Crítica de The Devil in Me

H. H. Holmes y la mansión de los horrores.

Un hotel en una isla abandonada, cuya única forma de entrar y salir es vía ferry o barco, repleto de trampas ocultas, pasadizos secretos y destinos fatales. Un corredor de la muerte estrictamente planificado, diseñado y desarrollado por un maníaco sediento de sangre, víctimas y carnicería. Un maestro del engaño y del disfraz, con la firme apariencia de alguien respetable, de una parte sana, pudiente y lujosa de la sociedad, que es, en realidad, un psicópata en plena racha de asesinatos. Puede parecer ficción y, en The Devil in Me, lo es.

Sin embargo, en 1889, esa ficción se entremezcló con la realidad. H. H. Holmes inició el proceso de construcción del World’s Fair Hotel. Una monstruosidad de paredes, techos altos, pasillos y habitaciones que conectaban con otras estancias sin el conocimiento de los huéspedes, que sería la tumba de un número indefinido de personas. Algunos en internet estipulan que fueron trescientas, pero él solo reconoció acabar con la vida de veintisiete.

Holmes tenía dos aficiones; matar y estafar. A menudo, cometía los dos crímenes al mismo tiempo. Sus víctimas preferidas eran viudas y mujeres a las que seducía para asesinarlas y quedarse con sus fortunas. Poseía un curioso magnetismo, un aura encantadora, acogedora y aduladora que atraía a las mujeres en su presencia, como a un insecto a las fauces de una planta carnívora. No fue el primer asesino en serie de la América estadounidense por sus innombrables felonías y matanzas. Si no, porque disfrutaba de la caza, del arte de máscaras y teatro, de la anticipación y el preámbulo responsable de que sus víctimas caminasen por voluntad propia hacia la muerte, ajenas al trágico destino que las aguardaba.

En el prólogo de The Devil in Me nos muestran un fragmento del juicio de Holmes previo a su ejecución en el que dice, literalmente; “Nací con el diablo en mi interior. Señoría, asegúrese de que me entierren bien profundo y de que cubran mi ataúd con más cemento, porque morir no es suficiente para que deje de matar”. Parece que Holmes no mentía. Puesto que, en los capítulos venideros, se podría jurar que su espíritu ha retornado a la vida o que tiene un admirador e imitador tan fidedigno que nos hace dudar de que no sea el propio Henry Howard Holmes.

The Devil in Me, parte de la saga “The Dark Pictures Anthology”, es una de las creaciones más recientes del estudio Supermassive Games del género de terror y decisiones. Como amante del miedo y de todo aquello que se atreva a intentar asustarme, es un juego que he completado en dos ocasiones; una acompañada y otra en solitario. He de decir que, el modo Noche de Pelis e historia conjunta, es muy ameno y se disfruta mucho al jugarlo con otra persona. Sobre todo, al ir turnándose el mando y cambiando de personaje. Jugarlo solo también es una buena opción. Aunque, puede llegar a resultar un poco tedioso y repetitivo, ya que los escenarios son muy parecidos y la historia avanza con lentitud.

He devorado compulsivamente los títulos anteriores de esta saga. Man of Medan me pareció algo flojo. La historia era bastante buena, pero el juego no contaba con la misma emoción que entregas posteriores. Little Hope es, de lejos, el mejor, tanto por el comienzo, la historia, los personajes y el giro inesperado que tiene el final. House of Ashes me resultó una experiencia diferente, innovadora y atrapante (el hecho de que Ashley Tisdale interprete a uno de los protagonistas ayudó bastante). Algunos me gustaron más y otros menos, pero los disfruté todos enormemente. The Devil in Me es, en mi opinión, el que mejor historia tiene y el que peor hecho está.

Como buen ratón de biblioteca y fiel oyente de podcast sobre asesinos seriales, quisiera poder enumerar muchas cosas positivas sobre The Devil in Me. Lastimosamente, el juego me decepcionó bastante. No tengo nada que objetar sobre la historia o los personajes. Posee un inicio, una conexión y un hilo conductor que hace imposible que te pierdas en el desarrollo de la trama. Sin embargo, las mecánicas del juego son perezosas, malas y palidecen en comparación con sus antecesores. Mi primera sensación al jugarlo fue que se habían precipitado al lanzarlo al mercado, que lo habían hecho con demasiada prisa y descuidando detalles que, en sus compañeros de saga, estaban observados con lupa y supervisados meticulosamente.

