Cabrini; una mujer italiana. El análisis.

Un imperio bajo la palabra de Dios.

ATENCIÓN: CONTIENE SPOILERS MAYORES SOBRE EL DESARROLLO DE LA PELÍCULA Y SU FINAL.

Una mujer italiana (Cabrini), dirigida por Alejandro Gómez Monteverde y escrita por Rod Barr, es una producción de dos horas y veinte minutos que construye una ventana en el tiempo a finales del siglo XIX. Nos traslada al contexto social e histórico de la inmigración masiva de italianos que huían de la guerra a la tierra prometida americana en búsqueda de una vida mejor.

América era un continente espléndido, en vías de desarrollo a la industrialización y el progreso. Estados Unidos era el país de las oportunidades. El principal responsable de que muchos pobres y extranjeros confiasen en que pasear por sus aceras y sus calles asfaltadas e iluminadas les convertiría en ciudadanos de provecho y en parte de aquella ansiada clase media. Sin embargo, esta falsa promesa no se extendía a la cantidad de inmigrantes que venían hacinados en barcos y se daban cuenta de que no serían recibidos por un puesto de trabajo digno y bien remunerado, un techo sobre sus cabezas y un hogar cálido.

El largometraje comienza con la dura imagen de un niño que, desesperado, arrastra una carreta con su madre moribunda dentro. El pequeño suplica por ayuda a los extraños de las calles neoyorquinas, que obvian por completo sus peticiones atropelladas y continúan con su rutina nocturna. Pide asistencia en hospitales, donde, ante el desgarrador grito de que su madre se está muriendo, una enfermera le dedica una pérfida mirada de soslayo y le responde que no pueden ayudarle y que los hospitales no son para italianos. Básicamente, le da una palmada en el hombro y le dice que su madre se va a morir y no van a hacer nada para impedirlo. Y, así es. La madre perece. Para desgracia del niño y conmoción del espectador, es arrebatada de los brazos de su hijo por un par de policías y enterrada en una fosa común.

Desde el primer fragmento de no más de diez minutos queda perfectamente claro que la película va a ser difícil de tragar, que no de masticar, y que va a tratar temas como la pobreza, el racismo, la inmigración, la diferencia social entre clases, el machismo en general y el machismo dentro de la iglesia. A mí modo de ver es un filme con mucha fuerza. Lo cual se refleja cuando conocemos a la Madre Cabrini.

Francesca Cabrini en una superviviente nata, una monja testaruda, generosa y persistente con un propósito en mente tan poderoso como su fe. Es una mujer frágil, enferma y debilitada por una experiencia cercana a la muerte que sufrió en su juventud. Estuvo a punto de ahogarse en un río y ser rescatada por alguien, cuya identidad no se nos desvela. Las consecuencias de ese incidente son que, de mayor, sufre episodios periódicos de tos, tiene los pulmones delicados y le cuesta respirar. Le ofrecen un pronóstico de cinco años de vida, que el doctor Murphy describe de benevolente y amigable. Vaticina que, basado en su experiencia médica y de voluntariado, le restan a lo sumo dos años si guarda reposo absoluto.

Pero, Cabrini, es el tipo de mujer que no conoce el descanso. No cesa de trabajar y de ayudar aun sabiendo que, por su propio bienestar y salud, debería frenar. No se resigna, no claudica, no acepta el destino truncado y fija la mira en un horizonte delineado, definido y posible a sus ojos. La madre cuenta con un orfanato en Lombardía, donde cuidan, visten, lavan, alimentan y educan a niños desamparados. Su deseo es fundar una misión que empiece por Oriente y se propague, ya que, tal y cómo le expresa al mismísimo Papa; el mundo es demasiado pequeño para sus planes.

