Them: Covenant. El análisis.

Them: Covenant.

ATENCIÓN, el siguiente análisis contiene spoilers mayores sobre el desarrollo y el final de la temporada uno de Them.

Them es una serie de terror creada por Little Marvin. Cuenta con dos temporadas hasta la fecha, cuya historia es independiente entre sí. Puede verse en Amazon Prime. No es lo que podría catalogarse como el horror más absoluto, pero presenta escenarios inquietantes y personajes perturbadores. Si te gustan las pelis de miedo que explican la historia y no se limitan a mostrar persecuciones, sustos, sangre y gritos, deberías darle una oportunidad a esta serie.

La primera temporada ofrece un panorama aterrador en el Estados Unidos de los años cincuenta. Trata temas como la xenofobia hacia la raza negra, la esclavitud, la religión, las secuelas de la guerra y de perder a un hijo. Consta de diez episodios en los que conoceremos a una familia de cuatro miembros; Lucky Emory, Henry Emory y sus dos hijas: Ruby Lee y Gracie. Se enfrentarán a la odisea de mudarse a un barrio de blancos, al ostracismo de sus vecinos y a los propios fantasmas de su pasado. Todo ello en una casa encantada e infestada de espectros retorcidos y malvados.

Su desarrollo me gustó, aunque se me hizo un poco largo (a pesar de que estoy acostumbrada a series que superan la centena de capítulos). La trama, por más consecuente, bien hilada e interconectada que estuviera, me pareció pobre. Mi sensación fue que, para considerarse del género de terror, se centraba demasiado en los tópicos del racismo, la discriminación y las tribulaciones de cada personaje. Es como si quisiera abarcar tanto en los escasos episodios con los que cuenta, que acaba yéndose todo el rato por las ramas.

Los fantasmas del pasado.

Un factor que habla maravillas de Them es que los personajes, además de compartir una dinámica familiar relevante, tienen sus propias intrigas. Cada personaje posee un pasado o un trauma muy marcado que derivará en el espectro que les acechará más adelante. Podría decirse que, dicha forma espectral, es el reflejo de sus miedos más secretos y profundos. La prueba está en que ningún miembro de la familia ve lo que el otro distingue en la oscuridad. Por ejemplo, Lucky Emory piensa que la Señorita Vera es un fragmento de la imaginación de Gracie por haber leído demasiadas veces su libro.

Al mudarse al barrio y la vivienda donde; «jamás habitarán personas de sangre negra», comienzan a sufrir el asedio de los vecinos. En especial, de una mujer que se obsesiona exageradamente con ellos. Empiezan a ver a unas entidades que adquieren forma corpórea y que tratan de herirles. Los ordenaré en lo que, personalmente, considero de peor a mejor.

• Ruby Lee ve a una especie de espectro polimorfo. Su nombre es Doris. En ocasiones se muestra con la apariencia de una adolescente blanca, rubia, de ojos azules y, aparentemente perfecta. Esto coincide con la descripción del deseo oculto de Ruby Lee Emory. Quiere encajar, ser una más de ese grupito de blancos y que no la repudien como si tuviese una enfermedad contagiosa. Metiéndome en el fango, diría que Ruby Lee ansía ser blanca. En contraposición, su miedo más fuerte y absoluto es convertirse en su madre. Contextualizando, Lucky sufre algún tipo de desequilibrio mental y no se encuentra del todo en sus cabales. Ruby la teme y parece asustada de lo que esta pudiera hacerles. No creo que Ruby se avergüence de sus orígenes, sino que está seriamente mermada por la discriminación, el acoso y el racismo.
• Gracie tiene alucinaciones con la Señorita Vera. Esta entidad procede de un libro que trata sobre una profesora extremadamente estricta. Gracie lo lee a menudo y está orgullosa de comportarse tal y como dice Miss Vera. El espectro adquiere la forma de una señora mayor ataviada de negro y con facciones severas. Su motivación juega con los temores de no ser aceptada y no ser una «niña buena» que siente la pequeña Gracie.
• Lucky Emory es el personaje con el trauma más grande. Perdió a su hijo pequeño, Chester, a manos de un grupo de blancos. Una noche, Henry se llevó a sus hijas al cine y Lucky se quedó sola con el bebé. En su porche apareció una señora tarareando una canción horripilante. Después se coló en la casa con más personas, que, apalearon y violaron a Lucky. La retorcida mujer cogió al pequeño, lo metió en un saco de tela y lo zarandeó hasta matarlo ante la atenta mirada de Lucky. Lucky ve al espectro más anciano de todos; el hombre del sombrero negro (de quien hablaremos en detalle más adelante), que ya aterrorizó a otras familias que vivieron en la casa.
• Henry Emory vive atrapado en los recuerdos de su servicio en la Segunda Guerra Mundial. Sufre flashbacks recurrentes o episodios de paranoia desencadenados por algún ruido, palabra o acción, en los que confunde y entremezcla la realidad con los demonios de su mente. También es perseguido por la culpa de no haber sido capaz de proteger a su familia e impedir la muerte de su hijo. A Henry se le manifiesta un espectro enteramente pintado de negro con un llamativo maquillaje blanco alrededor de la boca, que recuerda al de un payaso con una sonrisa tan forzada como doliente. Este ser silba una infecciosa e inquietante canción cada vez que aparece. De todos, se trata de mi aparición preferida y detallaré lo que interpreto como su origen en otro apartado.

