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Crítica de Them: The Scare.

Them: The Scare. Segunda temporada.

La segunda temporada de Them, titulada Them: The Scare, supera con creces a la primera. Donde Them: Covenant trataba temas sociales, raciales y psicológicos, Them: The Scare vuelve con los dilemas y trastornos mentales, el suspense y haciendo menos hincapié en el racismo. Para los adeptos al terror, la nueva temporada, cumple la premisa de la serie y asusta muchísimo más que su antecesora. También está producida por Little Marvin, quien ha demostrado que puede variar de personajes y de género y seguir componiendo historias ricas, emotivas y cautivadoras.

Them: The Scare está ambientada en la maravillosa década de los noventa en la ciudad de Los Ángeles. Como en la anterior, se refleja muy bien la realidad de la época; un período de cambios y transición, la xenofobia más reducida y controlada, pero aún vigente, el machismo y racismo hacia una detective mujer de raza negra, y la impunidad de los hombres y los blancos, en este caso en el cuerpo de policía.

Estaríamos ante una serie antológica, que se trata de un show que propone una historia o unos personajes distintos cada temporada (similar a lo que hace Black Mirror capítulo a capítulo o American Horror Story). Consta de ocho episodios, dos menos que Them: Covenant. Lo que provoca que el desarrollo de la trama no se alargue, ni se sienta lento, aburrido y forzado. Al contrario, la serie te cuenta lo que ha venido a decir y se marcha, dejando la puerta entreabierta a la posibilidad de una tercera entrega.

La actriz Deborah Ayorinde retorna como la detective Dawn Reeve. He de mencionar que es impresionante lo magnífica que es la actuación de esta mujer, a pesar de interpretar a personajes con personalidades opuestas. Dawn se embarcará en un viaje por desenmascarar a un asesino en serie, resolver un crimen y desvelar su propio pasado.

Un caso sin resolver.

La madre de acogida, Bernice Mott, aparece muerta en una posición muy extraña dentro de un armario de la cocina. La Detective Dawn Reeve es llamada a escena seguida de cerca por varios policías y por el Detective Ronald McKinney. Ronald es un hombre de métodos e ideas poco éticas. La clase de agente de la ley que te pone las esposas antes de escuchar tu declaración, que te golpea, a pesar de que le digas que no sabes la verdad, y que te señala, te acusa y asume que eres culpable antes de que puedas demostrar lo contrario, sobre todo si eres extranjero.

Dawn entra en la casa de Bernice, grabadora en mano, mirándolo todo con recelo y dejando constancia del estado de la vivienda. La casa se encuentra en unas condiciones deplorables; moho y humedad en las paredes, trastos apilados en mitad de una habitación, mobiliario y enseres destrozados y lo que varios identificarían como signos de lucha o de una persecución violenta. Los niños que estaban allí en el momento de los hechos han sido llevados a la comisaría para un interrogatorio.

El cadáver de la Señora Mott está deshidratado y enredado como si fuera el lazo de un regalo. Tiene la mandíbula desencajada, extremidades rotas y la columna vertebral enroscada simulando la espiral de la concha de un caracol. La hipótesis inicial es un asesinato. Pero, se trata de un caso tan extraño y complejo que ni la policía sabe por dónde empezar.

Dawn Reeve.

Dawn es detective de homicidios. Entró a la profesión inspirada por su padre, que también era policía. Muchos de los hombres que trabajan bajo sus órdenes o en consonancia con ella, albergan envidia, celos y dudas sobre cómo una mujer negra ha conseguido el cargo. Sin embargo, a Dawn no le importa, porque no se deja intimidar ni por el género masculino, ni por sus subordinados o superiores, ni por el más visceral de los asesinos. La detective es implacable y muy eficiente en sus funciones.

Dawn Reeve en Them The Scare
Dawn Reeve.

