la audición, Estrella y Elvira se conocen. La madre de Álex sabe, sin necesidad de que nadie se lo diga, quién es Estrella para su hijo. El primero de los dos en sentarse al piano es Álex. Realiza una audición magistral, fundiéndose con la melodía y las teclas en uno solo. Hasta que, de cara al final, falla una nota a propósito; la nota de la discordia. Con eso, Álex pretende entregarle la victoria a Estrella y desafiar a su madre, cambiar el curso del destino que ella le ha estado asegurando toda la vida que está escrito. Y, durante unos instantes, cuando anuncian el nombre de Estrella como ganadora, cree que lo ha conseguido.
Pero, el destino es caprichoso. En la única ocasión en que Álex toma las riendas y decide por sí mismo, la catástrofe es inconmensurable. Tras la audición hay una fiesta. Estrella está radiante y Ramiro muy orgulloso de ella. Se despiden antes de marcharse a sus respectivas casas. Estrella se ofrece a llevar a Álex, pero él prefiere coger un taxi. Álex de la Fuente se arrepentirá durante el resto de sus días de aquella negativa, porque, en el camino del auditorio a su casa, Estrella sufre un accidente y muere.
Elvira aprovecha la circunstancia para hacer hincapié en que lo que está escrito no puede alterarse. Más allá de consolar a su hijo, que está hecho polvo, o de apaciguar su culpa por la pérdida de su novia, insiste en que acepte la beca cuando le llaman para ofrecérsela. Álex se resigna y acepta las palabras de su madre como la única verdad.
Se marcha a Londres y vive la vida que su madre había predicho para él. Se convierte en un exitoso pianista, obtiene cantidad de premios y reconocimientos, se casa con Paula y tienen dos hijos, Bea y Bruno. Poco después de su partida de España, Elvira ingresa en un centro psiquiátrico en el que pasará el resto de su vida. Sin embargo, Álex se va distanciando progresivamente de su familia. Sus ausencias, cada vez más frecuentes y prolongadas en el tiempo, serán el veneno que acabará por matar su matrimonio.
Paula conocerá a otro hombre y se mudará a Ámsterdam con él. Álex tocará el piano sonámbulo y, al escuchar nuevamente esa maldita nota desafinada, se romperá las falanges de la mano. Se alejará de los medios y de su trabajo convencional y se retirará a Tremor para desconectar y redescubrirse como artista. Conocerá a sus vecinos, Leo y María, y formarán una bonita amistad. Se topará con Judy y se enamorarán irremediablemente. Álex entrará directo en aquella terrible visión que Elvira tuvo, años y años atrás.
Cuando la Doctora Kauffman da por concluida la sesión de hipnosis, le ofrece su veredicto. De acuerdo con su opinión profesional, todas las visiones de Álex tienen algo en común; el miedo a perder a sus seres queridos. Según Kauffman, esto procede de la culpa por la muerte de Estrella que Álex se ha negado a enfrentar durante tantos años. Se manifiestan en forma de visiones, porque era la manera que Elvira tenía de proteger a su hijo. Kauffman le aconseja que no huya del dolor, que lo deje entrar y lo acepte.
Judy y Álex se marchan del centro y hacen una breve parada en el centro psiquiátrico donde vive Elvira. Por primera vez en su vida, Álex se sincera con su madre, que ha perdido la capacidad de hablar debido a un derrame, y expresa su odio hacia ella por haber decidido por él y condicionado toda su vida. Elvira, confinada a una silla de ruedas e impotente, solo puede escuchar.
Esta escena me resultó muy dura de ver, porque, aunque entiendo y concuerdo con que Elvira cometió muchos errores y no tomó las decisiones correctas con respecto a su hijo, le quiso mucho. El comportamiento de Álex es lógico y comprensible, ya que acaba de sanar una herida que llevaba abierta demasiado tiempo y que fue infligida principalmente por su madre. Sin embargo, Elvira se encuentra en una situación difícil, desmejorada y, posiblemente, cercana a la muerte y me hubiera gustado presenciar un ápice de piedad por parte de Álex.