El hombre del sombrero negro.

La acción real y la parte que más disfruté comienza cuando mezclan la esclavitud y el terror en un solo tema. Se nos explica el origen del espectro que acosa a Lucky Emory. Era pastor en un poblado perdido en mitad de la arenisca del desierto y la escasez de agua. Formaba parte de un culto religioso y era considerado como una especie de profeta, porque sufría visiones en las que, supuestamente, hablaba con su Dios. Se trata de un hombre que perdió a su familia y, como consecuencia, enloqueció. Ve- lo que, al final, se nos da a entender que es una manifestación del diablo- a un niño con la forma de su hijo. Este personaje vive torturado, preguntándose, una y otra vez, por qué recibió el castigo de ver perecer a los suyos.

Un buen día, aparece un matrimonio de raza negra que estaba de paso por allí. Con tal mala suerte, que, se les avería el carro a las afueras de la aldea del sacerdote. El sujeto les acoge y promete reparar su carromato. Sin embargo, con el transcurso de los días se nos muestra la cara más despreciable, asquerosa y repugnante del racismo que asolaba aquellas tierras. Los que en un principio eran invitados, empiezan a ser tratados como esclavos. El hombre se ofrece a ayudar, ya que se siente culpable por aprovecharse de su generosidad y no ofrecer nada a cambio, y le usan como mula de carga. A la mujer la comparan con un animal y le hacen preguntas vejatorias y humillantes, cuestionando si su sangre es roja y limpia o si el fruto de su vientre es humano.

El clímax pega el pistoletazo de salida cuando la pareja se da cuenta de que los blancos no van a cumplir la promesa de repararles el carro. Comprenden que, lejos de querer ser buenos samaritanos, están intentando esclavizarlos. Buscan hacerse con un par de caballos y escapar, pero son descubiertos. El pastor, cediendo a las voces de su cabeza y cerrando un pacto para ser inmortal con la visión de aquel niño, que no es otro que el mismísimo diablo disfrazado, ejecuta al matrimonio. Primero les deja ciegos y después los quema vivos.

Antes de sucumbir a su destino y arder, la mujer maldice a todo el pueblo. Las llamas comienzas a manar del suelo, como si, de repente, nos hubiéramos teletransportado a las fauces del infierno, y a devastar todo a su paso. Es difícil expresar lo que disfruté cuando las llamaradas surgieron de la nada y calcinaron vivos a todos esos hombres y mujeres de fe, que no veían más allá de su color de piel.

El espectro de Henry.