Tiene la maldición de ser adicta al trabajo. Es aquella investigadora que se lleva los expedientes a casa, los cuelga en la pared y traza hilos de conexión entre los posibles móviles o sospechosos. El cerebro de Dawn no deja de funcionar ni cuando se mete en la cama con un librito y se prepara para desconectar. Se implica demasiado en el caso de Bernice Mott. Incluso llegando a introducirse en el armario bajo el fregadero para comprobar si Bernice pudo esconderse allí.

Está divorciada y tiene un hijo, Kel Reeve, al que le encanta tocar la batería en el garaje y en la banda del instituto. Ambos viven con la madre de Dawn, Athena, y parecen una familia relativamente normal. Aunque, Dawn es una madre ausente y pasa mucho tiempo en el trabajo. Ella se excusa diciendo que es su labor y que no puede evitarlo, pero, en realidad, está absorbida por su empleo. Elude enfrentarse a la muerte de su padre, a su matrimonio fracasado y al hecho de que su hijo la resienta por llegar tarde todos los días a cenar.

Edmund Gaines.

Edmund es un chico corriente. Sus padres biológicos están fuera del mapa y su familia adoptiva es de clase pudiente. Le marginan y le repudian, porque en su juventud, Edmund, tuvo problemas psicológicos y no sabían cómo ayudarle. Además, en el momento en que tuvieron a una hija biológica, empezaron a temer que él pudiera causarle algún daño. Así que, lo solucionan desenfundando un fajo de billetes y pidiéndole que se aleje de ellos.

Edmund Gaines en Them: The scare.
Edmund Gaines.

Trabaja en una cafetería que, a su vez, es una sala recreativa plagada de máquinas. El escenario recuerda muchísimo al de los juegos y película de Five Nights at Freddy’s con animatrónicos y disfraces parecidos. Edmund tiene una especie de obsesión o fijación extraña con esos trajes y máscaras. En varios puntos de la serie, le vemos poniéndoselas y asustando a la gente. Su vocación real es ser actor. Se presenta para diversos papeles; integrante de una banda callejera, asesino y muchos otros que se nos dan a entender y no se nos muestran.

Cuando Edmund ensaya en solitario y recita los diálogos, borda el papel y la naturaleza del personaje. Sin embargo, frente al jurado de la audición, se le olvidan las palabras que ha memorizado, se le traba la lengua y empieza a sudar. En conclusión, es un aspirante a actor que jamás ha conseguido un papel y que tampoco parece que vaya a hacerlo.

En una de las audiciones conoce a la secretaria, que es muy amable con él y promete avisarle de futuros castings. Edmund queda fascinado por la belleza y la gentileza de esa mujer. Aquí, podemos ver que no muchas personas le han mostrado compasión o simpatía a Edmund a lo largo de su vida. Cuando le habla la secretaria, casi parece preguntarse a sí mismo; «¿Es a mí?«. Lo que se traduce en algo peligroso, ya que, como hemos mencionado, Edmund tiene problemas psicológicos. Al darle un poco de atención, se obsesiona con esta mujer. Quiere invitarla a salir e impresionarla y queda profundamente decepcionado cuando ve que ella mantiene una relación amorosa con el Cámara. No hay nada más masoquista y riesgoso que enfadar o perturbar a una persona inestable.

Al realizar la audición para asesino, su actuación resulta tan convincente que aterroriza a los jueces y a todo el personal. Edmund se ha construido un disfraz que consiste en una media cubriéndole el rostro, como los ladrones de poca monta en películas de comedia. Pero, en este caso, te eriza la piel. Cuando le niegan el papel, se enfada y se pone agresivo. Le suelta a la secretaria; «Dijiste que era bueno«.

En su afán por conseguir ese personaje, Edmund, se ha sentado durante horas mirando la misma película compulsivamente y balbuceando los diálogos. Hay dos escenas más que perturbadoras, en una de ellas Edmund se anuda una bolsa de plástico a la cabeza y empieza a asfixiarse y en la otra, cuchillo en mano, sus músculos se flexionan automáticamente y se autolesiona el muslo casi sin darse cuenta. En este fragmento del episodio, él entra en una especie de trance y creo que es la primera vez que vemos como su locura, aparentemente inofensiva, se torna en algo peligroso.