Esto no puede acabar así
Pasamos a discutir el final de La última noche en Tremor. Desde el principio tuve clara una cosa; la serie no iba a acabar mal. Adelantándome a los acontecimientos, puedo decir que no me equivoqué. También me perseguía la vaga sensación de que el villano definitivo sería Leo. No porque viese venir la trama de Souza o porque pensase que la persona más amable es, a menudo, de la que se debe desconfiar. Sino, porque los ojos de Leo y la expresión en torno a ellos, eran idénticos a los del encapuchado que perpetraba la masacre.
El final tiene tantos giros y pega tantas vueltas que, no es que sea dificultoso seguirle el ritmo, pero sí marea un poco. Vamos a ordenar los hechos, igual que Álex puso orden en sus diversas visiones para tratar de completar el puzle de su premonición.
Primero, se celebran las fiestas populares de Tremor. Álex acepta la petición de dar un discurso y tocar el piano frente a una multitud asequible. Leo y María continúan enfadados con su vecino por haberse colado en su casa e inmiscuido en sus secretos personales y asuntos matrimoniales. Álex, que tiene intención de obedecer las recomendaciones de Kauffman, logra reconciliarse con ambos tras el concierto. Pero, vuelve a caer víctima de sus delirios cuando ve a un hombre, que ya ha presenciado en sus visiones, espiándole.
Todo los progresos y avances obtenidos en la consulta de Kauffman saltan por los aires cuando Álex mantiene una conversación sobre Estrella con Isaak de la Fuente. Su padre le confiesa que ha estado guardando un secreto durante muchos años. El destino de Estrella no era morir en aquel accidente de coche. En realidad, jamás podremos averiguar cuál habría sido su prodigioso futuro, ya que se lo arrebataron de las manos antes de poder rozarlo con la yema de los dedos.
Isaak relata que Elvira se subió en el coche de Estrella aquella noche y se ofreció a llevarla a casa. Estrella, aunque extrañada e incómoda, accedió. Durante la travesía, Elvira le habló sobre el destino inalterable de Álex y le pidió que renunciase a la beca. Estrella se negó y le reveló que Álex y ella iban a irse juntos a Londres. Esa revelación hizo enloquecer a Elvira de la Fuente, que, en un arrebato de cólera y confianza excesiva en sus premoniciones, apagó los faros del coche y permitió que se estrellase en medio de la noche.
Estrella murió en el acto y Elvira arrastró su cuerpo hasta el asiento del conductor para fingir que iba sola en el vehículo. Isaak fue cómplice del crimen, porque su esposa se lo confesó, y lo encubrió haciendo prometer a Elvira que ingresaría en una clínica de por vida. Así fue. La madre de Álex pasaría encerrada el resto de sus días con la convicción de haber salvado el futuro de su hijo.
En segundo lugar, la frenética balada al piano en la que Álex establece un relativo orden de sus visiones. Quiero destacar que esta me parece, de lejos, la mejor escena de toda la serie y que Javier Rey está espectacular, tanto por las innegables emociones en las facciones de su rostro como por la crudeza y veracidad del diálogo.

Antes de sentarse al piano, Álex ve en la tele una noticia de última hora sobre la reapertura de un caso que llevaba años cerrado, la trágica muerte de Estrella Escudé. Resulta que Estrella intentó llamar a su padre desde el coche y, aunque la llamada duró una fracción de segundo, quedó registrada. Lo que Álex es incapaz de distinguir en aquel momento es que la televisión está apagada y que la noticia solo existe en su imaginación.
Judy se va a dormir y Álex se sienta frente al piano con una grabadora en mano. Acciona el tempo y se pone a tocar la melodía más angustiosa y trabajada de su carrera, mientras ordena los hechos. Primero llega la tormenta y llueven peces, se rompe la valla y María llama a la puerta con una herida de bala. María fallece en casa de Álex, pero su cadáver es descubierto por las autoridades en su lecho conyugal junto al de Leo. Antes de la caída de los peces, la furgoneta con cinco hombres a bordo se detiene frente a la casa de Leo y María. Hay un sexto hombre que baja de la furgoneta y se dirige hacia la casa de Álex.
La hipótesis inicial de Álex es que el perpetrador es Ramiro Escudé con la intención de vengar la muerte de su hija. Pero, si los tipos de la furgoneta son los hombres de Ramiro, no tiene sentido que maten a Leo y María. La única explicación que Álex encuentra para esto es que no pueden dejar testigos. Sus vecinos podrían avisar a la policía si los disparos se producen primero en casa de Álex.