El hombre burlón que acosa a Henry me recuerda a una mezcla entre Slenderman, tal vez por sus andares o la forma tan elástica y extravagante que tiene de moverse, y al Doctor Facilier (villano de Tiana y el sapo), supongo que por su apariencia. La entidad es como uno de esos payasos que, lejos de ser amigables, producen un terror tan sobrecogedor con sus expresiones que harían a los más pequeños orinarse encima. Ya he mencionado la estrafalaria pintura facial que porta, dando la impresión de llevar esculpida una sonrisa inamovible similar a la del Joker. Parece burlarse de sí mismo, de su cruento destino y del de todos los esclavos.

Le cuenta a Henry la historia de cómo perdió un par de dedos de una mano. Al parecer, en otra vida fue un esclavo y cometió la osadía de recoger unas cuantas frutas podridas del suelo para llevárselas a un enfermo y saciar su hambre. Cuando se enteró, el sádico amo, le cortó los dedos de la mano. El fantasma se ríe y balancea el muñón frente al rostro de Henry, mientras le recuerda que todos los blancos son iguales.

Henry al principio le rechaza. Luego empieza a escucharle y obedecerle. Se ríe a carcajadas de sus ocurrencias. La gente le mira con recelo y piensan que es un desquiciado, ya que nadie más puede ver al espectro. Henry parece estar conversando solo, riendo solo y bebiendo solo. La aparición le insta a matar a un policía y a mancharse las manos de sangre ejecutando a inocentes. Henry cede y dispara al representante de la ley, pero se sobrepone cuando se da cuenta de lo que ha hecho.

Henry Emory no es una mala persona, un mal ciudadano, un mal hombre ni un mal marido. Es alguien que ha sufrido tantas desventuras a la vez, que tiene una bomba de relojería en el pecho. Los disparos, las bombas, los gritos y la muerte resuenan en sus tímpanos. Y, aun así, Henry se esfuerza. Intenta ser mejor y hacer las cosas bien. Trata de encauzar su histeria y de comportarse como una persona funcional. La entidad maligna se aprovecha del dolor, de la conmoción y del oscuro pasado de Henry para intentar controlarle.

Múltiples tramas.

Como ya he mencionado, uno de los puntos más fuertes y atractivos de Them es la diversificación de una historia principal, como podría ser el racismo en un barrio blanco de la California de 1950, y la ramificación de cuatro subtramas para cada uno de los protagonistas que inciden en sus temores y en la entidad resultante que les acosa. Además, existe algún otro hilo narrativo muy secundario, que no tiene mucha relevancia, pero le da contexto a la serie.

Los vecinos de East Compton tienen sus propios tejemanejes y planes entre manos. Una vecina especialmente obsesionada y repugnada por los Emory, Betty, levanta el hacha de guerra y trata de convencer a todo el barrio de que la mudanza de la familia Emory es sólo el comienzo de una invasión de negros a su pulcra y perfecta comunidad. De hecho, el vecindario está tan limpio, ordenado, tranquilo e invadido por tonalidades pastel, que parece un escenario sacado de «Barbie» de Greta Gerwig. Betty lidera el motín contra los Emory. Irónicamente, son los propios blancos los que alteran y perturban la calma, el orden y la paz de su tan amado barrio, y no los negros que tanto temen. La familia Emory se muda a East Compton con toda la ilusión del mundo, con el objetivo de empezar de cero y de no volver a correr jamás.

Las fechorías y crueldades que los vecinos perpetran contra Henry, Lucky y sus hijas son numerosas. Primero, les dan una falsa bienvenida y les acosan sentándose en sillas plegables frente a la puerta de su nueva casa, como si de un espectáculo de aves del zoológico se tratase. Después, asesinan a su perro, les hacen pintadas en el césped y cuelgan un montón de muñecos de piel negra en el patio delantero. Intentan que pierdan los estribos por todos los medios y esto surte especial efecto en Lucky. Llaman a la policía en varias ocasiones. Con la mala suerte de que, el hombre a cargo, parece levemente razonable y argumenta que si los Emory no han hecho nada, él tampoco puede hacer nada.