No juegues con fuego.

En los ocho capítulos que componen Them: The Scare vemos el descenso a los infiernos de Edmund Gaines. Su introducción y desarrollo se podría dividir en tres o cuatro etapas.

Al principio, nos lo presentan como a una buena persona, alguien frágil y sensible. Cuando le ves no piensas que es un asesino en serie, sino un chico tímido que solo está intentando cumplir su sueño de ser actor. Así, logran que empaticemos con Edmund e, incluso, que sintamos lástima por él.

Luego, comienza a mostrar comportamientos erráticos, a perder los estribos y a sufrir alucinaciones. El monstruo que lleva dentro y que todos los adultos de su vida han alimentado desde que era pequeño, empieza a asomar la cabeza. Aquí, quieren que veamos la posibilidad de que Edmund sea el asesino que ha ejecutado a esas personas y que nos sintamos en conflicto con ello. Por una parte, nos han enseñado que es amable, genuino y respetuoso y, por otra, que posee un lado oscuro tan aterrador y desconcertante como las fauces de un lobo hambriento.

Después, Edmund es consciente de que se le está yendo la cabeza y trata de luchar contra ello. Hay momentos en que puede controlarlo, pero empieza a escapársele de las manos. En uno de ellos, asusta tanto a la secretaria que, esta, decide que no quiere volver a verle en su vida. Cuando llegamos a este punto de la temporada, pude ver vívidamente cómo Edmund tomaba la decisión de que, si el mundo se había rendido con él, ya no quería pelear más. Edmund se postra ante su enfermedad y sus demonios internos.

Finalmente, sucumbe por completo a su obsesión con los muñecos, máscaras y disfraces. Se construye una guarida y se hace varios trajes a medida. A modo sardónico y retorcido, puede parecer que es su forma de entender el arte. Toma el camino de no retorno y secuestra al Cámara que estaba saliendo con la secretaria y que se burló de él en su primera audición. Entra en batalla interna por las súplicas del hombre y se plantea soltarle. Pero, al final, le conduce a una zona desierta y le asesina a palazos. Huye de la escena del crimen, horrorizado y asqueado.

Edmund Gaines en Them: The scare.
Edmund haciéndose el traje inspirado en Raggedy Andy.

Nos muestran que ha cedido ante la idea que llevaba tiempo atenazándole la mente y que no se siente mejor consigo mismo. Al contrario, está disgustado. Edmund, viendo que su existencia es un chiste y que ni la policía le toma en serio, comete el acto que no tiene vuelta de hoja y se quita la vida.

La revelación de la verdad.

Tras hacernos bordear durante varios episodios la teoría de que Edmund es un asesino en serie, la verdad sale a flote. Descubrimos que, desde el principio de la temporada, Them: The Scare ha tenido dos líneas temporales paralelas.

La del pasado es la historia de Edmund Gaines y los catastróficos eventos que le condujeron al suicidio. Es el desfile por la tabla pirata hasta arrojarse al mar y la corrupción definitiva del personaje. La línea del presente es la de Dawn Reeve resolviendo unos crímenes sádicos y buscando a un asesino en serie que parece no existir. Ambas líneas se solapan y parece que están transcurriendo a la vez. Está ejecutado de una forma tan genial que, hasta que no vemos a Edmund y a Dawn en la misma escena, no nos damos cuenta de que son planos distintos. Dawn tiene otro corte de pelo y todavía está casada. Si lo piensas bien, es aún más impactante, ya que Edmund no aparece en ningún momento en el futuro, porque está muerto. Lo has tenido delante de las narices durante media temporada y no te lo has visto venir.

La verdad se nos revela cuando Athena, que está siendo acosada por un espectro, se rompe y le confiesa a Dawn que es adoptada. La vida de Dawn Reeve comienza a tambalearse y a derrumbarse. Se enfrenta a su madre adoptiva y le recrimina no haberle contado la verdad antes. Empieza a recordar partes de su vida que había bloqueado y olvidado. En especial, la existencia y compañía de un amigo invisible que, como muchas de las amistades ficticias e imaginarias de los niños, se disolvió en algún punto de la infancia.