Cuando la película nos ha puesto en situación y nos ha proporcionado el contexto básico para entender a los personajes y sus motivaciones, Cabrini debe partir a Roma. Se nos explica que ha realizado la misma petición catorce veces y en todas las ocasiones se la han denegado. Sin embargo, esta vez, Francesca no se conforma y exige conversar con su Santidad personalmente. El anciano Papa se muestra reacio al principio y le ofrece la misma respuesta que le había dado la Iglesia en los trece previos intentos. Cabrini, persistente e implacable, logra convencerle. El hombre acepta con la condición de que su misión no inicie en Oriente, sino en Estados Unidos. Nueva York para ser precisos, ayudando a sus compatriotas inmigrantes que partieron de su Italia natal en busca de un futuro mejor.

En una escena, que me parece de las más emotivas, el religioso saca un pequeño cofre repleto de cartas y lee un fragmento que dice así; «vinimos a este país pensando que sus calles estaban pavimentadas en oro, pero están cimentadas por muerte«. Más adelante, el periodista de The New York Times, Calloway, diría en su artículo «Hasta las ratas viven mejor que la gente de Five Points» que Nueva York está construida sobre los huesos de los inmigrantes. Cabrini se convence y parte junto con su grupo de monjas en una travesía por el Atlántico hacia el país de las barras y las estrellas.

A su llegada a Nueva York son abandonadas por el Padre Morelli, dueño del hospital y el orfanato, quien debía ir a recogerlas y escoltarlas. Las monjas deben llegar por sus propios medios a Five Points. A pesar de que les aconsejan que se den media vuelta y retornen de día, porque es una parte peligrosa de la ciudad y no es lugar para monjas. Son ayudadas por una prostituta, Vittoria, que las esconde y proporciona cobijo para la noche.

Al día siguiente, Morelli se muestra sorprendido de que las religiosas no hayan desistido y retornado al puerto. Las conduce al orfanato; un edificio inmundo, invadido por las ratas y la suciedad, que se cae a pedazos. Cabrini entra en un estado de profunda indignación y pide ver a los niños. La terrible realidad es que los huérfanos de origen italiano de Five Points viven a la intemperie y en las cloacas. Aquí conocemos al niño del principio, Paolo, y descubrimos que su padre se suicidó. Cabrini emprende su obra de adecentar el orfanato y de acoger a los huérfanos. Sin embargo, su lucha no ha terminado ni de lejos. Llegados a este punto de la trama no llevamos ni una hora de película.

El primer frente de Cabrini en tierra estadounidense es con el arzobispo Michael Corrigan. Este es un personaje que me causa un poco de conflicto y controversia. Por un lado, se le ve dispuesto a apoyar y comulgar con las ideas de Francesa. Por otro, no quiere perder el favor del alcalde ni poner en riesgo a su iglesia o a sus feligreses. El propio Corrigan es de origen irlandés, al igual que el Doctor Murphy. Cabrini debe convencerle de que cerrar el orfanato sería una atrocidad. Le plantea una cuestión recurrente a lo largo de la película; que, si por el hecho de ser una mujer, piensa que no podrá lograrlo.

Como ya he mencionado en los temas que trata esta producción basada en hechos reales, Cabrini se enfrentará a una sociedad eclesiástica compuesta exclusivamente por hombres, al alcalde, a las autoridades, al rechazo de los estadounidenses y hasta a senadores. Contará con la mano amiga del Doctor Murphy, que la asistirá en su propia salud y en algunos momentos críticos de la película, del periodista Calloway, que visitará la cruda realidad de Five Points y la plasmará en un artículo, del arzobispo Corrigan, que participará económicamente para que puedan comprar una propiedad bastante amplia y transformarla en la nueva ubicación del orfanato, y hasta de un cantante de ópera, que ahogado en el éxito, el dinero y los lujos se ha olvidado de dónde proviene.