Nuestros protagonistas lidian con los vecinos, a la par que se enfrentan a una infestación de entidades malévolas, al racismo de la época y a los susurros de sus propias conciencias. Henry batalla por demostrar en su nuevo empleo que es un ingeniero competente sin importar su color de piel. Aunque, se topa con un jefe xenófobo y sufre ataques de pánico frecuentes por culpa de la guerra. Lucky intenta superar la pérdida de su hijo y centrarse en el cuidado de sus dos pequeñas, a pesar de las alucinaciones y los trágicos recuerdos que la persiguen. Ruby Lee se desvive por ser hermosa, aceptada y soporta las burlas y el maltrato de sus profesores y compañeros de clase. Gracie se esfuerza por aprender y ser una niña buena, tal y como narra la Señorita Vera en su manual.

Mi escena preferida de Them es una en la que, Ruby Lee Emory, introduce las manos en un cubo de pintura blanca y la esparce por su rostro. Se tiñe entera de blanco. Es un momento muy simbólico. Creo que refleja a la perfección el mensaje que la serie trata de difundir con esta temporada. No es solo la discriminación o la lucha de los negros por ser aceptados, reconocidos e iguales, es la desesperación, el dolor y la incomprensión de una nueva generación que no vive bajo el régimen de la esclavitud y, aun así, siguen siendo tratados como tal. Es la inocencia de una adolescente que no debe superar los quince años y que solamente busca encajar, tener amigos, divertirse y ser feliz.

El final.

Them: Covenant tiene un final agridulce. Por un lado, nuestros protagonistas derrotan a los espíritus y conquistan sus temores. Por otro, dejan abierta a la interpretación personal la cuestión de qué ocurrirá después con la familia Emory. Pienso que la premisa de «y fueron felices para siempre» queda más que descartada. No sabemos si Henry tendrá que enfrentar las consecuencias de haber asesinado a ese policía o si se descubrirá que ha sido él. También desconocemos el porvenir de los Emory más allá del incendio que se desencadena a las afueras de su vivienda. Solo tenemos constancia de que la familia se abraza y permanece unida después del infierno al que han sobrevivido.

En el último episodio, los vecinos irrumpen en su casa y, básicamente, intentan matarlos. Henry salva a sus hijas y se libra de los intrusos. Sabemos que Lucky escapa del manicomio en el que la encerraron después de que Henry descubriera que su esposa guardaba el cadáver de Chester en una caja. Se nos muestra como, cada miembro del núcleo familiar, pelea individualmente con la aparición espectral que les acosa. Los Emory resultan vencedores y los fantasmas desaparecen. Alrededor de la vivienda se forma una especie de anillo de fuego que protege y aísla a nuestros protagonistas. Y, así, concluye la temporada.

En mi opinión, el modo en que acaban con las entidades, que les llevan atormentando desde el principio, incurre un poco en el cliché del típico capítulo de dibujos animados en el que los personajes deben enfrentar y superar sus temores para ganar. En Them, ocurre así. Me molesta y al mismo tiempo me parece que tiene sentido. Me incordia, porque podría haber tenido un cierre más impactante o más novedoso. Pero, creo que concuerda con lo que la serie trata de narrar, ya que, en parte, son varias historias de superación personal y de traumas enquistados. Por lo que, es lógico que termine así.

Aunque, las tramas de desterrar o eliminar el mal gracias al poder del amor y la amistad o de vencer tus miedos, están más que trilladas y machacadas, pienso que la familia Emory se merecía un final feliz. El tema de las entidades necesita un cierre coherente y te lo dan. Ya no te preguntarás si Lucky va a bajar las escaleras y se va a encontrar a Miss Vera fregando los platos. Sin embargo, sí que te quedarán cientos de dudas sobre el futuro de los personajes en cosas que la serie omite, da por hecho o deja al libre albedrío.

Para mí, lo más satisfactorio del final es presenciar como los negros triunfan sobre los blancos. Tras siglos de esclavitud y, en este caso, diez capítulos de insultos, humillaciones y racismo encubierto y sin encubrir, los Emory llegan a la conclusión de que esa es su casa, de que no van a huir y se defienden. Me resulta extremadamente gratificante ser testigo de como un grupo racial en minoría se impone y deja de ser débil. De algún modo, en Them, se hace justicia. Aunque no sea legal, oficial ni reconocida por el sistema, sino impartida por la propia mano como una especie de vendetta personal.