Mientras está tocando el piano, Álex se adentra en una nueva visión. Cuando mira tras de sí, se da cuenta de que el cuerpo de María ya está en su recibidor. Con la grabadora aún en la mano, avanza hacia los hechos registrando todo lo que ve. Un encapuchado con un rifle de asalto entra en su casa y atraviesa a Álex como si fuera un fantasma. Podríamos decir que, aquí, se confirma que las visiones de Álex son reales. El pianista imita los pasos del asesino y es testigo de como dispara a sangre fría a Bea y Bruno, que iban en el asiento trasero del coche, y a Judy que, sentada al volante, intentaba arrancar la camioneta para escapar. En el exterior, ve el cuerpo de Paula, su exmujer, y no termina de entender por qué está allí.
El asesino sube a la furgoneta roja y Álex sale corriendo detrás suya. Observa como un grupo de hombres están enterrando el resultado de una auténtica carnicería en una fosa. En total hay siete cadáveres: los de Bea y Bruno, Paula, Judy, el propio cuerpo de Álex y los de dos completos desconocidos, siendo una mujer y un hombre. La mujer tiene una distintiva mancha en el rostro y un cinturón con una funda de pistola. El hombre está calvo y es de mediana edad. Álex vuelve en sí, llorando y arrodillado sobre el lugar en el que estará la fosa cavada por los hombres de Souza.
La visión termina y comienza la acción real. Álex vuelve a casa, coge los pasaportes británicos de sus hijos y se sube al coche con intención de huir. Al dar marcha atrás, rompe la valla de madera de la entrada. Irónicamente, es él mismo quien pone en marcha y precipita los acontecimientos de los que tanto ha intentado huir. Telefonea a Judy y le pide que se lleve a sus hijos al aeropuerto y que los monte en el primer vuelo que salga y que se vaya con ellos. Promete que se reunirá con ellos, pero tiene un accidente de coche que le hace acabar en el mismo hospital que cuando fue golpeado por el rayo.
Milagrosamente, Álex ha salido ileso, quitando una herida en la mano y alguna contusión en la pierna. Hay dos agentes de policía que quieren hablar con él. La inspectora Calabria (Clara Segura) y el sargento Ricciardo. Álex los reconoce en seguida como los dos cadáveres que no pudo identificar en la fosa. Los agentes están empeñados en sonsacarle el paradero de sus hijos, ya que piensan que se pueden encontrar en peligro. Tienen en su poder la grabadora en la que Álex fue registrando su última visión. No escuchan las súplicas ni las advertencias de Álex de la Fuente. Simple y llanamente, creen que ha perdido el juicio y, si nos ponemos en la piel de Álex, pienso que nosotros también lo perderíamos.

Álex pierde los papeles y roba una pistola. Amenaza con disparar si no dejan que Judy se marche con sus hijos y si no retienen a Paula en el aeropuerto. Sin embargo, es evidente que Álex no tenía intención de hacer daño a nadie y es desarmado por Leo, que dialoga con él. Le encierran en el ala psiquiátrica del hospital. Allí, recibe la inesperada visita de Ramiro Escudé y le confiesa toda la verdad. Se disculpa con él y rompe en llanto, pero, para cuando vuelve en sí, Ramiro ha desaparecido y es Judy, en su lugar, la que está de pie en el umbral de la puerta.
Tras conversar con el Doctor Jordán y repasar los hechos de sus visiones, Álex cambia la versión. Decide que no es probable que Ramiro sea el cabecilla, porque la policía ha comprobado su paradero y se encuentra en Lisboa. Apunta a su sospechoso inicial, Souza, ya que es quien tiene motivos para matar a la familia de Leo y después acabar con los testigos. Aprovechando que uno de los enfermos se altera y se pone bastante agresivo, Álex se escapa del hospital. He de decir que la manera en que huye me parece muy poco creíble y fácil. Pero, estamos en un punto crítico. Queda un capítulo y toda la trama de la serie por cerrar.
Álex deja un mensaje en el buzón de voz de Leo, alertándole de la implicación de Souza y advirtiéndole de que tenga un arma a mano. Después, avanza hasta una gasolinera en la que ve la furgoneta roja y a uno de los hombres que le espió en las fiestas de Tremor. Roba una moto y emprende el camino hacia su casa. Se queda sin gasolina en mitad de la carretera y es recogido por la misma furgoneta. En un último intento desesperado, Álex les implora que no lo hagan, que morirá gente inocente. Los supuestos hombres de Souza, en vez de pegarle un tiro, le dicen que no salga de casa.