Para empezar, la manera de moverse de los personajes es ridícula. En esta entrega trataron de introducir nuevas formas de desplazarse (similares a las de Uncharted), de saltar, deslizarse o arrastrarse por el suelo y colarse por rendijas o huecos minúsculos. El problema es que está mal ejecutado. En ocasiones, el personaje se queda quieto o dando vueltas en el sitio. No te aparece la opción de escalar por una pared o de adentrarte en lo que parece ser una cueva.

Los diálogos dejan muchísimo que desear. El personaje mueve los labios, comunicándose con su acompañante, pero no surge sonido alguno. Las palabras son mudas, porque los diálogos están desincronizados y a veces se cortan sin razón aparente. Otro factor de peso fue que, al jugarlo doblado al español, había determinadas escenas en las que fallaba el doblaje y se reproducía en el idioma de la versión original. Las animaciones, aunque excesivamente detalladas y de calidad, se interrumpen en algunos momentos y, posteriormente, hay un cambio brusco de escena que no te deja muy claro qué ha ocurrido.

Otro inconveniente que encuentro en estos juegos (en todos los de esta saga, pero especialmente en este) es la iluminación. Entiendo que la oscuridad es imperativa y necesaria, puesto que estás inmerso en una aventura terrorífica y explorando un lugar en ambiente nocturno. Sin embargo, la escasa luz que proporcionan una linterna, el haz de la llama de un mechero o el flash de una cámara provocan que dé cuatro vueltas en una misma habitación buscando objetos ocultos, que fuerce la vista y termine con dolor de ojos. Se puede inquietar y desestabilizar al jugador sin dejarle miope.

Los jump-scares no sé si situarlos en la parte buena o mala de la crítica. Por un lado, en este juego están bien escondidos y ejecutados, aunque a veces resultan predecibles. Cumplen su cometido. Te hacen pegar un brinco en la silla y proferir un gritito desprevenido y desafinado. Sin embargo en este título, bastante más que en otros de la saga, abusan de ellos. Prácticamente, hay más jump-scares que terror en sí. Personalmente, es algo que me juega en contra, porque soy de que la opinión de que para asustar no hace falta introducir sustos innecesarios. Me gusta el género del terror, no que me asusten porque sí. Este juego peca de utilizar cuatro jump-scares en un mismo capítulo y de darse por satisfecho con ello como para ser considerado un juego de miedo.

Pasando a la recopilación de cosas buenas, lo que más resalta es la diversidad en las personalidades de los personajes. Tenemos a cinco protagonistas: Charlie, un ambicioso y egocéntrico de manual, Mark, un chico afable y tranquilo que prefiere ser un seguidor a un líder, Jamie, una mujer sarcástica, desinhibida y empeñada en compartir siempre lo que piensa, Erin, la tímida, silenciosa e insegura del grupo, y Kate, frustrada y tan sedienta de éxito como Charlie, pero más comedida y consecuente. Juntos, constituyen un grupo que se complementa con facilidad y se compenetran en el trabajo en equipo. Mark, Kate, Erin y Jamie trabajan para Lonnit Entertaiment, la productora fundada por Charlie.

El flujo de la historia es constante. No sientes que se estanque, que deje huecos en blanco o que se pause indefinidamente. Hace guiños a algunas películas de terror famosas, como Psicosis, Saw, a la vida, muerte y asesinatos de H.H. Holmes (quién, existió realmente) y, probablemente, a infinidad más que no habré sabido reconocer. La aventura de nuestros cinco personajes empieza con la llamada de un filántropo, llamado Granthem Du’Met, que telefonea a Charlie para invitar a su equipo a pasar un fin de semana en una isla remota, hospedándose en un hotel que recrea la mansión de los horrores de Holmes, y a realizar un reportaje. Como en todas las entregas previas, los protagonistas se tomarán a la ligera la situación hasta que comprendan que sus vidas están en peligro.

Henry Howard Holmes está muy bien catalogado. Se le describe como el primer asesino en serie de Estados Unidos. A través del juego, se pueden observar los horripilantes, deshumanizadores y grotescos que fueron sus crímenes. Además de asesino y ladrón, era médico. Le gustaba estudiar la fisonomía y el interior de los cadáveres de sus víctimas. Tras los pasadizos y catacumbas de su hotel, disolvía los restos óseos en ácido. De ti depende que tu intrépido grupo no termine atrapado en un tanque de compuestos químicos o transformado en un maniquí robotizado.

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