Tras conseguir establecer el orfanato, el pequeño Paolo y su hermano mayor, Enzo, se proponen ayudar a Cabrini de algún modo y empiezan a trabajar cargando carbón en hornos. Hay una explosión y muchos trabajadores resultan heridos. Enzo y muchos inmigrantes italianos mueren como consecuencia de las heridas ante la desesperación de Murphy. Este hecho propulsa la segunda parte de la trama. Cabrini, respaldada por el Doctor Murphy, se plantea construir y fundar un hospital para italianos en Estados Unidos. Si consolidar un orfanato había sido una ardua tarea, construir un hospital de cero parecía una misión imposible.

El verdadero villano de la historia es el alcalde. Intentará por todos los medios detener la obra de Cabrini aprovechándose de su posición y jugando sucio. Su motivación es expulsar a los italianos, a los que considera una plaga, de los barrios influyentes, pudientes y prósperos, dónde solamente merecen vivir los americanos de verdad. Cuando Cabrini organiza un festival italiano para recaudar fondos para la compra del terreno del hospital, el alcalde ordena que lo interrumpan, que detengan a Cabrini y requisen las ganancias. Francesca Cabrini se verá obligada a retornar a Roma para tratar de persuadir al Papa y a los senadores para que le proporcionen capital para poder seguir con el proyecto del hospital.

Aquí se manifiesta el aspecto que más me molesta y rechina de la película. Cuando las cosas se tuercen para Cabrini, se parapeta, se pone en pie y vuelve a intentarlo. Me agrada que sea una mujer desafiando a un mundo de hombres y demostrándoles que es válida, suficiente y más que capaz. Pero, la manera en que se ejecuta es repetitiva, cliché y se antoja un poco pastosa e inverosímil.

Cabrini se sienta y da un discurso inspirador. Lo cual, si fuera en una o dos ocasiones, estaría bien. Sin embargo, lo vemos al principio con el Papa, con el arzobispo Corrigan, con miembros de la autoridad, con integrantes de la Iglesia, con el cantante de ópera y con el senador. Al final te genera cierta indiferencia, porque eres consciente de que, por más imprevistos que le surjan, dirá cuatro palabras sobre la fe, la represión y la caridad y convencerá hasta al más reticente.

Lo que me genera más rechazo es el final. El alcalde envía a sus secuaces a que prendan fuego al hospital de Cabrini. Se pueden imaginar el catastrófico resultado que supone para nuestra protagonista después de haber partido a Roma y endeudado todas sus propiedades a cambio de dinero para la construcción del hospital. Cabrini, acompañada por Calloway, se dirige al ayuntamiento para hablar personalmente con el alcalde. Este hombre que durante toda la película se nos ha presentado como un racista, machista, xenófobo y casi misántropo recibe a regañadientes a Cabrini. Después de uno de esos «discursos inspiradores», esboza una sonrisa cómplice y le dice a Cabrini que Corrigan no se la había descrito bien. Brindan, llegan a un acuerdo y parece que, de repente, todo está resuelto. Llegados a ese punto, me pregunté; ¿ya está?

Cabrini continuaría desafiando a todos, inclusive a la muerte, y viviría hasta los sesenta y seis años. Su imperio se expandiría por América, Oriente y Occidente, dando paso a una de las obras caritativas más grandes de la historia. Cuando menos, Cabrini, es un personaje impactante, decidido, valeroso y sumamente fuerte. A pesar de dejarme con la sensación de que, en este caso, la inspiración superó a la realidad (y no la ficción).

Autor

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Información básica sobre protección de datos Ver más

  • Responsable: Jaime Sánchez García.
  • Finalidad:  Moderar los comentarios.
  • Legitimación:  Por consentimiento del interesado.
  • Destinatarios y encargados de tratamiento:  No se ceden o comunican datos a terceros para prestar este servicio. El Titular ha contratado los servicios de alojamiento web a Piensa Solutions que actúa como encargado de tratamiento.
  • Derechos: Acceder, rectificar y suprimir los datos.
  • Información Adicional: Puede consultar la información detallada en la Política de Privacidad.