Cuando, por fin, después de treinta vueltas al mapa y cuatrocientas mil visiones premonitorias, entra en casa, la policía le está esperando allí. Judy ya no confía en Álex, sus hijos le tienen miedo y parece que los agentes se dejaron el instinto de supervivencia en la academia. La situación se torna imparable con unos insistentes golpes en la puerta. María entra, desangrándose y pronunciando el nombre de su marido una y otra vez. Esta parte es muy satisfactoria, porque ya no les queda más opción que creerse a pies juntillas todo lo que Álex ha descrito con lujo de detalles.
Los policías no saben dónde meterse. Salen a explorar la zona con el miedo instalado en el cuerpo, porque son conscientes de que Álex ha presenciado su muerte. Judy se centra en intentar salvarle la vida a María. A pesar de que los acontecimientos se están encadenando uno a uno y de que Álex sabe perfectamente que María no va a sobrevivir, Judy se pone terca y a intentar extraerle la bala. La furgoneta roja regresa de casa de Leo y se dirige hacia la de Álex. Se frena en seco y la cabeza del conductor cae sobre el volante. Efectivamente, el piloto está muerto. Álex queda desconcertado, porque esa parte de la visión no era tal y cómo él la había percibido. Esa fragmento estaba incompleto, porque aún no tenía todas las piezas del puzle.
Leo llama por radio a Álex. Contra todo pronóstico, el hombre escuchó el mensaje de voz de Álex y, a pesar de haberle tomado por loco durante toda la serie, decide creerle. Se apuesta en la cama con la escopeta de su abuelo esperando a que vengan los intrusos. Cuando los hombres de Souza irrumpen en su vivienda, Leo despierta a María y carga el arma. Mata a todos los que puede y, cuando están intentando acceder al piso inferior por las escaleras, su esposa recibe un disparo en el estómago. Leo acaba con el atacante, pero María sale corriendo hacia la casa de Álex. Leo también ha resultado herido.
Judy logra sacar la bala con unas pinzas de depilar. Pero, María ha perdido demasiada sangre y el destino se cobra su vida como otra parte más de la visión. Aquí, hay un punto que me molesta bastante y es que no paran de hacer zoom en el rostro de Bruno. Sabemos que Bruno, como su padre, tiene algo especial. No se especifica si son sueños, premoniciones o qué. De cara al final, no paran de enfocar su cara. Como si viera o supiera algo que los protagonistas no entienden. Sin embargo, no ahondan en ello y te quedas esperando a que el niño le diga algo a su padre, pero no lo hace. Solo se queda con los ojos abiertos de par en par.

El grupo de la casa de Álex cuenta con que Leo pida una ambulancia y refuerzos. Y, durante unos maravillosos segundos, parece que todo ha terminado. Álex, Calabria y Ricciardo atraviesan la explanada y se cuelan en casa de Leo y María. Tal y como su vecino había descrito, el salón está sembrado de cadáveres. Se destapa el pastel cuando Álex se aproxima a un fallecido y descubre que lleva colgada una identificación de la Interpol. El cuerpo de Leo yace en el suelo del baño o, al menos, el de una persona con sus mismos rasgos, su pijama y su anillo de casado. El verdadero Leo está agazapado en la cama y completamente vestido de negro.
Se carga a Ricciardo de un tiro, dispara a Álex en el hombro y Calabria sufre el mismo destino. Después, Leo se quita la máscara y desvela su identidad. Es evidente que no tenía intención de matar a Álex, solo de dejarle malherido. Se sienta con su amigo y le cuenta la verdad. Leo Bazán no existe, pero es que Álvaro Requena tampoco. Leo ha llevado muchos nombres a lo largo de su vida. Todos para cubrir a un fantasma, a un rostro invisible y a las manos de un carnicero; Souza.