En el pasado, desde el punto de vista de Edmund, observamos como averigua más sobre su familia biológica y consigue la dirección de su hermana. Asustado, tembloroso y con las manos sudorosas, llama a la puerta de esa casa de dos plantas. Le recibe un hombre simpático y Edmund se presenta como un nuevo vecino de la zona. Le invita a pasar y, mientras Ed va curioseando las fotografías familiares y absorbiendo el interior de la vivienda, aparece Dawn.

A Dawn, Edmund, le resulta instantáneamente sospechoso. Le hace preguntas sobre su identidad, su vida y trabajo. Le trata de un modo tan hostil que, él, se acobarda y opta por no contarle que son hermanos. Dawn le pide que le muestre una identificación y le cachea, aprovechándose de su privilegio de policía. Después, le pide que se marche y que no vuelva más por allí. Edmund obedece. Se va tan dolido y desesperanzado, que, es fácil deducir que aquella era la última bala del tambor. Tras el infructuoso encuentro con su hermana, Edmund decide que no merece la pena seguir viviendo.

Nosotros, como espectadores, presenciamos esa realidad desde los recuerdos de Edmund y desde los descubrimientos de Dawn. Resulta que, Dawn y Edmund, son hermanos gemelos y que Edmund era la presencia que Dawn recordaba como un amigo invisible.

Athena, con la voz rota, narra como los adoptaron a ambos de la casa de acogida de Bernice Mott. Dawn era una niña adorable, mientras que Edmund mostraba una serie de comportamientos extraños. Sin embargo, eran como uña y carne; inseparables. Athena toma la dura decisión de devolver a Edmund a la casa de acogida cuando se le encuentra jugando con las pastillas de su marido y a este muerto en el suelo. Se excusa diciendo que no podía cuidar de dos niños, uno de ellos enfermo, y lidiar con la muerte de su marido.

Raggedy Ann y Andy.

La historia de Raggedy Ann es un tanto rara. Se dice que el creador de la muñeca tenía una hija que falleció y creó a la simpática muñeca de trapo en homenaje a la pequeña. Hay quienes piensan que el espíritu de la niña pasó a vivir dentro de la muñeca. De hecho, existen anécdotas perturbadoras relacionadas con este juguete. La más popular es la de Annabelle, muñeca que descansa en una vitrina en el Museo de lo Oculto de los Warren y que ha acaparado la gran pantalla en varias entregas de Expediente Warren. Raggedy Andy es el hermano de Ann.

En Them: The Scare, son un elemento perfecto. Raggedy Ann y Andy son una clara simbología de Dawn y Edmund. Vemos que también existe un factor sobrenatural o paranormal, ya que Athena cuenta que los hermanos tenían en su posesión uno de esos muñecos, respectivamente, y que intentó deshacerse de ellos por la connotación racista que suponían y porque le asustaban. De algún modo, los muñecos siempre volvían a aparecer. Dawn no conserva a su Raggedy Ann. De nuevo, un paralelismo de que ella ha seguido con su vida y se ha olvidado de que solía tener otra mitad. Sin embargo, Edmund aún guarda a su Raggedy Andy y recuerda perfectamente el origen y el valor del muñeco.

El asesino de esta temporada está basado en la apariencia de estos muñecos de trapo, pero con un toque más grotesco. Al igual que Raggedy Andy, tiene el cabello rojo y dividido en rastas. Presenta un físico musculoso e imponente, una sonrisa perenne que brilla en la oscuridad y un aura de maldad digna de la mismísima Annabelle. Vemos fragmentos y proyecciones suyas a lo largo de toda la temporada, pero hasta el final no nos muestran su rostro con nitidez.

El asesino fantasma en Them: The scare.
El asesino del cabello rojo.
El lado sobrenatural.

Edmund, al quitarse la vida, hace un pacto con la entidad que vive dentro de Raggedy Andy para vengarse de todas las personas que le hirieron y hacer justicia. A título personal, interpreto que es un espectro similar al de la temporada anterior, más que un fantasma particular que se ocultase casualmente dentro del muñeco. Si bien Raggedy Ann cuenta con varias historias de posesión a sus espaldas, no todos los muñecos que se fabricaron tendrían un espíritu alojado en su interior.

Por lo tanto, el asesino es Edmund, pero al mismo tiempo no. Esto puede ser un tanto peliagudo y controversial. Si me preguntan a mí, el asesino no es Edmund, sino la entidad que se ha apoderado de su apariencia y póstumo espíritu. Habrá quienes interpreten que Edmund es el asesino legítimo porque, ya en vida, padecía problemas mentales no resueltos, comportamientos y tendencias psicopáticas y porque se cobró a su primera y única víctima. El argumento de que tiene las manos manchadas de sangre y de que necesita ayuda es innegable.

Pero, si vamos más allá del prisma de lo que está mal y lo que está bien, conocemos a un niño al que abandonaron y demonizaron por algo de lo que no era culpable, a un adolescente al que excluyeron y rechazaron por los mismos motivos y a un hombre que busca sentirse valorado e intenta desesperadamente ser una buena persona. Aquí hay un debate muy interesante y extenso.

Los adultos responsables que debieron asistirle, cuidarle, quererle y llevarle a un psicólogo prefirieron temerle y tratarlo como a un despojo. Los testigos de su inestabilidad, locura y brotes enfermizos se alejaron, en lugar de buscarle la ayuda que estaba pidiendo a gritos. Para mí, el mundo falló a Edmund Gaines. Pienso que, a pesar de todo lo que sufrió y cometió, no era una mala persona. Tal y como he especificado, esto depende de la visión personal o del modo en que se analice.

Si señalamos a Edmund como culpable, su madre biológica fue la primera en fallarle. Athena es culpable de haberle abandonado, la madre de acogida de maltratarle y los padres adoptivos de tratarle como si no perteneciese a su familia. Para cuando Dawn llega y descubre la verdad, ya es demasiado tarde. Su hermano gemelo ya no está en el plano de los vivos. El espectro que queda la perseguirá a ella y a su hijo, matará a Athena y la conducirá en un viaje a través de los recuerdos en la casa de acogida de Bernice Mott.

La naturaleza del asesino.

En una reñida batalla, plagada de miedo, sentimientos y reproches, Dawn recordará a su hermano. El pequeño Edmund protegía a Dawn cuando Bernice los maltrataba, se aseguraba de que pudiera respirar cuando esa retorcida mujer les encerraba en una caja de madera y le daba a su Raggedy Ann para que no se sintiese tan sola. Cuando Dawn recuerda a Edmund, siente que ha recuperado una parte de su vida y de su identidad. El problema es que la persona que la está persiguiendo e intentando asesinar a su hijo ya no es su hermano.

Hay un segundo espectro que le pisa los talones a Dawn. No sabemos si es parte de su imaginación o una artimaña del asesino para que se deje atrapar y se una a él. Lo más probable es que sea la última opción. La aparición cobra la forma de Dawn, con una sonrisa diabólica de oreja a oreja y el cuerpo bañado en sombras. Es la misma historia que Raggedy Ann y Andy, pero con Edmund y Dawn. Si ella acepta el pacto, su hijo morirá y se pasará la eternidad con Raggedy Edmund asesinando a inocentes y no tan inocentes.

Dawn alude a la conciencia de Edmund, optando por creer que aún se encuentra en algún lugar en mitad de aquellos charcos de sangre y cabellos enmarañados. Edmund, al notar la presencia de su hermana y su perdón, comienza a pelear contra la entidad que ha adquirido su apariencia. Finalmente, gana el control y el espectro pierde fuerza hasta que desaparece por completo. El rostro del asesino de cabello rojo se petrifica y sus extremidades se tuercen y quiebran en dolorosos ángulos.