Cuando conoció a Alicia le dio el nombre de Álvaro y así comenzó su historia. Se enamoraron y construyeron una vida juntos. María nunca fue mula de Souza ni nada parecido y Leo jamás fue un abogado atraído por casos difíciles e injustos. Souza renunció a su título y profesión y se retiró por María. Fingieron la muerte de Souza y empezaron a huir por todo el mundo con la policía pisándoles los talones. Cada año, Souza recibía de su banda su parte proporcional de las ganancias y después volvía a ser Leo.
Leo no creyó jamás en las visiones de Álex, pero sí que las prestó más interés del que dejaba entrever. Le confiesa que las subestimó y que lo ocurrido aquella noche es el precio de su error, el precio de haber bajado la guardia. Souza está dispuesto a cualquier cosa con tal de salir vivo de allí. Ya no tiene nada que perder, porque María ha muerto y Leo se ha ido con ella. Amordaza a Álex y le esposa junto a la ventana. Después, llama a su gente por radio y se dirige, escopeta en mano, a casa de su amigo para acabar el trabajo.
Desde la ventana, Álex ve como llega el coche de Paula a su casa y como Souza le vuela la tapa de los sesos de un disparo. Lo primero que hace Souza al cruzar el umbral de la puerta es cerrarle los ojos a María, como prueba del amor que Leo sentía por ella. Judy, Bea y Bruno se montan en el coche, que arranca con mucha dificultad, para intentar escapar. No llegan muy lejos, porque Souza pincha las ruedas disparando un par de veces. La primera en morir es Bea, luego Bruno y, por último, Judy. Álex distingue los fogonazos de las balas y grita de dolor. Su última visión se acaba de cumplir, a pesar de que él ha hecho cuanto estaba en su mano por evitarlo.
Al amanecer, los hombres de Souza están limpiando todo el desastre. El cuerpo de María está en la cama, tal y como Álex había visto, y el cadáver del falso Leo desfigurado en el baño. Se llevan a los seis muertos y a Álex, aún vivo, a enterrar a la fosa. El último diálogo que Álex y Souza intercambian es de lo poco que queda de Leo diciéndole que no hubiera querido que las cosas acabasen así y de Álex asegurándole que eso no podía terminar así. Él había visto la noticia de la reapertura del caso de Estrella en la televisión y había recibido la visita de Ramiro. Sabe que aquello no ha pasado, sino que va a ocurrir y se aferra a ese conocimiento mientras la muerte le respira en la nuca.
Ahora sí, el final de verdad
Después de tantas vueltas, el final definitivo de La última noche en Tremor es una especie de «todo ha sido un sueño». Álex se despierta en el suelo, momentos después de que le haya golpeado el rayo, con Leo gritando su nombre. Puede que el resto de personajes no hayan vivido la historia, pero lo que sí está claro es que Álex ha experimentado el viaje, la tragedia y el aprendizaje de su visión. Descarto absolutamente la posibilidad de que todo lo ocurrido haya sido real y que, en el último segundo, se produjese un salto mágico en el tiempo. No me parece lógico ni coherente con la premisa de la serie.
Lo que yo entiendo es que, en lo que han sido minutos para Leo que está contemplando a su amigo inconsciente, la mente de Álex ha viajado y contemplado todo lo que se nos ha mostrado a nosotros en ocho episodios. Este tipo de finales no suelen gustarme, porque los considero un recurso fácil. Sin embargo, en este caso era la única forma viable de que La última noche en Tremor tuviera un final feliz. Además de que tiene sentido con la trama, porque se puede justificar que lo que experimenta Álex son visiones. No es que todo haya sido una alucinación o un sueño y que su relevancia desaparezca de golpe y porrazo al acabar. Todo lo vivido en los siete episodios previos, conduce a Álex a tomar las decisiones correctas en el octavo para evitar el trágico desenlace de sus visiones.
Cuando Álex despierta en el hospital, rodeado por Leo, María, Judy y la misma doctora, hace tres simples cosas que cambiarán el curso de la historia. Primero, llama a Ramiro por teléfono y le pide que venga a visitarle. Aquí, es cuando acontece la visita de Ramiro Escudé que Álex había visto. Álex le cuenta la verdad y se disculpa con él. Esto significa que una parte del pasado de Álex queda reconciliada y que se hará justicia por Estrella. Posteriormente, tiene lugar la emisión de la noticia por televisión. Lo cual, se conecta perfectamente, porque ya sabemos por qué la investigación del caso de ha reabierto.
En segundo lugar, Álex realiza una llamada anónima a las autoridades y les desvela la ubicación de Souza en Tremor. Se nos muestra a los hombres de la furgoneta sentados en una especie de briefing celebrando que, por fin, han dado con el carnicero. Después, se dispone a colarse en casa de Leo y María aprovechando que han salido a navegar y se deshace de la pistola de Leo y de la munición de escopeta. Por último, contacta con Paula y se ofrece a ir a pasar unos días con los niños en Ámsterdam.
Le cuesta un poco convencer a Judy, que está bastante confundida por el hecho de que Álex no para de hablar en pasado y futuro, pero lo consigue al confesarle su amor por ella. Podemos suponer que ambos abandonan Tremor para siempre y que el bloqueo creativo de Álex se ha resquebrajado. Bien está lo que bien acaba, ya que Álex ha aprendido las lecciones pertinentes de sus visiones y ha sufrido una evolución brutal desde el minuto cero hasta que entran en escena los créditos.
Conclusión
La última noche en Tremor comenzó aburriéndome y acabó encantándome. La trama, aunque algo pesada en algunos puntos, te atrapa por completo. Hay algunas partes que se hacen excesivamente largas, como el pasado de Judy o de Álex y la historia de Elvira. Pienso que todo está bien predispuesto y utilizado para que entendamos las motivaciones de los personajes y sus orígenes, pero que, dentro de toda esa información, hay mucha paja.
No veo la necesidad de que aquellos flashbacks duren más de una hora, aunque he de admitir que no dejan cabos sueltos. Los puntos están bien conectados y las visiones de Elvira se entrelazan amigablemente con las de Álex. Las premoniciones y los viajes a los que someten a su protagonista también pueden resultar eternos, abusivos y algo cansinos. Lo que más se disfruta es no saber cómo va a terminar. Te pasas la mitad de los episodios cuestionándote si es verdad que Álex puede ver el futuro o si está enfermo. No es, sino hasta los dos últimos capítulos, cuando se nos revela que las visiones son reales. Y, aún así, puedes llegar a dudar y confundirte, porque nadie cree en la versión de Álex.
Sin embargo, cuando descubres que lo que ve Álex es cierto, solo puedes sentir rabia e impotencia hacia los otros personajes por no creerle. Al mismo tiempo, te preguntas si no es el propio Álex el que está forzando y provocando el desenlace de sus premoniciones al tratar de evitarlas. Es una mezcla de sentimientos explosiva que te hace estar presente al cien por cien en la trama.
Por mí parte, yo tenía la certeza de que La última noche en Tremor no iba a tener un final malo. Pero, esa era mi propia premonición personal, que nada tiene que ver con las de Elvira o Álex. Me alegro de no haberme equivocado, ya que no creo que Álex de la Fuente se mereciese más finales trágicos. Es revitalizante que Álex se reconcilie con su pasado, que aprenda a estar más presente para sus hijos y que emprenda con Judy la nueva vida que debería haber disfrutado con Estrella.
Las metáforas o reflexiones que me deja la serie son dos. No se puede influir, alterar o modificar el curso del destino y aquellos que lo hacen sufren un desenlace terrible, como Elvira. Huir del dolor nunca es la salida, solo es otra celda con barrotes diferentes. Este último es el que interpreto como el mensaje que los creadores pretendían difundir, ya que es la enseñanza final de la vida de Álex para los espectadores.
La última noche en Tremor entra de cabeza en mi lista de series que revisitar en un futuro. Siempre me resulta agradable encontrarme con series españolas con un buen guion, planteamiento, personajes y actores increíbles. España es un país lleno de talento y de cosas únicas que ofrecer, si se lo propone. Además de que yo soy de las que piensan que las películas y series se disfrutan mucho más en su idioma original y, siendo el español mi lengua madre, he disfrutado como una enana con esta serie.
Lo Mejor:
- ✅ El no saber si las visiones de Álex son reales o producto de una enfermedad hasta el final.
- ✅ La profundidad que se otorga a los personajes.
- ✅ El propio desenlace, que te deja con muy buen sabor de boca.
Lo Peor:
- ❌ Los episodios relativos al pasado de los personajes son demasiado largos.
- ❌ Las vueltas que da Álex al dejarse arrastrar siempre por las visiones y no racionalizarlas.