Con cálidas lágrimas despeñándose de sus ojos, Dawn sostiene el rostro de Edmund entre sus manos. Él jadea asustado y mira en todas direcciones. Parece estar preguntándose; «¿Qué he hecho?», una y otra vez. Enfoca con la vista a su hermana y le dice que la quiere. Después, muere y y Edmund Gaines puede descansar en paz.

El plot twist.

Al final reaparece un personaje de la primera temporada. Dos, en realidad. Cuando Dawn se encuentra en la seguridad de su casa, ojeando fotografías antiguas de su familia real y comprobando que es idéntica a su abuela, escucha a alguien silbando una canción que nos resultará familiar.

La puerta se entreabre y se deja ver una sombra con sombrero y traje. El fantasma que acosó e hizo perder la cordura a Henry Emory en la temporada anterior. Comienza a sonreír de forma excéntrica, a realizar un número de claqué extraño y a cantarle a Dawn «What’cha gonna do (¿Qué vas a hacer?). A ella se le congela la expresión y entran en escena los créditos.

El otro personaje que protagoniza una reaparición es Ruby Lee Emory. Se nos revela, mediante un flashback en que una Ruby adulta lleva dos bultos envueltos en mantas en brazos, que es la madre biológica de Dawn y Edmund. Los abandona al cuidado de Bernice Mott, porque dice no estar preparada para la maternidad después de todo lo que ha sufrido. Dawn desconoce el calvario que su madre biológica ha atravesado, pero nosotros no.

De este modo, conecta la historia de las dos temporadas y no se cierran las posibilidades de que pueda existir una tercera temporada. Tal vez en una próxima entrega expliquen por qué regresa el espíritu que torturó a Henry o por qué Dawn es un calco de Lucky Emory. Puede que la genética sea muy fuerte o que a Little Marvin le guste reutilizar actores. Quizás las habilidades artísticas de Deborah Ayorinde le impresionaron tanto como a mí.

Amor vs miedo.

Quiero zanjar esta crítica con una comparación entre los finales de la primera y segunda temporada. Si bien comparten algunos aspectos, la esencia difiere y las lecciones que dejan son distintas.

El desenlace de la primera temporada habla de combatir y superar los miedos. Cada uno de los espectros representa un temor o trauma de los integrantes del núcleo familiar. Los vencen enfrentándose a lo que temen y demostrando que ya no están asustados. Podría decirse que se da un caso de «y fueron felices».

La conclusión de la segunda temporada es más de mi agrado. Esta recae en el amor y en la elección de la virtud que es perdonar. No es como esas películas en las que el conflicto tiene una solución mágica y se resuelve por el poder de la amistad. Al contrario, vemos el desgaste en Dawn al dar caza a un asesino en serie que no existe, la traición al descubrir que su vida es una mentira y su pasado una incógnita, la desesperación cuando su hijo es raptado por el hombre del cabello rojo, la tristeza y el perdón al recordar a su hermano.

Honestamente, pienso que Dawn se lamenta mucho de no haber llegado a tiempo para socorrer a su hermano y que le perdona de corazón por todas las cosas que ha hecho. Me ponen muy triste esta clase de finales, en los que, personajes que no han disfrutado de un gramo de felicidad en sus vidas, mueren sin saber lo que es ser felices. Me alivia pensar que Dawn perdonó a Edmund y liberó su alma del limbo al que la condenaría esa entidad perversa.

Autor

  • Avatar de Marina - Wanheda de Los 100

    Mi abuelo me compartió el amor por la escritura. Sus manos ancianas me enseñaron que para escribir hacen falta dos cosas; corazón y verdad. Ya lo dijo Stephen King: "escribe sobre lo que sabes que es cierto". Así, aprendí que la inspiración es el mayor regalo y maldición de un escritor. Hay dos cosas que vería y leería en bucle para el resto de mi vida y son; Harry Potter y Los 100.

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